Melinda Romero: Más terca que su padre

Melinda Romero asegura que es más terca que su padre

 (Primera Hora / Gerald López-Cepero)

sábado, 5 de mayo de 2012
Nydia Bauzá / Primera Hora

Le apasionan la política y los caballos tanto como a su padre, aunque dice que es “más terca” que él. Sabe como piensa su progenitor y él sabe como piensa ella. Tienen la misma forma de hablar: agitada y acortando las palabras.

Melinda Romero Donnelly se parece tanto a su papá que no le molesta que la llamen “potrita” o “potranca”. Al contrario, le agrada el mote político que heredó del ex gobernador Carlos Romero Barceló, a quien le halaga que le digan “el Caballo”.

“El equino es un animal noble, leal, trabajador”, dice la senadora estadista, a quien entrevistamos en una brillante tarde en el establo de la Hacienda 8A, en Juncos.

“Yo vengo aquí prácticamente dos veces por semana. Mi nena coge clases y mi sobrina Michelle da clases aquí. Es cuestión de apagar el teléfono y hacerse el desentendido”, dice a Primera Hora.

La conversación fue interrumpida de pronto por un pacatá, pacatá. Era Barlovento, un pura sangre que nos pasó al frente a todo galope. El caballo acababa de tumbar a su hija Kathleen. La senadora salió corriendo para saber cómo estaba la adolescente, pero afortunadamente fue una de esas caídas normales en el deporte ecuestre.

Barlovento es “uno de esos caballos rescatados del hipódromo”, cuenta la senadora.

“Vino con el nombre. Creo que es la combinación perfecta porque soy amante del mar y de los caballos”, afirma.

“Yo montaba de adolescente, pero uno siempre que llega aquí está loco por montarse. Eventualmente yo termino montá en Barlovento”, dice.

Melinda Romero aprendió a montar en el Centro Ecuestre, en Santurce, cuando tenía 11 años. “Teníamos amistades que montaban. Mi papá siempre ha sido fanático de todo tipo de deporte ecuestre. Mis hermanos desde pequeños montaron. Es como algo natural en casa (ríe)…”, sostiene.

Cuenta que su hija también mostró afición por los caballos desde pequeña. “Mi sobrina Michelle es jinete y ahora es entrenadora, pero compite desde pequeña y mi hija quiere ser como ella”, dice.

“Tengo tres hermanos varones, -Carlos, Andrés y Juan Carlos-, y todos hemos sido ecuestres en un momento dado. Yo competía en la escuela y me gané un tercer lugar”, relata la legisladora.

Además de acompañar a su hija de 13 años a las actividades ecuestres, Romero Donnelly saca tiempo para llevar a su hijo Christopher, de 11 años, a las prácticas de baloncesto, soccer y voleibol. “En eso pasamos la mayor parte del tiempo los fines de semana. Cuando no, tratamos de darnos unas escapaditas a la playa. Nos gusta mucho ir a La Parguera, o si no, nos quedamos en casa”, sostiene.

¿Cómo es su relación con su papá?

Una de las cosas que nosotros tenemos es que mi papá sabe exactamente quién yo soy y yo sé exactamente quién es él.

¿Como dos gotas de agua?

Somos un hombre y una mujer, pero de una sola gota. Somos ‘dos jueyes machos’, como dicen por ahí. Somos igual de tercos. Hasta a veces yo soy un poquito más terca que él, pero nos llevamos superbién. Tenemos una excelente relación. Con la llegada de los nenes, él ha entrado en otra etapa: la de los abuelos. Es un alcahuete de primera. En un día ha llevado dos veces a los nenes a comer mantecado.

También describe como “perfecta” su relación con su madre, la ex primera dama, Kate Donnelly, quien igualmente le da la mano con los nenes.

La política le empezó a gustar a Melinda Romero cuando estaba en cuarto año de escuela superior. “Mis compañeras y yo nos metíamos en cualquier caravana que encontráramos. Teníamos banderas de los tres partidos en el carro. Recuerdo una vez que me llevaron y fui feliz y tranquilamente al Festival de Claridad y allí yo gocé muchísimo. Son cosas que poco a poco me fueron envolviendo, pero ya yo tenía libertad. No es que pudiera hacer lo que me diera la gana, pero tenía mis 18 años”, afirma. Estudió en la academia San José y se graduó de Saint John School. Luego estudió administración de empresas en Texas Christian University y en la Universidad de Miami.

Cuando era nena, quería ser veterinaria, pero no compaginaba con las ciencias.

A los 19 años se empeñó en ser policía. No se lo dijo a su papá, pero él se enteró.

“Nunca me lo recriminó, pero en la misma Policía no me lo permitieron”, sostiene.

¿Por qué quería ser policía?

Aunque yo no soy hija de un policía, nací y me crié rodeada de ellos y ciertos aspectos de mi vida, de la persona que yo soy, me los forjaron ellos. Eventualmente, lo que me hizo elegir la política partidista es lo que me giró hacia eso. Es una pasión y una admiración que siento por ellos de toda la vida.

Le gusta leer historias fantásticas, muere por el sushi, escucha música clásica y ópera, pero le encanta la “salsa gorda” de Gilbertito Santa Rosa y de El Gran Combo.

Admira a la ex primera ministro británica Margaret Thatcher y al salubrista José Vargas Vidot. “No lo conozco, pero lo admiro por su entrega absoluta”, dice.

No admira al emperador romano Julio César, pero dice que se puede aprender de sus defectos de poder. “Es un personaje que enseña lo que es la codicia del poder, las grandes desventajas. El que viene a servir al pueblo tiene que servir. No hay manera que uno pueda sobrevivir cuando se dedica al abuso”, dice mientras caía la noche.

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