Realidad Colonial: Lucha entre Biden y Trump – Por Dr. José M. Saldaña

Realidad Colonial: Lucha entre Biden y Trump – Por Dr. José M. Saldaña

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23 enero 2024

De entrada, quiero que sepan ustedes mis lectores que dada la realidad presente en la nación de la 

que somos ciudadanos, pero no votamos por los que nos rigen, actualmente no me siento miembro de ninguno de los dos partidos principales, Demócrata y Republicano. Ambos partidos tienen propuestas que apoyaría con mi voto si residiera allá, otras no. Ahora bien, hay que ser justo y racional pues recientemente hemos visto y escuchado a varios analistas y ciudadanos locales expresando su apoyo a Donald Trump para presidir nuevamente la nación por la “gran labor” que llevó a cabo en el orden económico durante su gestión. Señalan también como Biden supuestamente ha dejado deteriorar la economía. Cito aquí importante contenido de solo dos de muchos artículos escritos en prestigiosas revistas por economistas. Esta es la realidad y no la que quieren algunos que creamos.

¿Cómo le fue a la economía estadounidense con Donald Trump? Resumen de artículo en CNN en español por German Padinger

Los números duros:

Cuando Trump asumió la presidencia, el 20 de enero de 2017, la economía de Estados Unidos se encontraba en un período de crecimiento iniciado después de la Gran Recesión de 2009 y durante el Gobierno de Barack Obama, y en los siguientes 3 años de su mandato esta tendencia continuó.

El Producto Interno Bruto creció un 2.3% en 2017, un 2.9% en 2018 y un 2.3% en 2019, según datos del Banco Mundial. Luego, sin embargo, llegó 2020: en medio de las restricciones por la pandemia de covid-19, la economía cayó un 3.4%.

Se trató de la peor caída de la economía estadounidenses en 74 años, de acuerdo con Reuters.

Y si se mira más de cerca, el 2020 fue verdaderamente una montaña rusa: en el segundo trimestre, cuando el país y el mundo absorbían lo peor de la pandemia, la economía estadounidense se contrajo en forma anualizada un 31.4%, y luego rebotó un 33.4% en el tercer trimestre.

Trump recibió un PIB nominal a precios actuales de US$ 18.7 billones (a diciembre de 2016), y cuando entregó el poder el PIB era de US$ 20.89 billones (a diciembre de 2020). Esto equivale a un PIB nominal per cápita de US$ 57.866 al inicio de su mandato, y de US$ 63.027 al final, y ese resultado favorable, aún con la pandemia, es al que se aferra el expresidente.

El desempleo a fines de 2016 ascendía al 4.9%, y descendió al 4.4% en 2017 —el primer año de Trump en el Gobierno—, a 3.9% en 2018 y a 3.7% en 2019. Pero en 2020, como consecuencia de la fuerte caída del PIB durante la pandemia, trepó a 8.1% y las consecuencias se siguen sintiendo: unos 22 millones de empleos creados en los años anteriores se evaporaron (para fines de 2020 se habían recuperado 10.6 millones).

La pobreza en 2016, antes de la llegada de Trump, era de 12.7%, y luego comenzó a descender lentamente: en 2017 fue 12.3%, en 2018 de 11.8% y en 2019 de 10.5%. Mientras que en 2020 la pobreza volvió a subir al 11.5%.

La economía de Trump:

En 2018 Trump obtuvo su mayor logro legislativo al lograr que el Congreso aprobara un enorme paquete de recortes de impuestos, la base de su programa económico, que generó inicialmente una aceleración del crecimiento del PIB.

Pero esta aceleración llegó a un techo al alcanzar el pleno empleo, y luego comenzó a dar marcha atrás debido, en parte, a los muchos conflictos comerciales entablados por Trump con diferentes países del mundo, el más importante con China.Joe Biden

Además, Trump sumó un aumento del gasto -principalmente en Defensa y en los paquetes de ayuda económica frente al covid-19 – a su recorte de impuestos: el resultado fue un aumento de la deuda en unos US $ 7 billones durante su mandato.

Al inicio de su presidencia, la deuda constituía un 76% del PIB.  Al final, era del 105%.

Los años de Trump son también recordados por la tendencia alcista de los mercados de valores en Wall Street, en gran parte impulsados por las bajas tasas de interés, y estos movimientos generaron enormes ganancias en los estadounidenses más ricos.

De hecho, el índice GINI, que mide la desigualdad del ingreso (donde 0 es perfecta igualdad y 100 perfecta desigualdad), comenzó a subir desde la llegada de Trump al poder: fue de 41.1 en 2016, 41.2 en 2017, 41.4 en 2018 y 41.5 en 2019 (último año con datos).

Con información de Annalyn Kurtz, Tal Yellin, Gabby Orr, Steve Contorno, Matt Egan, John Harwood, y Anneken Tappe.

Biden supera a Trump en gestión económica:

En The Economist han pasado revista a este efervescente debate analizando varios indicadores relevantes para sostener o rebatir el órdago republicano. Biden sale mejor parado que su rival en materia económica. Incluso podría alardear de la inflación, ya que dejará el IPC muy próximo al límite del 2%, después de afrontar la mayor espiral de precios desde la crisis del petróleo de los ochenta.

Biden, además, puede exhibir que la economía ha eludido la recesión en 2023 y emite señales de resistencia activa que están prolongando el ciclo de negocios, con un dinamismo que alcanzó en verano el 5,2%, más propio de mercados emergentes con alzas salariales y pleno empleo. Trump únicamente consiguió elevar los ingresos al final de su mandato, mientras Biden ha revalorizado rentas y ha acabado con la Gran Dimisión -el fenómeno de renuncia a trabajar con retribuciones que no cubrían la calidad de vida de más de 11 millones de estadounidenses y que arreció tras la crisis sanitaria-, añadiendo mayor flexibilidad al mercado laboral que la lograda por su rival en su estancia en la Casa Blanca.

De hecho, el repunte nominal de los salarios ha sido de notable intensidad en los últimos cuatro años, aunque la inflación haya erosionado parte de su aumento. Esencialmente, por la constante creación de empleo y la riqueza sumada por Wall Street a empresas e inversores, que echa por tierra la aseveración republicana de que los demócratas “están en guerra con los negocios”. El retorno de beneficios de Biden no permite parangón con los de la Administración Trump. A pesar de la extraordinaria volatilidad de los mercados de capitales, la quiebra de media docena de sus bancos medianos o la lacra que para los inversores supone una inflación desbocada.

Además, el control presupuestario de Biden ha sido más fructífero. La doble rebaja fiscal de 2017 de Trump (Tax Cut and Jobs Act) drenó las arcas del Tesoro y dificultó la liberación financiera del programa de estímulos a hogares y empresas durante la crisis sanitaria. A lo que se unió el salto en las dotaciones destinadas a Defensa, de más de 750.000 millones de dólares en 2020, el valor del PIB de Taiwán, Polonia o Bélgica.

El gabinete demócrata tampoco suscribe un ajuste riguroso de las cuentas federales. La puesta en liza de subsidios a la relocalización de la industria y negocios verdes de la Inflation Reduction Act (IRA) y sus $465.000 millones de dólares, la Chips and Science Act y sus $280.000 millones de dólares para crear fábricas de chips o el billonario Plan de Infraestructuras que han generado 1 millón de empleos, han alimentado el déficit. Pero con correcciones anuales que la separan de la era Trump, incluso con obstáculos legislativos al techo de gasto y deuda provocados por las filas republicanas en el Congreso.

Aun así, el índice de aprobación de Biden es inferior al de Trump al comparar las trayectorias en el tiempo de sus respectivas administraciones. En gran medida, por los temores inflacionistas y, en otra porción substancial de votantes, por su política migratoria, que consideran laxa respecto a la que volvería a implantar su rival republicano. Aunque también subyace una amplia inquietud sobre si Biden, a sus 81 años, soportará otros cuatro años de cargo.

Todo ello ha difuminado los avances de las energías renovables en el mix eléctrico que ha llevado a Trump a criticar que el impulso al vehículo eléctrico es “una transición al infierno”, sin mención adrede alguna al pragmatismo de Biden con la industria petrolífera -el histórico lobby financiero del GOP- con el que ha prorrogado la producción fósil del país y ampliado el suministro de crudo en los mercados globales con sus reservas estratégicas y la práctica del fracking que tanto fervor crea en los estados petrolíferos y republicanos del sur, como Texas.

Ausencia de un Plan B demócrata

En condiciones de normalidad democrática, Trump y sus 91 acusaciones en diversos estados del país podrían vetar su aspiración presidencial. Pero son tiempos excepcionales de nacionalismo y populismo extremo con sus arcaicas recetas liberales. Dos de sus más fieles colaboradores, Larry Kudlow, antiguo director del Consejo Económico Nacional, y Kevin Hassett, que presidió el de Asesores Económicos, anticipan que, si vence Trump, la industria estadounidense obtendría un escudo tarifario del 10% que pagarían las manufacturas canadienses, mexicanas o japonesas en primer término.

También añaden que el America, first se completaría impulsando el decoupling con China, haciendo permanentes los recortes impositivos a contribuyentes y empresas que expiran en 2025, aumentando los controles de fronteras y suprimiendo toda ayuda federal a la transición energética o minimizando la fiscalización de instancias supervisoras.

Sin embargo, ante estas posiciones, Biden no parecen tener Plan B con el que empezar a recortar los 2,3 puntos que le saca su contrincante, según Real Clear Politics. En su formación temen una reedición de la victoria, por cinco puntos, de Trump en 2016 sobre Hillary Clinton, el diferencial que le dio las llaves de la Casa Blanca en 2020. Con sondeos como el de You Gov que revelan que el 55% de los americanos encuentra su edad como un “severo obstáculo” -incluido uno de cada cuatro demócratas-, y con la vicepresidenta Kamala Harris que solo inspira confianza al 36% de votantes y que podría caerse del ticket electoral en la nominación del partido en agosto.

Espero haber clarificado que Biden ha hecho una mejor labor que Trump con la economía. Aun asi, por distintas razones creo que ya los dos han dado lo que podían dar y a mi juicio es hora de un cambio. Me impresiona mucho Nikky Hailey y creo que de yo residir allá votaría por ella.

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