Acabo de viajar a Miami para asistir al servicio fúnebre de mi amigo Maurice Ferré, quien fuera por un récord de seis términos consecutivos el alcalde de esa ciudad. Maurice fue el primer alcalde hispano de Estados Unidos y ciertamente el primer puertorriqueño. Se le conoce como el padre del Miami moderno, al tener la visión para desarrollar a Miami como la conocemos hoy en día.
Desde los años 60 Maurice ostentaba escaños en la legislatura estatal y en las comisiones de la ciudad y el condado. Le tocó ser alcalde en los años más turbulentos, en los que la discriminación racial en un estado del Sur creaba todo tipo de disturbios raciales, muertes y problemas sociales. Además de eso, la ola histórica de refugiados de diferentes países que Miami y Maurice tuvieron que absorber fue uno de sus mayores retos.
Durante este caos y esas crisis, Maurice siempre manejó todo con serenidad, estrategia, inteligencia y clase. Fue un político consumado, además de ser un hombre de negocios. Originario de una distinguida familia de Ponce, siempre se consideró un demócrata de avanzada por su compromiso con la justicia social y los derechos civiles. La semana antes de su fallecimiento, el vicepresidente Joe Biden, aquí en Miami de campaña presidencial, me preguntó por la salud de él.
Maurice siempre decía que no era tan buen político, porque perdió algunas elecciones y, de hecho, corrió en 17 contiendas electorales, de las cuales ganó 11. En una ocasión consideró y tuvo apoyo para postularse como gobernador de Puerto Rico, al igual que lo hizo su tío, don Luis A. Ferré, que también en paz descanse.
Como alcalde, Maurice siempre dio prioridad a la infraestructura de la ciudad, lo cual él promovió personalmente, y en particular a la transportación, área en la cual desarrolló tanto conocimiento que hasta el gobernador republicano Rick Scott lo nombró, desde el 2011, comisionado de transportación de la Florida, aun siendo Maurice demócrata. Maurice opinaba que la solución a los tapones monumentales de nuestros expresos iban a ser los carros que se guían sin conductor, porque por función de sus computadoras se van a mantener moviéndose a alta velocidad con corta distancia entre los vehículos.
Los años de Maurice como alcalde de Miami -junto a su amada esposa Mercedes, con quien estuvo casado 64 años- fueron claramente los mejores y más importantes años de la ciudad en cuanto a desarrollo físico y social. Como pareja emanaban tanta clase y roce social que fueron convirtiendo esa administración en el Camelot de Miami.
Se nos fue Maurice después de una ardua lucha contra el cáncer, siempre sin perder su espíritu luchador. Tuvieron seis hijos, 13 nietos y siete bisnietos, con el octavo bisnieto de camino.
Vivió una vida plena y llena de logros y eventos que traían consigo un gran orgullo. Entre muchos otros, recientemente el parque de la ciudad de Miami en la bahía,el cual cuenta con museos y áreas verdes, fue nombrado Parque Maurice A. Ferré, un reconocimiento permanente muy merecido.
En Israel, como en la antigua tradición bíblica judía, le deseamos a una persona 120 años de vida. En ese sentido Maurice, quien vivió su vida plenamente hasta el último día, vivió el equivalente de los 120 años que le deseamos a todos. Descansa en paz, querido amigo.
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