Un siglo de epidemias – Por Mario Ramos

Un siglo de epidemias

  • Mario Ramos Méndez 06/04/2020
Coronavirus Puerto Rico
Carlos Rivera Giusti / EL VOCERO

Fue el doctor Bailey K. Ashford de los pioneros en luchar contra las enfermedades infecciosas en Puerto Rico a inicios del siglo XX. Al llegar, Martín Corchado y Agustín Stahl tenían investigaciones en ciernes contra el contagio de enfermedades. Con la guerra Hispano-Cubana-Americana el doctor Ashford llegó a Puerto Rico y de inmediato comenzó a atender la población que estaba desnutrida, sufría de anemia y uncinariasis, entre otras enfermedades. Sin embargo, con su mente de científico inquisitivo, descubrió que gran parte de la población padecía de ancilostoma duodenale, “parásito que entraba por los pies de nuestros jíbaros que no tenían zapatos. Los huevos se convertían en larvas, entraban por las piernas, circulaban en la sangre, se alojaban en los pulmones y cuando tosían y tragaban la saliva, estas se pegaban a la mucosa del intestino delgado donde chupaban la sangre”. (Véase a Norman Maldonado en Galenus: Vol. 42. Año 6. Núm. 6.).

Puerto Rico nunca ha estado exento de enfermedades infecciosas. Ellas son parte de nuestra historia, pues algunas llegaron al Nuevo Mundo con los españoles y se diseminaron por la población indígena matando a miles de ellos que no tenían los anticuerpos para resistirlas. Sin embargo, fue en el 1855 que hubo una epidemia de cólera que acabó con la vida de miles de personas. “Se calcula que las muertes subieron a 30,000”. (Véase Luis Díaz Soler, Historia de la esclavitud negra en Puerto Rico). Se esparció por toda la isla de Puerto Rico, incluyendo la zona montañosa donde fue menos agresiva. Todos los municipios fueron afectados, menos Morovis, de donde sale la famosa frase que perdura, “la isla menos Morovis”. (Véase Luis Torres Oliver, La epidemia del cólera de 1856 en San Germán).

Mientras en 1918 la gripe española infectaba 500 millones de personas en casi todo el planeta, de las que aproximadamente 50 millones murieron –tal vez peor que la peste negra en la Edad Media-, y que tocó también a Puerto Rico, otras enfermedades igualmente hacían estragos en la población. (Véase a Mayra Rosario Urrutia, “Un desastre natural global: la llegada y difusión de la pandemia de influenza a Puerto Rico en 1918-1919”). A su vez, la peste bubónica de 1912 en San Juan creó histeria en la población donde gran parte emigró a otros pueblos lejos del área metropolitana.

La tuberculosis fue otra enfermedad devastadora durante estos años. Entre 1917 y 1918 la tasa de mortalidad superó las 30,000 personas que entre sus causas estaban “la pandemia de influenza, epidemias locales de tifus exantemático y sarampión, el terremoto de 1918 y el disloque social provocado por la movilización de soldados y la escasez de alimentos a causa de la primera guerra mundial”. Este último factor fue clave en la propagación de las enfermedades. (Véase el excelente trabajo de Jorge Rigau Pérez el cual es lectura obligada, La Salud en Puerto Rico en el Siglo XX. PRSHJ, 19. Núm. 4. Diciembre de 2000).

Gobiernos de turno durante el siglo XX crearon estrategias para combatir las enfermedades que surgían. Hubo campañas para atacar los mosquitos que transmitían enfermedades, como la malaria -que mató a Iglesias Pantín (Véase Gonzalo Córdova, Santiago Iglesias Pantín, Creator of the Labor Movement in Puerto Rico), bilharzia, viruela, frambesia, filariasis, poliomelitis, difteria, sarampión alemán, sarampión común, gastroenteritis, papera, salmollenosis, fiebre tifoidea, tos ferina, tétano, meningitis, lombrices intestinales, hepatitis, sarna humana, influenza y rabia, entre otras.

Otras enfermedades que han afectado la población han sido la fiebre amarilla, varicela, gonorrea, sífilis, herpes, difteria, virus de papiloma humano, lepra, conjuntivitis, dengue y dengue hemorrágico. En 1981 hubo un brote de dengue que afectó gran parte de la población y se combatió con vehículos fumigando por los pueblos para erradicar al mosquito productor de esta enfermedad. Años después surgió un brote de dengue hemorrágico donde personas afectadas terminaron hospitalizadas. Hubo algunas muertes a consecuencia de ello.

En la década de los ochenta un virus incurable azotó a Puerto Rico; el VIH. A nivel mundial, los primeros casos surgieron en San Francisco, mayormente en la comunidad gay. Luego en Nueva York surgen otros casos de personas adictas a la heroína que compartían jeringuillas. Al pasar el tiempo también se descubrió que podía transmitirse por relaciones heterosexuales y trasfusiones de sangre. Este virus creó histeria en todo el mundo y Puerto Rico, por supuesto, no fue la excepción. Un remezón durante esos años fue cuando Magic Johnson, jugador de la NBA, admitió que era portador del virus.

En años recientes han surgido epidemias como el Ébola en África -enfermedad grave y a menudo mortal-, la gripe aviar y gripe porcina –ambas con dos subtipos-, Chikungunya, Zika y SARS. Un avance logrado en África en el área de la salud ha sido controlar y bajar los casos de la famosa enfermedad del sueño que transmite la mosca Tse Tse.Según la Organización Mundial de la Salud, “En 2009, el número de casos notificados se redujo a menos de 10,000 por la primera vez en 50 años y en 2017 se produjeron 1446 casos registrados.”

Como muy bien afirma el historiador y médico, Jorge Rigau, fortalecer  las condiciones físicas de la persona, la prevención y nuevos medicamentos mejoraron las condiciones de salud del pueblo. Esto “mejoró aceleradamente la calidad de vida de los puertorriqueños en el siglo XX. La población se cuadruplicó a casi 4 millones de habitantes y la tasa bruta de mortalidad descendió de 38 por mil en 1900 a 7.7 por mil en 1991, con su cambio dramático (18.6 a 6.7) ocurriendo de 1940 a 1960”. Estos son números impresionantes y alentadores que han aumentado sobremanera la salud y la expectativa de vida de la ciudadanía.

Un efecto sorprendente de esta pandemia es la globalización de la cuarentena, o lo que Nicholas Kristof llama, “the world war against coronavirus”. Tal vez, nunca en la historia de la humanidad se había dado el fenómeno de que toda la raza humana tuviera que resguardarse en sus hogares para protegerse de esta vorágine infernal. Como hacíamos antes, ya no podemos huir a ningún sitio en nuestro planeta, porque donde quiera que vayamos este terrible virus nos espera y nos acecha. El contagio de esta enfermedad se ha convertido en un fenómeno global.

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