Jenniffer González, Pedro Pierluisi, Darren Soto

El deber de un hombre está allí donde es más útil. —José Martí—

Previo a la aprobación del proyecto para atender nuestra centenaria condición política, una serie de actores comenzaron a unirse al trabajo que los congresistas Steny Hoyer, Nydia Velázquez, Alexandria Ocasio Cortés y Jennifer González hacían en Washington. Varios de ellos salieron de Puerto Rico para la capital federal para encontrarse que la ayuda pedida de antemano a algunos sectores para coordinar visitas congresionales nunca se concedió. Uno de varios obstáculos que muchas veces crean cierta sospecha y que ocasionaron que el proyecto fuera aplazado varias veces.

Ahora bien, un hecho cierto fue que Pedro Pierluisi, sin afán de protagonismo, metió cuerpo y alma en cada detalle del tracto legislativo para encarrilar la aspiración de la mayoría de los puertorriqueños a decidir su futuro político. Sus contactos, creados durante sus días como comisionado residente, fueron piezas clave para la final aprobación, lo que redundó en que las palabras “estadidad” y “colonia” fueran respaldadas y rechazadas, respectivamente, en el hemiciclo congresional el día de su aprobación.

Durante el trabajo en el Congreso, Pedro Pierluisi le dio la ayuda y el espacio completo a Jenniffer González, para que como la representante de Puerto Rico pudiera ejercer, sin dilaciones, sus mejores oficios en la ardua tarea que se dio en este asunto. Hubo ocasiones que, por invitación de Steny Hoyer, salió tarde en la noche para estar a las diez de la mañana en Washington en una conferencia de prensa.

Como lo sabe cualquier líder que abogue por la igualdad política, la estadidad es el sector ideológico con mayores detractores en la historia. Pierluisi lo sabe y por eso vio cómo algunos de ellos quisieron socavar el trabajo hecho durante la marcha para evitar que los ciudadanos americanos en Puerto Rico tuviéramos los mismos derechos que tienen nuestros conciudadanos en el resto de la nación. Su trabajo siempre fue por debajo del radar y sin excusas para la dilación del proyecto, como en ocasiones ocurrió.

Pierluisi tuvo que enfrentarse a los recodos que el Partido Popular interponía a través del cabildero republicano, Charlie Black, para eliminar el proyecto de toda consideración congresional. Los líderes populares sabían que la aprobación sería un golpe demoledor a la teoría de que el ELA es un estatus digno y garante de derechos al puertorriqueño. Los casos de Sánchez Valle, Franklin, Aurelius y Vaello-Madero, decididos por el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, en conjunto con la ley Promesa, socavaron lo que en una ocasión definieron como “lo mejor de dos mundos.”

El trabajo fue bajo circunstancias desiguales, pues con una comisionada residente que no tiene derecho al voto y un gobernador de un territorio donde los candidatos presidenciales no acumulan para el colegio electoral en cada elección general, la cuesta es empinada, pues en cualquier democracia del mundo toda política es local. (Véase a Tip O’Neill, All Politics Is Local: and other rules of the game) No solo el presidente de los Estados Unidos, también cada congresista recibe votos de los constituyentes de su distrito, no de otras jurisdicciones. Eso significa que en estos tiempos conseguir respaldo de miembros del Congreso para estos proyectos es otro escollo que hay en el camino.

Lo sucedido en 1952, con la adopción de la Constitución del ELA, y toda actividad congresional dada a partir de 1989, ha demostrado que los esfuerzos para conseguir la igualdad o cualquier cambio a la actual condición política es un trabajo que requiere tiempo. Todos los estados admitidos fueron bajo el manto del Destino Manifiesto, una idea de que los Estados Unidos es una nación con una misión providencial en la historia y que duró hasta comienzos de la década del sesenta del siglo pasado. (Véase a Anders Stephanson, Manifest Destiny: american expansion and the empire of right) Todo ello, como lo demostraron Alaska y Hawái —este, el único estado isla— fue decisivo en la lucha por la igualdad.

Como en la fundación de los pueblos o los partidos políticos a través de la historia, los actores principales son muchos. No es una sola persona el fundador, y ese es el caso de Pedro Pierluisi, quien estuvo todo el tiempo inmerso en los asuntos del proyecto y en conversación con congresistas y funcionarios de la administración Biden, y que algunos enemigos internos han querido escamotearle su participación, que fue decisiva en la aprobación de este proyecto logrando un peldaño más para el logro de la igualdad.

Este video es de 1988. Fue un programa en México donde estaban, además de Mario Vargas Llosa, Octavio Paz y Enrique Krauze. Fíjense la descripción que Vargas Llosa hace del PRI y el sistema político mexicano y compárenlo con los años cuando en Puerto Rico dominaba el Partido Popular, que quiso reescribir la historia y el dirigismo cultural; Divedco y el Instituto de Cultura, como ejemplos conspicuos.