Abel Nazario
 (Josian E. Bruno Gómez / EL VOCERO)

Una sorpresa enorme nos hemos llevado aquellos que conocemos a Abel Nazario, pues el exalcalde y ahora senador por acumulación por el Partido Nuevo Progresista ha sido acusado de, supuestamente, cometer treinta y nueve cargos de fraude, según una auditoria rutinaria de parte de la Oficina del Contralor de Puerto Rico y que devino en una investigación por parte del Departamento del Trabajo de los Estados Unidos. La fiscalía federal en Puerto Rico anunció que tiene suficiente evidencia y que llevará el caso hasta las últimas consecuencias.

Abel Nazario, que con su honradez e inteligencia nos recuerda aquella frase del Satiricón de Petronio que “de la pobreza nos viene el talento”, comenzó en la política a los catorce años de edad. Era la campaña de 1984 y él estudiaba en la escuela intermedia Elvira Vicente. Todos los días, al salir de clases, llegaba al comité del Partido Nuevo Progresista en la calle Luis Muñoz Rivera y hacía con una energía insuperable el trabajo voluntario que le encomendaban. Ya a esa edad demostraba que la política era su pasión.

Según le apasionaba la política también era su pasión los estudios. Fue un estudiante excelente y líder estudiantil en la universidad, además de líder político. Desde que aspiró a presidente de la juventud en Yauco, elección que perdió en 1986 por once votos, fue cogiendo golpes bajos de sus mismos compañeros de partido. Luego de aquella elección decidió presidir la juventud de su partido a nivel del distrito de Ponce. Por ser pobre no tenía carro, pues usó un método ingenioso; la transportación pública. Así fue que visitó todos los municipios del distrito y así fue que pudo ganar la presidencia distrital.

Ya a principios de la década de los noventa se había convertido en el presidente de la juventud de su partido a nivel estatal. Los golpes en su contra no cesaban, pero su determinación de lucha y de optimismo no tenía techo. Perdió primarias para puestos legislativos, mientras dirigía la comisión de turismo del Senado, hasta que en las elecciones de 2000 aspira a la alcaldía de Yauco. Por tener un estilo único y pintoresco ganó ampliamente las primarias y luego ganó la alcaldía de Yauco. Desde antes de la elecciones ya se perfilaba como líder de su partido, pues el Partido Nuevo Progresista decidió en esa campaña que su cierre distrital fuera en Yauco y no en Ponce, como siempre se hacía.

Abel Nazario llegó a la alcaldía como pobre y siguió siendo pobre. Su casa fue la misma; de madera con techo de zinc en el barrio Susúa. Donde nació ha vivido toda su vida. Su abuela ha sido su madre desde niño, la que siendo candidato a alcalde en el 2000 le llevaba en la noche comida al comité para que el futuro alcalde pudiera mitigar el hambre luego de largas horas de reuniones y campaña incesante.

Como alcalde puso a Yauco en el mapa mediático de Puerto Rico. Nunca en la historia los medios de comunicación habían hablado tanto del pueblo del café como se hizo bajo los años de la administración alcaldicia de Abel Nazario. Uno de sus mayores triunfos fue rescatar el regionalismo yaucano, que es un fenómeno no solo de Yauco sino de todas las comarcas munícipes de nuestro terruño isleño. En Puerto Rico, al igual que en Latinoamérica, el regionalismo es un fenómeno enteramente cultural. Es lo que Luis Muñoz Marín llamaba “la patria chica.”

La acusación contra Abel Nazario duele. No lo estoy eximiendo de culpa, solo que me tienen que probar las acusaciones de la fiscalía federal en su contra. Como lo conozco y lo he visto venir desde la pobreza puedo decir que mi confianza hacia él permanece incólume. Dentro de esta vorágine hemos podido ver las bondades que, a veces en la vida, tiene el infortunio: “… le doy gracias a Dios que mis padres tienen Alzheimer y no tienen que sufrir verme arrestado,” dijo Abel. Y creo ese es el ángulo humano de este inexplicable caso.

Mario Ramos, Historiador