La doctrina de la inferioridad
La doctrina de la inferioridad
Por: Arturo J. Guzmán, Analista
La historia de los pueblos demuestra amplios precedentes de sociedades en las que su población se ha dejado engañar o han sido engañados hasta el extremo de adoptar doctrinas fundamentadas en explotarlos y convencerlos de su inferioridad.
Estadidad AHORA
Ese es precisamente el caso del PPD y de un segmento numeroso del pueblo Puertorriqueño. Aparte de consideraciones sicológicas y sociológicas se hace difícil de entender, e imposible de justificar, como conciudadanos pueden ser manipulados al extremo de acoger una ideología que les obliga a aceptar y conformarse con la inferioridad ciudadana, política, social, educativa, y económica.
Durante las dos últimas décadas del siglo XX y lo que ha transcurrido del presente, se han ido revelando y documentando las mentiras y engaños en la doctrina y postulados del PDP. Sabemos, y podemos documentar mucho más allá de la duda razonable, que el llamado “Estado Libre Asociado” no es más que un nombre y no un status político; que Puerto Rico nunca ha cesado de ser un territorio “no incorporado” de los Estados Unidos sujeto a los poderes plenarios del Congreso; que nunca ha existido un “pacto bilateral” porque la Constitución no lo permite; y que la constitución territorial permite un grado menor de autonomía que la que incluyen las constituciones estatales.
Estos factores prueban la fragilidad de la relación entre los Estados Unidos y Puerto Rico. Aunque en el presente sería improbable, tenemos que reconocer que el Congreso tiene el poder para disponer del territorio a su discreción. Es innegable que su potestad se extiende a poder ceder o traspasar la soberanía de Puerto Rico a otra nación, como por ejemplo devolvérsela a España.
El Congreso tiene el poder para rescindir o enmendar unilateralmente la constitución de Puerto Rico, como también la de revocar la nacionalidad y ciudadanía americana de los puertorriqueños prospectivamente y sin tener obligación alguna de anunciarlo previamente.
¿Entonces, que nos queda? La respuesta, brutalmente sencilla, es que nos queda exactamente lo mismo que tuvimos desde 1898 y anteriormente bajo la colonia española y lo que ha fomentado y mantenido al PPD: La inferioridad.
Se nos violan los cánones de igualdad ciudadana que le garantiza la Constitución a otros ciudadanos; se nos restringen nuestros derechos civiles, se aplican leyes aprobadas sin representación en el congreso; servimos en las guerras por órdenes de presidentes por los que no se nos ha permitido votar, y en general se nos trata no como conciudadanos sino como casos no meritorios por derecho sino por caridad.
La nación “más democrática del mundo” nos somete a un régimen de “benign apartheid” y aquí los seguidores del PPD apoyan el sometimiento y la inferioridad y marchan alegres a un destino desconocido y sin esperanza como marcharon millones de víctimas a las cámaras de gas creyendo el engaño que solo iban a ducharlos.
Tendrá que llegar el día que este pueblo se levante por sus propia condición y mérito para demandar la igualdad no con fanfarronerías ni falsos complejos de superioridad que reflejan lo contrario, sino con la dignidad y el derecho propio de su nacionalidad y ciudadanía americana, como lo hicieron todos aquellos que no estuvieron dispuestos a vivir de rodillas. Finalmente, los que no lo hagan se darán cuenta de que los enanos no crecen.
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