Valores

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Por: Arturo J. Guzmán

No tengo el gusto de conocer a la familia de Stefano Steenbakkers Betancourt, pero no necesito conocerles para expresarles mi solidaridad y compartir su tristeza por la irreparable pérdida de su excepcional hijo en un acto despiadado que revela la cobardía y bajeza de sus asesinos.

Según he leído, Stefan no salía de una discoteca, de una fiesta, de consumir bebidas alcohólicas o mucho menos drogas. No, el joven correcto y cariñoso que se nos ha descrito regresaba de despedirse de familiares antes de partir a estudiar en Holanda.

Esa noche otro joven decidió que necesitaba un carro pero no pensó en adquirirlo con el esfuerzo y sudor de su frente, trabajando, haciendo sacrificios, ahorrando. No, necesitó un carro y llamó a un amigo para que le acompañara a robárselo.

Y así por destino coincidieron con Stefano como pudieron haber coincidido con cualquier otra persona. Vieron un vehículo de lujo, les gustó y decidieron que ese era el que querían. Comenzaron a chocarlo para que se detuviera y Stefano trató de escaparse. Por el resultado de los impactos los asaltantes tienen que haber sabido que ya no podrían robarse el vehículo, pero a pesar de ello decidieron, “Él no va a parar y no voy a perder más tiempo. Ese tipo no respeta y pagará por eso”. Vilmente lo asesinaron.

Gracias a su propia valentía antes de morir Stefano pudo trasmitirle a un familiar el número de la tablilla del carro de los asaltantes, y en un corto período de tiempo los capturaron y ya están presos. Estos despiadados asesinos, contrario a las aseveraciones de la izquierda son producto de la degeneración que han fomentado los programas federales y locales de beneficencia pública implementados incondicionalmente sin restricción ni término.

Se ha creado una clase ciudadana que por su condición económica y a veces social se les ha inculcado que la sociedad, no ellos,  es la única culpable de su situación y que por tanto es responsable de compensarles porque son  merecedores de todo a cambio de nada y que tienen total impunidad hasta para cometer actos criminales que la izquierda justifica y disculpa como el resultado de ser “víctimas” de las clases más pudientes. Los ricos son los culpables…

Como he señalado anteriormente nadie ha podido contestar cómo es posible que hace sesenta años cuando no existían programas socialistas de asistencia pública que estimulan la irresponsabilidad y el ocio, el crimen y el vicio, los índices de pobreza eran mucho mayores a los de hoy en día y sin embargo la criminalidad era prácticamente inexistente.

La realidad es que en esa época las familias pobres y humildes criaban a sus hijos de una forma responsable, con integridad y dignidad, y con la voluntad inquebrantable de que el trabajo honesto era el pasaporte a una vida y un porvenir mejor. Existen miles de ejemplos de personas de origen pobre que han logrado sobresalir y ser ejemplo en nuestra sociedad.

Sin embargo coincido con un demagogo de izquierda que afirmó que todas las vidas, sin distinción de clase, tienen el mismo valor. Es por eso que demando la pena de muerte para los asesinos de Stefano para demostrar que sus vidas tienen exactamente el mismo valor que le dieron ellos a la vida de su víctima.

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