La prosa jurídica – Por Mario Ramos Méndez, historiador

La prosa jurídica
Mario Ramos Méndez, historiador

No sé quién, pero hace años alguien catalogó al Código Civil de Puerto Rico como un género literario, por tener un articulado que parecen versos jurídicos. Tal afirmación podemos verla en el Artículo 1041 del
código anterior: “Toda obligación consiste en dar, hacer o no hacer alguna cosa”. Como este, todos los artículos tienen, además de un ritmo que mantiene alerta al lector, una precisión en el lenguaje que, a su vez,
denotan que fueron escritos por cultores de la lengua, todos ellos autores de grandes obras de nuestra literatura.

La prosa jurídica ha sido muy poco estudiada en Puerto Rico. Se le tiene como una fruta seca, que aburre al lector. Tal vez sea así en estos tiempos donde los abogados no tienen la cultura literaria que tenían
antes, y hoy son más técnicos que letrados; pero cuando leemos las opiniones de grandes juristas como Emilio Belaval —autor de cuentos, teatro y ensayos—, José Trías Monje —autor de, tal vez, la segunda
mejor historia constitucional de Latinoamérica—, Jorge Díaz Cruz y su poética prosa que corre a la velocidad de una cascada, y Antonio Negrón García —los últimos tres con marcada influencia de los civilistas
españoles—, nos damos cuenta de que la extensión geográfica de la literatura abarca más de lo que imaginábamos.

Un nuevo ejemplo lo vemos hoy. Andrés Córdova Phelps —hombre de linaje exuberante en lo intelectual y moral— acaba de publicar un libro que desde el título nos crea una curiosidad infantil casi adictiva. Como
Rayuela, de Julio Cortázar, puede leerse de principio a fin, desde el fin al principio y desde adentro hacia los lados.

Su título es sugestivo: Uróboros. Un símbolo que entró en el pensamiento occidental a través de la iconografía egipcia y la tradición griega. Es la serpiente mordiéndose la cola. Lo que implica que la historia de la humanidad es algo cíclico. Con actores distintos, pero siempre en movimiento circular. La historia de los imperios así lo demuestra, como plantea Paul Kennedy en su inmensa obra, The Rise and Fall of the Great Powers.

Uróboros no son pequeñas oraciones literarias sobre asuntos cotidianos como las que Salvador Tió hace, con magistral uso de la palabra, en Fracatán de Tirabuzones. Es algo distinto. Por ser, además de jurista,
un estudiante de maestría en filosofía y teología es que podemos ver caminar a través de sus páginas a Borges, Dante, Kant, Kafka, Wittgenstein y San Agustín, entre otros.

De prosa clara y sencilla, como lo demanda la ciencia jurídica, pero con profundidad analítica, el texto es rico en señalamientos de vida que sirven como brújula para todo lector, que incluye a los legos. En “La memoria es imperfecta”, nos recuerda al Borges de Los Conjurados: “La memoria no acuña su moneda”. Y en, “Un callejón sin salida es como un callejón sin entrada, llegándose a la salida de la misma manera que se
sale a su llegada”, vemos lo circular de la historia humana en el tiempo y en el espacio. Maquiavelo fue de los pocos que lo entendió: “Me parece que todos los tiempos vuelven y que nosotros somos siempre los
mismos.” Por otro lado, desde el punto de la existencia vital, Quevedo atrapó lo circular de la existencia humana y su ficción, “no sabemos si al despertar morimos y si al dormir nacemos”.

En, “Toda definición se distingue por su pobreza. Todos sabemos el significado de las cosas, mientras no nos pregunten”, es la creencia en que no todo puede ser atrapado por el lenguaje y solo es la intuición la
que puede ejercer sus mejores oficios. En Las Hojas Secas, Gustavo Adolfo Bécquer lo plantea análogamente: “Silbó el aire que había permanecido un momento callado, y las hojas se levantaron en confuso
remolino, perdiéndose a lo lejos entre las tinieblas de la noche. Y yo pensé entonces algo que no puedo recordar, y que, aunque lo recordase, no encontraría palabras para decirlo”.

Señalando lo ambiguo del lenguaje jurídico, en ocasiones, Andrés plantea: “Interés apremiante, balance de intereses, escrutinio estricto, frases jurisprudenciales y talismanes que se utilizan como si designaran
una realidad empírica, objetiva”. Igual sucede, añadimos, con “insuficiente”, “preponderancia de la prueba”, “prueba robusta y convincente” y “justo y razonable”. Términos de interpretación diversa
que tienden más a confundir que a resolver y que podrían tornarse polisémicos por las diferentes perspectivas de sus intérpretes, donde su visión ideológica y cultural de la realidad, su entorno sociológico, al
igual que sus prejuicios, influyen sobremanera en su definición y aplicabilidad. Y sin contar, por supuesto, que también su significado se nos evapora como el agua.

En, “Al crear la humanidad, Dios la puso en el paraíso con la prohibición expresa de no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal”, el autor nos sugiere dos cosas; el derecho puede ser un reflejo del
juicio moral, aunque a través del principio de equidad puede hacer justicia con los usos y costumbres aceptados por la sociedad, y, además, -como el autor certeramente plantea- es un principio universal que el ser
humano es un animal normativo. Las normas las crea para regular y garantizar su convivencia con los demás. Es lo que Jorge Díaz Cruz dijo en una de sus opiniones de cuyo nombre no puedo acordarme: “El Derecho se hizo para sacar al hombre de la selva.”

Sin embargo, hay normas que varían por la moral que se desarrolla en las subculturas en toda sociedad. Ese es el caso del personaje Jaguar de la novela La Ciudad y Los Perros de Mario Vargas Llosa. Jaguar sabe
quién mató al cadete, pero sus principios le impiden delatarlo. Al final, le dice a uno de los oficiales del Colegio Militar Leoncio Prado: “Procura no ser soplón nunca más. Es lo más bajo que hay.” Otro caso emblemático lo es cuando Aniello Dellacroce, subjefe de los Gambino, una de las cinco familias de la mafia neoyorquina, le dice a John Gotti – por este no haber seguido las instrucciones dadas-:

-John, cosa nostra live by rules. You break the rules all this we have made scramble.
-What is cosa nostra? Preguntó Gotti.
-Cosa Nostra is that the boss is the boss, and you shot your mouth. Le disparó Dellacroce.

En, “El derecho es la nueva religión; y los juristas, su casta eclesiástica”, demuestra que quien tiene el poder de definir lo tiene para decidir. Los hechos, como barro, son amoldados por el jurista como escultor de la
ciencia jurídica. Lo hace desde sus circunstancias sociológicas, que luego devienen en la jurisprudencia que dicta, aunque con esa norma algunos no estén de acuerdo.

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