PNP CARAVANA
>(ARCHIVO, EL VOCERO)

El PNP se fundó el 20 de agosto de 1967. Fue una escisión del viejo Partido Estadista Republicano que ya estaba herido de muerte desde la famosa asamblea celebrada en el San Gerónimo Hilton, donde se discutió ampliamente si se participaba o no en el plebiscito. Los principales portavoces de cada bando fueron don Luis Ferré y Miguel Ángel García Méndez. Al año de su fundación ganó la gobernación y Ferré se convierte en el primer gobernador estadista electo.

Don Luis Ferré siempre planteó que “en el PNP se puede aspirar y diferir”. Lo dijo muchas veces, incluso cuando la pugna entre Hernán Padilla y Carlos Romero Barceló por la candidatura a gobernador para las elecciones de 1984. Sin embargo, muchas aspiraciones legítimas fueron saboteadas en el camino para que algunos líderes se perpetuaran en el poder. Tal vez por eso, Pedro Rosselló tenía razón en la limitación de términos.

Bajo Carlos Romero Barceló el PNP se convierte en un partido de masas. Aún con su división en 1983, su participación en las elecciones de 1984 evidenció que es el único partido en la historia que en las elecciones siguientes a una escisión aumenta votos respecto a las elecciones anteriores. Eso demostró una fuerza que años después lo llevaría a elegir cuatro gobernadores; dos de ellos con aprobación de más de un millón de electores.

En las elecciones de 1996, el PNP obtiene un millón de votos. Fue un resultado impresionante y un triunfo apabullante. Sin embargo, esa obtención de votos sería su maldición y el destino traería tiempos de infortunio, pues ese segundo cuatrienio, catalogado como el más corrupto de la historia —véase de Antonio Quiñones Calderón, Corrupción e Impunidad en Puerto Rico: la caída moral de líderes políticos y funcionarios públicos— creó la subcultura de la arrogancia y la prepotencia, que tan dañina han sido para esa institución.

Los triunfos holgados y la precariedad y decadencia del Partido Popular han creado esa subcultura que ha venido acompañada del distanciamiento del líder con su base, pues es consabido que las llamadas y comunicaciones de cualquier índole no son contestadas.

Algo lamentable es la estadidad. El PNP se comporta como un partido de propuestas programáticas. No es un partido ideológico, como erróneamente dicen algunos. En la escala de prioridades está el líder, el partido, y si queda espacio, el ideal. Son muy pocos a los que el fuego de la igualdad política les arde en el corazón. Ese es el caso de José Aponte, un estadista comprometido que viaja por toda la Isla para sembrar la semilla de su ideal, y que ha demostrado que cada momento, cada instante de su vida, es una oportunidad para la lucha por la igualdad en derechos.

Muchos líderes del PNP usan la estadidad como una servilleta, y luego que se limpian la boca con ella la echan al zafacón. Eso se ha visto innumerables veces y ha girado contra la credibilidad de ese partido, que ha ido menguando su base electoral por diversas razones. El mejor ejemplo es que hay más de 250 mil estadistas que no son PNP. Un fenómeno que parece irreversible.

Igual con la fiscalización a las políticas del adversario. En este caso, de todas las delegaciones legislativas.

El PNP necesita pasar por un proceso de autocrítica. En la historia hemos visto diversos ejemplos, tanto en partidos políticos, en instituciones, como en interpretaciones históricas. Volver a sus raíces, a los principios fundacionales donde las consignas fueron “hay que lograr la nueva vida” y “los humildes serán los primeros”.

Si no, al igual que hice yo, que opté por la desafiliación y ser un estadista independiente, igualmente lo harán otros como lo han hecho tantos.