PPD
(Josian E. Bruno Gómez / EL VOCERO)

El Partido Popular Democrático de inicios de la década del cuarenta es muy distinto al de ahora. Por supuesto, en aquella época no había televisión, casi nadie tenía teléfonos y no todos tenían radio. La política era el principal y, para algunos, el único entretenimiento. De inmediato, ser popular se convirtió en carta de ciudadanía para los afiliados, por lo que el sentido de pertenencia e identidad era extraordinario. Los impresionantes resultados de la elecciones del 1940 llevaron a que en el cuatrienio siguiente ese partido llevara a cabo una de las legislaciones obreras y de impacto social más grandes de la historia. La figura del jíbaro que se veía en la bandera era el principal propósito de su existencia y lo que motivaba a Luis Muñoz Marín y demás líderes a luchar por una mejor calidad de vida. Por eso es que en 1975, en carta a José Toro Sugrañes le dice que en los últimos minutos de su existencia solo querrá tener consigo la imagen de sus familiares y la del jíbaro.

Sin embargo, el enamoramiento duraría poco pues a mediados de década comenzaría el programa de industrialización por invitación conocido como Operación Manos a la Obra, donde se vendería a Puerto Rico como un lugar donde los grandes intereses tendrían el beneficio de no pagar contribuciones, pagar bajos salarios, renta por el precio nominal de $1.00, subsidios de agua y luz y cero uniones obreras. “El peor trabajo es ningún trabajo”, diría en muchas ocasiones el líder del popularismo. Comenzaría a gestarse ahí el famoso Club de los 600.

Desde 1940 hasta las elecciones de 1968 el Partido Popular Democrático fue hegemónico en Puerto Rico. La influencia de dicho partido y de su líder Luis Muñoz Marín en la vida del puertorriqueño durante esos años fue avasalladora. En cada elección obtenían el 60% de los votos. Había municipios donde la oposición no ganaba ni un colegio y donde dicho partido sobrepasaba con facilidad el 70% de los votos. La penetración de los populares en la conciencia del elector era algo sin precedentes y que dudo vuelva a repetirse, por lo menos, en un futuro cercano.

Con los resultados de las elecciones de 1976 se dieron cuenta que los tiempos donde ganaban con sus propios votos eran cosa del pasado. Comenzaron a elaborar estrategias con el grupo más radical del independentismo: el Partido Socialista Puertorriqueño que presidía Juan Mari Brás. A este grupo de independentistas le convenía, pues era una oportunidad para estar cerca del poder y beneficiarse de sus mieles. Fue así que comenzó el melonismo y también, de esa manera, que el Partido Popular comenzó a alejarse de su esencia. Esa alianza tendría efectos nocivos para el partido de la Pava. Para tener oportunidades de ganar tenían que hacer las alianzas y comprometerse en el repudiable negocio del clientelismo. Los nombramientos a puestos dentro del Ejecutivo fueron ejecutados durante los años que estaban en el poder, igualmente con puestos a la Judicatura.

Fue en la década de los noventa cuando el Partido Popular perdió su norte. Los conceptos sustituyeron para siempre al ciudadano de carne y hueso. Soslayaron los problemas vitales del puertorriqueño. Los envejecientes, los pobres, las madres solteras, las víctimas del crimen, los desempleados, los veteranos, los servidores públicos y pequeños comerciantes fueron echados al olvido y adoptaron como programa los conceptos de nación y nacionalidad, cultura e idioma, e himno y bandera. Fue un costosísimo error. A eso hay que añadirle que uno de sus gobernadores, Aníbal Acevedo Vilá, se convirtió en el primer y único gobernador de la historia en ser procesado criminalmente en el Tribunal Federal. Menos él, todos sus cuates salieron culpables.

Lo que es hoy el Partido Popular fue sembrado a finales de los setenta y desarrollado en los noventa. Igual que los otros partidos políticos, su credibilidad ha decrecido de manera irreparable y aunque la mala imagen de cada partido es de hechura propia, en cuanto al Partido Popular su involución política es un dato constatado como que hoy salió el sol.