Los primeros nombramientos anunciados por el gobernador electo, Pedro Pierluisi, han recibido elogios y recepción positiva. Existe justa razón para ello. Domingo Emanuelli, Larry Seilhamer, Francisco Parés y Manuel Cidre, entre otros, son personas serias y de reconocimiento público y profesional en sus respectivas áreas de peritaje.
El reclutamiento exitoso de personas capaces es crucial, por las circunstancias particulares en las que Pierlusi asume la gobernación. Su predecesor inmediato, Ricardo Rosselló, constituyó un gabinete en donde, salvo excepciones honrosas, las personas designadas eran desconocidas, inexperimentadas y, sobre todo, se procuraba que las mismas no le hicieran sombra al gobernador. Las consecuencias de tan desacertados criterios de reclutamiento se hicieron sentir de inmediato. Un gobernador sin experiencias de vida, con un gabinete inexperimentado y sin conocimientos de la administración pública, operaba en escenario de improvisación continua y sin estructura de administración pública funcional.
Las personas escogidas por Pierluisi brillan por luz propia y por su experiencia profesional, todo lo cual, además de enriquecer la gestión pública, fortalece la figura del gobernador. Ante la realidad de un Senado dominado por los partidos de oposición, el gobernador tiene también que asegurarse de que sus designados tengan las mayores posibilidades de ser confirmados.
En este proceso de constitución del nuevo gobierno, posiblemente influya de manera positiva el hecho de que el gobernador electo cuenta con 61 años de edad. Luego de Luis A. Ferré, que asumió la gobernación con 64 años, Pierluisi es el gobernador electo de mayor edad. Contrario a otros pueblos, Puerto Rico de manera reiterada ha optado por personas muy jóvenes al momento de elegir a sus gobernadores. Ese es el caso de Rafael Hernández Colón con 36 años, Ricardo Rosselló con 37, Alejandro García Padilla con 41 y Aníbal Acevedo Vilá con 42. Independientemente de sus talentos, los gobernantes mencionados hubieran podido ser más efectivos en su gestión de haber contado con la perspectiva y la experiencia que se obtiene con los años de trabajo.
La experiencia previa antes de incursionar en la administración pública hace también posible que el gobernante forme parte de un grupo generacional de personas que ya se han desarrollado en sus respectivos campos profesionales y al que puede convocar directamente. Un gobernante sin experiencia ni trayectoria profesional previa, en principio, apela y convoca a la gestión pública a personas novatas, que están iniciándose en su trayectoria profesional. Ese, como hemos podido constatar, no es el caso de Pierluisi.
La gobernación de Puerto Rico es una gestión gerencial difícil y compleja. No todo el mundo está capacitado para ejercerla. Luis Muñoz Marín, el prototipo histórico del buen gobernante, asumió la gobernación a los 49 años y a un mes de cumplir los cincuenta. Su edad madura le ayudó en su gestión, así como su sabiduría al reclutar a Roberto Sánchez Vilella, a quien encomendó la administración diaria del aparato gubernamental. El binomio Muñoz-Sánchez Vilella fue en ese sentido único. Muñoz era el político fuerte, astuto y líder inspiracional, mientras Sánchez operaba cual ingeniero estructurado como un eficiente administrador que aseguraba que en la práctica el gobierno operara como se esperaba. Ese equipo permitió, a su vez, atraer al gobierno un caudal de talento experimentado, pero también a jóvenes competentes e idealistas, que mutuamente se enriquecieron y pudieron redefinir la ruta de Puerto Rico por las próximas tres décadas.
En fin, Pierluisi se inicia con paso firme y efectivo. Sus reclutamientos para el gabinete son encomiables. Pero, ahora es que comienza su reto grande como gobernador. Esto es, poder manejar esos caracteres y personalidades peculiares para que en la práctica ejecuten con rapidez y efectividad, que sepan servir como portavoces ante la prensa y que, además, satisfagan las expectativas de un pueblo que ha perdido la fe en su gobierno y sus gobernantes.
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