La noción misma de patria, en el sentido noble y sentimental de la palabra, va vinculada a la relativa brevedad de nuestra vida, que nos brinda demasiado poco tiempo para que sintamos apego por otro país, por otros países, por otras lenguas. Milán Kundera, La Ignorancia
Tan pronto Jasmine Camacho-Quinn ganó la medalla de oro surgió el consuetudinario discurso de exclusión y prejuicio dentro de un sector del independentismo. El premio se convirtió en una divisa ideológica acompañada de ideas mezquinas donde el que piense con óptica diferente será severamente censurado.
La atleta americana-puertorriqueña -o nuyorican, si es preciso el término- ganó medalla de oro representando a Puerto Rico en un evento que apenas dura entre doce a catorce segundos; y plantó bandera como la mejor corredora de cien metros con vallas del mundo. Sin embargo, la alegría del triunfo fue efímera, pues luego de ganar surgió el discurso ideológico excluyente con las marcadas tonalidades de odio hacia los estadistas que ellos mismos no pudieron disimular. Desperdiciaron un momento clave para enfatizar lo que nos une y rechazar lo que nos separa.
El concepto de nacionalidad que se viene discutiendo en Puerto Rico es esencialmente cultural. Un término impreciso y polivalente que puede significar distintas cosas para múltiples personas. (Véase, John Hutchinson & Anthony D. Smith, Nationalism). En el devenir histórico la nación cultural está en perpetuo cambio, pues lo que hace años eran distintivos de la personalidad puertorriqueña hoy son otra cosa. Nuevos elementos se adoptan y viejos se descartan.
Nosotros también hemos adquirido el inglés -el idioma de Jasmine- como un elemento definitorio de los puertorriqueños. La notable literatura en lengua inglesa de escritores boricuas desarrollados en Nueva York como Piri Thomas, Tato Laviera -inventor del término AmeRícan; o sea, puertorriqueño y americano, y que expresa su orgullo de tener ambos como enseña de identidad- y el poeta Pedro Pietri, es exuberante. Aunque también ellos escribieron en un lenguaje que algunos lingüistas liberales vislumbran como un futuro idioma: el espanglish.
Cuando Chegüí Torres ganó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de 1956 en Melbourne, Australia, en Puerto Rico se sintió orgullo, aunque estuviera representando a los Estados Unidos. De igual manera pasó con las figuras de Roberto Clemente y Orlando “Peruchín” Cepeda. Dos peloteros que se destacaron entre los grandes en la década del sesenta y que hoy están, por derecho propio, en el Salón de la Fama del Béisbol. Deporte fundado en 1869 en el pueblito de Cooperstown en el estado de Nueva York y que en menos de cincuenta años se estaba jugando en todo el caribe hispano.
Lo vemos por igual en las artes. Rita Moreno, José Ferrer y Benicio del Toro han dado gloria a Puerto Rico por actuaciones en películas donde solo se habla inglés. Pero el tribunal de la cultura y de la puertorriqueñidad que vemos a diario y compuesto por jueces nombrados por ellos mismos y a perpetuidad mezquinamente se escondieron detrás del silencio. Sin embargo, lo peor fueron las balas cargadas de odio que recibió Madison Anderson Berríos cuando el concurso de Miss Universe. Su nombre e idioma sirvió para que la acusaran, sin derecho a fianza, porque el código moral de hechura ideológica declaró que era un ultraje al “altar de la patria”.
La doble vara también impera en el deporte, que es usado con fines ideológicos por un pequeño grupo de puertorriqueños que, a su vez, son ciudadanos americanos que olvidan que figuras jurídicas como la ciudadanía americana y políticas como las instituciones del gobierno federal -donde ellas anclan- son también parte de nuestra cultura, pues el derecho es un componente más de las humanidades que, en esencia, es uno de los elementos metodológicos que ayuda a entender nuestro sustrato histórico y cultural.
Ese repulsivo nacionalismo ideológico fue lo que sufrió Gigi Fernández cuando ganó la medalla de oro en 1992 en los Juegos Olímpicos de Barcelona representando a los Estados Unidos. Cuando -usando la doctrina del civilismo español- es consabido que, por virtud del nacimiento jurídico -como lo es la nacionalización que equivale, en igualdad de condiciones, a hacerse ciudadano de otro país con derechos y obligaciones- todos los que tenemos la ciudadanía americana, como un homenaje a la diversidad, somos también compatriotas que incluyen a los miles de dominicanos que se han nacionalizado y felizmente viven en Puerto Rico.
La nueva ideología del oro es para adelantar intereses políticos mezquinos en abierto discrimen y prejuicio contra los estadistas que tenemos el pleno derecho a opinar y discrepar.
On Sat, Aug 7, 2021, at 9:17 AM Hernan Padilla <padillahernan@bellsouth.net> wrote: Excelente, como siempre. Es obvio que los atletas generan dinero de sus medallas, pero mas obvio es que el deporte se ha convertido en negocio y que los nacionalistas lo usan con fines politicos/ideologicos. Hernan
Juego -acción a disfrutar actuación- es irreconciliable con deporte -actividad nacida en la guerra que la simula sustituyendo matar por ganar-. En UPR se estudiaba Huizinga, Homo Ludens. Aquellos tiempos. Hoy las universidades hacen deportes, un deterioro quizá irreversible en esas instituciones. Broma del lenguaje y de mal gusto es nombrar «Educación Superior», (en mayúscula) a las universidades. Oportuna tu columna, Mario. Pedro Subirats
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