George Floyd Officer Trial
Derek Chauvin. (AP/ARCHIVO)

Lo menos que imaginó Derek Chauvin fue que la muerte por asfixia que le provocó a George Floyd generaría una serie de protestas, disturbios y motines en toda la nación. Comenzó con una llamada a la policía por parte de una empleada de una tienda de comestibles en la ciudad de Minneapolis, donde Floyd había comprado algo con supuestamente un billete de veinte dólares falso. Al llegar los policías fue arrestado, acostado en el piso, la rodilla de Chauvin sobre su cuello con el desenlace del fallecimiento, producto del asesinato en segundo grado. El vídeo tomado por un transeúnte, como la explosión del Krakatoa, le dio la vuelta al mundo.

De inmediato, el fuego de la ira comenzó a manifestarse por toda la nación. No solo negros, también blancos y otros grupos minoritarios comenzaron a protestar en las calles y repudiar el acto del policía, que correctamente lo vieron como un asesinato producto de su racismo y que por estos hechos fue procesado, tanto en la esfera estatal como federal, siendo condenado a veintidós años y medio y veintidós años, respectivamente, a cumplirse de manera concurrente con derecho a libertad bajo palabra en noviembre de 2038.

Aunque en los primeros días de protesta vándalos habían causado entre 1 a 2 billones de dólares en daños a la propiedad, tanto pública como privada, y que ha sido catalogado como el desorden civil más costoso de la historia de los Estados Unidos, en la trastienda del Black Lives Matter se organizaban movimientos de igualdad racial, ideología transgénero y afirmación queer, entre otros, con una clara ideología marxista. Esto llevó a la afroamericana Keisha Lance Bottoms, alcaldesa de Atlanta, a señalarle a su propia gente: If you want change in America, go and register to vote.

Esto no es nuevo, pues desde la década de 1940 el National Association for the Advancement of Colored People había señalado que la Unión Soviética llevaba a cabo actividades de penetración a la comunidad negra en los grandes centros urbanos en los Estados Unidos con el propósito de crear disturbios sociales y afectar el orden y el Estado de derecho.

Durante las décadas del sesenta y setenta, los disturbios que tenían detrás del discurso racial el motivo político y trataron con desdén el proceso democrático, crecieron. Ejemplos claros son el grupo terrorista puertorriqueño, Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) –donde, con sus fechorías, se destacó Oscar López–, el I Wor Kuen y los Reds Guards, estos últimos dos compuestos por chinos americanos. A esto le dio uniformidad ideológica el profesor marxista Herbert Marcuse en su libro, El Hombre Unidimensional.

Había una estrategia para crear un estigma moral basado en el “white guilt”; que todo lo sucedido a las minorías, mayormente a los afroamericanos, era producto del racismo blanco. Los adelantos en legislación obrera, social, antidiscrimen, de acción afirmativa y de justicia social –que su intención específica fue atender las necesidades de estos grupos– nunca fue mencionado porque no ayudaba a sus intereses ideológicos. Incluso, negros acusaron a otros negros de cruzar la línea de color. Tal fue el caso de Malcolm X contra Jackie Robinson y Martin Luther King, a quienes acusó de Uncle Tom modernos.Lo que realmente quieren

Catalogado por The New York Times como el movimiento más grande en la historia de los Estados Unidos, el Black Lives Matter comienza el 13 de julio de 2013, cuando el guardia de seguridad George Zimmerman fue exonerado por un jurado de los cargos de asesinato contra el afroamericano, Trevor Martin. Zimmerman era de piel oscura e hijo de un alemán y una peruana.

Organizaciones como el Black Lives Matter reciben fondos de corporaciones que dependen del capitalismo para sobrevivir, de fundaciones filantrópicas que, a su vez, reciben fondos de tales corporaciones y de millonarios que levantan loas al sistema mundial del capital de donde generan enormes ganancias y pagan contribuciones exiguas y en muchos casos las evaden.

Un hecho apoyado por el elemento evidenciario de las estadísticas oficiales es que cada año 1,200 personas, promedio, mueren a manos de la policía en enfrentamientos fatales. De esos, alrededor de 300 son afroamericanos, y por cada uno de ellos muerto por la policía hay veinticinco negros que mueren por asesinatos cometidos por otros miembros de su raza.

Esto nos los trae con detalles y enjundia en las citas Mike González en su excelente texto, BLM: the making of a new marxist revolution. Lectura obligada para entender este nuevo fenómeno en los Estados Unidos que pudiera durar, entre nosotros, una generación más.