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Para todos nuestros lectores mis deseos de un 2018 lleno de salud y prosperidad. Que sea un año mejor que el que hemos dejado atrás.

2017 fue el año en que Puerto Rico quedó al desnudo. La falsedad que pasados gobernantes nos vendieron endeudándonos hasta la insolvencia y la quiebra para presentarnos un Puerto Rico de primer mundo, lentamente le ha cedido el paso a la realidad de que somos y hemos sido un pueblo pobre que pretendió no serlo. Los dos huracanes Irma y María de golpe y porrazo -en menos de un mes- culminaron ese proceso de toma de conciencia y nos presentaron crudamente al verdadero Puerto Rico. Un Puerto Rico pobre, insolvente, incapaz de valerse por sí solo, con una total dependencia de la ayuda y apoyo de los Estados Unidos que en buena medida es responsable de la presente situación por mantenernos -siendo ciudadanos americanos- en el actual estatus de inferioridad política, como territorio no incorporado o colonia. Aún aquellos que nunca le han dado mucho pensamiento al asunto del estatus, hoy a pesar de las cancioncitas ilusas de “nos estamos levantando” y las frases huecas nacionalistoides de soy “boricua pa’ que tú lo sepas”, han tenido que reconocer dentro de sí mismos esta triste realidad.

Llevamos más de tres meses de haber sufrido los estragos del huracán María y a pesar de muchos y grandes esfuerzos, todavía estamos en el piso. A duras penas estamos tratando de levantarnos, teniendo que mendigar la ayuda del Congreso que a los estados -en estas mismas circunstancias- les llega inmediatamente por derecho propio sin súplicas ni ruegos. Vergüenza nuestra y vergüenza también para el Congreso. Debemos exigir la ayuda que como ciudadanos americanos en condiciones de desgracia merecemos, pero no tenemos los mecanismos políticos de dos senadores y cinco representantes para hacerlo dignamente. Ya es hora de exigirle al Congreso que resuelva el asunto que principalmente nos tiene en estas condiciones: el actual estatus colonial. No podemos seguir engañándonos, llegó el momento de la verdad: adentro o afuera.

El gobernador Ricardo Rosselló ha activado la Comisión de la Igualdad creada para concienciar y ponerle presión a un congreso que no actúa a menos que se sienta obligado a actuar. La prensa norteamericana le ha dado a nuestra actual crisis una extraordinaria cobertura que ha puesto de manifiesto ante los conciudadanos residentes en la metrópolis la realidad que muchos ignoraban: que somos ciudadanos americanos, pero que recibimos un trato diferente -discriminatorio- por el solo hecho de vivir aquí, en la colonia. Esa Comisión de la Igualdad tiene ante sí la tarea de, fuera de líneas partidistas, concienciar al Congreso y al resto de la nación de que esa situación ya no es aceptable. Que no es digna y que por el solo hecho de vivir aquí somos discriminados. Que 119 años de coloniaje es demasiado, no es aceptable. No queremos más el trato de “benign neglect” que nos han dispensado y que en gran medida ha sido responsable por la presente situación. Queremos que se nos trate igual que a los demás ciudadanos americanos de los estados. Con los mismos beneficios y responsabilidades.

Ya es hora de que descartemos las mentiras que el PPD por décadas nos ha vendido de aquello de “lo mejor de los dos mundos”, de un ELA mejorado, que desde la metrópolis nos han hecho saber contundentemente de diferentes maneras y por diferentes medios que ese ELA mejorado es una quimera, una fantasía inconstitucional. Ya es hora de que descartemos también el cuco de que iríamos al fracaso económico -a la quiebra- porque tendríamos que pagar contribuciones federales. De hecho, la verdad es que más del 70% de nuestros conciudadanos no tendrían que pagar contribuciones federales y por el contrario recibirían un reembolso. El fracaso económico, la quiebra, es lo que vivimos ahora en la colonia.

Una vez seamos admitidos a la unión, la permanencia y estabilidad que representa la estadidad, atraerá grandes oportunidades de inversión y garantías económicas que fomenten nuevos negocios, industrias, comercio, turismo y actividad socioeconómica que a su vez generará más y mejores empleos, mayores beneficios sociales y una mejor calidad de vida tal como sucedió en todos los 37 territorios cuando fueron admitidos a la unión. Puerto Rico no sería la excepción.

Llegó el momento de la verdad. Vamos al Congreso a exigir la igualdad que con sangre defendiendo la nación, nos la hemos ganado.