Hombre negocios trabajador

Siempre has sentido que lo único que quieres hacer es el bien, el bien en grande como te dictan tu juventud y tu vocación. Sientes que esa es tu misión. Si de vez en cuando te gusta ser famoso, piensa que lo importante es que lo seas por hacer el bien. En grande. De vez en cuando un poco de vanidad no está de más. ¿So what? Sin ella no serías humano.

Ya, amigo, has recibido estocadas traperas; has sentido la repulsión que se siente al descubrir la hipocresía de los que dicen ser tus amigos, “tus sacrificados hermanos” en el ideal, cuando no son ni siquiera tus lejanos familiares en la política. Continúa adelante, pues has tenido la suerte de que haya sido temprano en tu desempeño que hayas sentido el dolor de conocer la naturaleza repulsiva del que te quiere usar para trepar, para lucrarse, para vender influencias, apareciendo como tu proxeneta político, cuando en verdad lo que venden es lo que les queda de alma.

Poca gente sabe quiénes son y menos aún lo que hacen. Una de las técnicas más comunes es la de parecer, ante ti, como tus cuates, y ante los demás, como los amigos del líder, que se sacrifican por hacer el bien cuando en realidad son rastreros buscones. Pero tú has ido aprendiendo a distinguir la paja del grano. Cada día que pasas en el pasto conoces más al malojillo.

Ya empezaron a picarte las víboras de tu propio predio más que lo que lo hacen las del predio colindante. Pero, claro, las picadas de los ajenos cada día van resultando menos dolorosas que las mordidas de los propios. Es bueno que te ocurra ahora que comienzas, así aprendes temprano de modo que cuando mires a la grey que te rodea, ya hayas aprendido a conocer al buey que faja. Ya, poco a poco, te vas dando cuenta de que muchos de los que pasan por gongolíes son realmente alacranes. Por supuesto que te quieren mantener, pero lo hacen porque mientras estés donde estás y seas lo que eres, más fácil y rápidamente van satisfaciendo su incontrolable lujuria por el dinero. Cuando sospeches, piensa mal y acertarás. Investígalos, exponlos, aplástalos. De lo contrario, al final, será a ti a quien el pueblo culpe. Si no los echas de tu lado no podremos superar ni este difícil momento ni ningún otro. Peor aún, no podremos realizar la gran obra que Puerto Rico necesita; la obra grande con la que hemos soñado.

Y sobre todo, no permitas que lo que Lloréns llamó “el poder, hosco gusano”, te ciegue. Que al final será a ti, como ha sido a los demás, a quien el pueblo juzgue.