Seminarios: De la colonia a la estadidad VIII

De la colonia a la estadidad VIII

4 de junio de 2012 – OpiniónPolítica – 

Parte 10 de ‘La Nueva Escuelita Estadista’

Entre las principales mentiras que constantemente cotorrean los líderes del PPD, tanto en Puerto Rico como en el Congreso, se destaca el afirmar, sin probar, que el ‘ELA’ ha triunfado en todas las consultas sobre status; que ha sido la única fórmula preferida del electorado por los pasados 60 años. Eso es falso. Mire, si bien el ‘ELA’ logró un respaldo considerable en el referéndum de 1951 y el plebiscito de 1967, ya en 1993, los resultados del plebiscito hicieron patente que el ‘ELA’ no contaba con al apoyo de una mayoría absoluta de los puertorriqueños y advino ilegítimo como régimen político. Esa fue su primera gran derrota. Más aun, considere que en el plebiscito de 1998 se demostró que prácticamente nadie apoyaba al ‘ELA’ en sus diversas expresiones para esa fecha. En esa consulta, además, la Estadidad emergió como la alternativa preferida de los puertorriqueños, por mucho, entre las opciones de cambio para poner fin a nuestra condición de inferioridad política. Vamos a los detalles.

El plebiscito de 1998 fue consecuencia del proceso bipartidista que comenzó en el Congreso con la iniciativa del presidente Bush, padre, y que para 1997 se concretaba en el llamado Proyecto Young. La importancia de ese proceso, como expliqué en mi columna anterior, es que gracias al mismo se fue definiendo en el Congreso, con la participación de ambos partidos nacionales -el Republicano y el Demócrata- una política pública bipartita sobre el asunto del status de Puerto Rico. En una columna por venir discutiré en detalle el contenido de esa política bipartita. Baste por ahora señalar que, en cuanto a lo procesal, no producirían resultados que tuvieran validez y eficacia congresional aquellas consultas en las que se presentaran opciones de status sin definiciones, como en 1967, o con definiciones amañadas, como en 1993. Para tener validez en el Congreso, las opciones que se presentaran al Pueblo tenían que ser válidas, tanto desde la perspectiva del Derecho Internacional púbico y como del Derecho Constitucional americano.

El plebiscito bajo el Proyecto Young les hubiera presentado a los puertorriqueños unas definiciones descolonizadoras y “el ELA como existía” de naturaleza territorial y transitoria. Las opciones para una verdadera consulta al Pueblo estaban listas. El Pueblo estaba presto a definir su futuro… pero “no contaban con su astucia”… los líderes del PPD, respaldados por el dinero de las 936, lograron descarrilar el Proyecto Young en el Senado federal por obra del senador racista Trent Lott. Así frustraron de nuevo el deseo y el derecho de los puertorriqueños a tener un régimen político que de verdad tuviera el consentimiento de los gobernados. No quedaba entonces, más remedio que legislar localmente para aprovechar la definición congresional de las opciones. Así se cumplía la promesa a esos efectos del programa de gobierno del PNP para las elecciones de 1996.

En ese plebiscito, la presente condición de inferioridad política, “el ELA como está”, fue derrotado monumentalmente. Solo obtuvo el .06%, 993 votos de los 1,566,270 votos emitidos.  Todos abandonaron el barco que se hundía. La libre Asociación (el ‘ELA Soberano’ de ahora) obtuvo 4,536 votos para un .29%, cinco veces más votos que “el ELA como está”. Juntos, ambos ‘ELA’ no captaron ni siquiera la mitad de un por ciento de los electores. La Independencia con 39,838 votos, el 2.6% del total, obtuvo siete veces más votos que todas las formas de el ‘ELA’, juntas. ¡Qué derrota!

Sin embargo, los líderes del PPD reclamaron la victoria. ¿Qué cómo? Mediante el truqueo, como siempre. Conscientes de antemano de que, con una papeleta que reflejara la verdad sobre las opciones de status y sin poder incluir fórmulas falsas, habrían de ser derrotados, los líderes del PPD y de la colonia recurrieron al Tribunal Supremo para tergiversar la consulta. Los jueces aliados en ese alto foro ‘legislaron’ la solución para proteger al ‘ELA’, alterando la papeleta de tal manera que cambiara todo el sentido de la consulta. Introdujeron en ella una ‘Quinta Columna’ en la que consignaron una ‘no opción’, “ninguna de las anteriores”. En ella, los electores podrían expresarse sobre otras cosas que no fueran las opciones reales de status, sino asuntos de política pública (e.g., la venta de la Telefónica) y a\un eventos naturales (e.g., la frustración por los estragos del huracán Georges).

Así, aunque en realidad los Populares votaron de manera que rechazaron a ambos ‘ELA’ al escoger “ninguna de la anteriores”, reclamaron el triunfo por esta lograr más votos que las otras opciones. En ese voto de rechazo, se les unieron un grupo sustancial de independentistas desafectos al PIP (calculado en no menos de 2% del electorado) y otro grupo también sustancial de personas que deseaban expresar su rechazo al gobierno PNP. Juntos, amasaron 787,900 votos, el 50.3% del total. Habían logrado que la mitad de los electores se confundieran al punto de negarse a sí mismos el derecho a afirmar su deseo, su dignidad y su progreso y, que en el proceso, le negaran ese derecho a la otra mitad de los electores. ¡Qué vergüenza!

Desgraciadamente para ellos (y para nosotros) lo que hicieron fue consignar las grandes contradicciones de la condición y de la mentalidad colonial. Con su voto volvieron a darle vida, ahora por inacción, a la condición de indignidad política. Su estrategia principal fue crear confusión; pues aquellos que se oponen a lo que es correcto, a lo que es beneficioso, a lo que es el futuro, no pueden triunfar, solo pueden impedir que triunfe la bondad creando confusión. Nunca es posible argumentar lógicamente a favor del error, de la indignidad o el progreso. Por lo tanto, los que favorecen esas maldades solo pueden distorsionar lo que es verdadero, crear dudas sobre lo que es cierto, hacer que el electorado actúe a base de pasiones descarriadas y sobre asuntos que no estén siendo considerados.

Esta lección los estadistas tenemos que tenerla clara: los que generen confusión en la consulta de status, sean quienes sean, los que rompan la unidad, los que sin tener la autoridad insistan imponer ‘de todos modos’ su manera de ver las cosas, son enemigos de la Estadidad.

Así en 1998, la infame coalición ‘ningunista’ saboteó para todos el proceso decisional; pero quedaba una reserva de dignidad entre el electorado de Puerto Rico: los 772,531 electores que votaron por fórmulas descolonizadoras. Entre estos, el 94% favoreció la Estadidad, demostrando claramente cual es la opción descolonizadora que tiene un apoyo contundente.  Entrabamos en nuevo territorio. A pesar de los trucos, avanzamos en la ruta ‘De la Colonia a la Estadidad’.

Comentarios a GarrigaPico@Yahoo.com

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