“En el país de los ciegos, el tuerto es rey”

“En el país de los ciegos, el tuerto es rey”

Por: Arturo J. Guzmán, Analista

No habían terminado de publicarse los resultados de la encuesta de El Vocero, cuando ya abundaban los análisis e interpretaciones que oscilaban entre lo erudito y lo simplista; lo evidente y lo iluso; lo certero y lo especulativo.

A cambio yo llegue a una conclusión sencilla: En Puerto Rico subsiste un segmento significativo de la población que no sabe lo que quiere y otro segmento, igualmente significativo, que sabe lo que quiere pero que es incapaz de aceptar que es imposible lograrlo a menos de que se enmiende la constitución de los Estados Unidos para acomodar las incongruencias de un partido político local que es inconsecuente e irrelevante para la nación y para nuestros conciudadanos en los cincuenta estados.

Es imposible explicar, y mucho menos comprender, cómo es posible que un pueblo que abrumadoramente expresa que desea mantener su nacionalidad y ciudadanía americana y aspirar a obtener al voto presidencial, simultánea y contradictoriamente favorezca el disparate del “Estado Libre Asociado Soberano” casi en igual proporción a los que favorecen la estadidad.

¿Son tan ignorantes o están tan engañados y ciegos, que no pueden comprender que el “ELA Soberano” se define como independencia con libre asociación y que no solo descartaría la dificilísima posibilidad del voto presidencial que requeriría una enmienda constitucional, sino que eliminaría de raíz la nacionalidad y la ciudadanía americana para las generaciones futuras?

La encuesta resume más de sesenta años de engaños, mentiras, representaciones falsas e ilusas que el Partido Popular ha logrado inculcar en la mente de parte del pueblo para crear la impresión de que es posible “peinarse y ponerse papelillos”. Es también el resultado de nuestra culpa colectiva al delegarle a los partidos políticos la solución al problema de la sumisión colonial, y  nuestro fracaso en aceptar la realidad de que para los partidos políticos las victorias electorales predominan por sobre las ideologías.

El deterioro y la desintegración política impiden que nadie, absolutamente nadie, tenga suficiente credibilidad con la mayoría del pueblo para poder llevar a cabo una campaña educativa que revele las verdades y principios inherentes a cada una de las opciones viables de status. Por lo tanto las consultas plebiscitarias que debían ser ejercicios intelectuales se convierten en procesos emocionales donde todas las partes pierden.

Pero existe algo peor: Los políticos quieren brindar impresiones favorables y positivas para no sufrir el mismo castigo del proverbial mensajero y evitar que les acusen de “sembrar el miedo”, por lo que rehúyen cumplir con su obligación de prevenirnos del impacto destructivo que nos destina el futuro.

Debemos de tener miedo e internalizar que este proceso plebiscitario, cual imperfecto, es una de las pocas oportunidades remanentes para poder resolver nuestro predicamento político-económico. Sin considerar preferencias ideológicas, la verdad es que nuestro sistema actual está colapsando vertiginosamente. Antes de lo que el pueblo pueda anticipar, lo que está aconteciendo en Grecia nos parecerá una pequeña muestra de lo que nos depara el futuro si no promovemos el cambio.

No hay opciones fáciles, ni derechos que no demanden deberes, pero no se puede forjar el futuro fundamentándolo en la mentira. Por eso lo que nos quedaría por establecer es si el PPD aceptará a Alejandro como otro ciego o como su tuerto.