De buenas a primeras, los Cápsulas, los Millones, los Papito Class, los Marcian, los Coquito, los Ñoño, los Pekas, los Bin Laden y los Torres de Sabana, son más importantes que las víctimas llamadas Stefano, Julián, Francheska, Carmen Paredes, Jean Daniel, Lorenzo y Karla.

Hace décadas apunté que este País es el mundo bizarro, donde todo está de cabeza y al revés. Tomemos la defensa a ultranza que el periodismo imperial, el Partido Popular y los sectores de izquierda han planteado para proteger los derechos civiles de los criminales. En su esfuerzo por defender lo indefendible, esos sectores han pintado a la Policía como un cuerpo militar de asesinos que tiene carta blanca para matar ciudadanos, limitar los derechos de expresión y coartarle sus derechos a estar sueltos como cabete en la libre comunidad después de haber sido acusados.

La degeneración de los valores ha llevado a estos alcahuetes del crimen, a sostener que los derechos de los narcotraficantes, sus sicarios, los usuarios de drogas, los asesinos domésticos, los ladrones, los escaladores, los violadores, los agresores, los prófugos, las mulas y los malhechores, son más importantes y pesan más que el derecho a la vida, la integridad corporal y la propiedad de sus víctimas. De buenas a primeras, los grandes bichotes, los Cápsulas, los Millones, los Papito Class, los Marcián, los Coquito, los Ñoño, los Pekas, los Bin Laden y los Torres de Sabana, son más importantes que las víctimas llamadas Stefano, Julián, Francheska, Carmen Paredes, Jean Daniel, Lorenzo, Karla y cientos de miles de conciudadanos que han sido víctimas del más de millón de delitos y los más de 10 mil asesinatos cometidos en Puerto Rico en los últimos 12 años.

Los sociólogos, defensores y llamados ‘expertos’ citados por la Prensa, repiten una y otra vez que el castigo severo no funciona y que la criminalidad es la reacción natural del Pueblo a la violencia y a la desconfianza que la Policía ha sembrado entre sus ciudadanos. Según esa Prensa, los malos aquí se llaman Pedro Toledo, Figueroa Sancha, Fraticelli, Héctor Pesquera, Millo Díaz, el FBI, el NIE, agentes, fiscales y jueces, y las víctimas violadas son los pobrecitos criminales.

Nada importan las estadísticas del terror que comprueban, más allá de duda razonable e irrazonable, que en Puerto Rico los criminales campean por su respeto y que desde hace décadas vienen aterrorizando a la vasta mayoría de un Pueblo bueno, honesto, humilde y trabajador. Así, por ejemplo, no cabe duda de que somos la tercera puerta de entrada de la droga a Estados Unidos. Somos también, la capital de asesinatos en términos per cápita y tenemos más homicidios que los narcoestados. El año pasado en México, con una población de 103 millones de habitantes, se perpetraron sobre 10 mil asesinatos, mil por cada 10 millones. En el ELA se perpetraron cerca de 1,200 asesinatos, más de mil por cada 3.7 millones.

Los alcahuetes de la criminalidad no dicen que hoy tenemos poco más de la población que teníamos en los años 50. Y que entre el año 1952 y el año 1959, los asesinatos en la Isla fluctuaban entre 163 y 122 anuales. Hoy en día esa cifra es siete veces mayor con la misma población. Como territorio no incorporado, el ELA tenía un índice menor de criminalidad que bajo el sistema policiaco cívico militar creado bajo el ELA. Con una diferencia fundamental…

Ahora la degeneración del crimen no tiene linderos ni se limita a la guerra entre sicarios y bichotes por los puntos de droga. Hoy, matan a mansalva. Intercambian fuego en autopistas y avenidas, te asaltan al salir del centro comercial, rompen a marronazos las paredes y rejas de tu casa y no les basta con robar; los asesinatos de mujeres por parejas bestializadas son la orden del día. Somos la capital del ‘carjacking’ y los ‘homejackings’ de Estados Unidos. No hay refugio seguro. Ni la casa, ni el trabajo, ni la calle, ni la avenida, ni el centro comercial, ni la tienda, ni la floristería, ni el cuarto donde se duerme, ni el patio o comedor de tu casa con el floreteo de las balas perdidas. Y es contra esa realidad, que los alcahuetes de los criminales pretenden convencernos de que las víctimas son los victimarios y de que el criminal merece más protección que los indefensos ciudadanos.

La degeneración de nuestra Prensa ha llegado al punto de criticar el error que cometieron las fiscales de Fajardo por no radicar con el lenguaje exacto un pliego acusatorio que le duplicaba la pena a un asesino de pareja, pero a la vez, critican el nuevo Código Penal porque aumenta las penas en casos de violencia. Estos son los mismos sectores que desacreditan y socavan el trabajo de la Policía y del FBI, pero que les exigen que nos protejan. Son los mismos, que critican el récord de asesinatos, pero se oponen a la pena de muerte. Los mismos que critican a los jueces por excarcelaciones tempranas y planes de desvío, pero que se oponen a que se les limite la fianza a los asesinos. Son los mismos que critican la falta de chalecos de la Policía y, a la vez, critican el uso de la fuerza letal en defensa propia por los policías. Critican los golpes a la mujer y aplaudieron los golpes a una rectora. Critican la falta de vigilancia y se oponen a los guardias en el campus y a las cámaras de seguridad. Yep. Son los mismos que tildan las pruebas de drogas como invasivas. Los mismos que critican la remodelación de caseríos cuando los bichotes del punto protestan. Los mismos que llevan décadas destruyendo reputaciones de los jueces, de nuestros fiscales, de la Policía, del FBI, del Departamento de Justicia y que todos los días se dan golpes de pecho en defensa de la fuerza bruta animal.

Ese es el libertinaje de prensa en defensa de los ‘derechos civiles’ de los que matan y roban. Solo en Puerto Rico, mister, los malos son los buenos y los buenos son los malos…