La violencia que sería la independencia I

NR – Los de la Libre Asociación/ELA Soberano/Separación presentan un Puerto Rico sin Agencias Federales pero con todos los fondos de los EUA. Pero seria volver al 1898, a ser el Puerto Pobre mas pobres que Haiti, o al menos como Cuba o Santo Domingo.

La violencia que sería la independencia I

17 de septiempre de 2012 – OpiniónPolíticaPuerto Rico – 

Parte 24 de “La Nueva Escuelita Estadista”. Dedicada a los jóvenes que de buena fe son independentistas.

EL VOCERO / Archivo / Sebastián Márquez

Jóvenes, hacer a Puerto Rico una nación separada e independiente acarrearía una gran cantidad de violencia personal y colectiva. No, no me refiero a desórdenes en las calles, aunque en la república pudieran generarse manifestaciones multitudinarias y violentas como las que hoy en Chile amenazan con destruir ese país. Tampoco me refiero a una guerra civil como la que hay en Siria, aunque viendo la gran cantidad de violencia que ha desplegado el liderato del PPD en estos días, uno no quiere imaginarse hasta qué extremo pudieran llegar en una república.

Me refiero más bien a la violencia que representarían las consecuencias de la independencia como: la destrucción de la economía y reducción de nuestro estilo y nivel de vida; la reducción en los servicios médicos, educativos y sociales que sobrevendría; la separación de las familias puertorriqueñas de sus miembros que residen en los estados; y la desprotección de los derechos de los ciudadanos americanos que resultaría de la salida de Puerto Rico de la fiscalía y el tribunal federal y de las agencias de ley y orden federales; y otras más que veremos luego.

Algunas personas, especialmente los jóvenes, inflamados por el amor que todos sentimos por nuestro terruño borincano y nuestros hermanos puertorriqueños, se ven inducidos al error de pensar que, por tener esos sentimientos, tienen que favorecer la independencia para Puerto Rico. La deducción es equivocada. Por amor a Puerto Rico y los puertorriqueños lo que debemos hacer todos es favorecer la estadidad que es la opción de status que nos asegura los mecanismos y recursos para conservar el ambiente, la infraestructura y la economía de nuestra isla y promover el bienestar y los derechos de los que la habitamos.

Consideren, por ejemplo, que en la última década nada más, los azares y desventajas de la condición territorial-colonial nos ha costado la emigración de más de medio millón de puertorriqueños que han ido a buscar su bienestar a los estados. Con ellos se han llevado la educación que les dimos aquí, su capital, lo que heredaron de sus padres y, lo más preciado, sus hijos, en quienes teníamos cifrado el futuro de nuestra patria.

Nadie los puede culpar. Estaban esperando la estadidad, es decir, los empleos, los beneficios completos de los programas federales para sus padres enfermos o sus hijos con impedimentos, mayores fondos para la educación, carreteras y viviendas junto con un mayor poder político. Como la estadidad no les llegó, se fueron a buscarla y disfrutarla a algún estado. Desde allá sueñan con estar con nosotros en la isla pero las condiciones de la colonia no les hace posible volver.

A la república menos regresarían. Porque, no nos engañemos, si como hemos podido constatar, la condición territorial-colonial que vivimos es mala para Puerto Rico, peor sería la independencia. En esta y próximas columnas quiero detallarles las consecuencias nefastas que tendría la independencia.

Comencemos con la economía. Desde 1900, Puerto Rico es una región de la economía de Estados Unidos, no una economía nacional separada como equivocadamente parecen pensar algunos, incluyendo connotados economistas, cegados por sus gríngolas ideológicas. No tienen en cuenta los hechos: la Ley Foraker de 1900: 1) colocó a Puerto Rico bajo el poder del Congreso para regular el comercio, y del Presidente el poder para incluirnos en todos los tratados económicos que celebrara como han hecho desde entonces; 2) nos incluyó dentro de la zona aduanera americana como cualquier estado; 3) estableció el libre comercio de manera idéntica a los estados entre ellos; y, 4) hizo el dólar la moneda de curso legal exclusiva. Como tal, los puertorriqueños hemos contribuido y nos hemos beneficiado de la economía nacional americana como parte de la misma aunque desgraciadamente no somos un estado, y, eso nos pone en una desventaja comparativa frente a los estados.

Sobre este último punto tengo mucho que añadir en mi próxima columna. Sólo baste por ahora recalcar la gran violencia a nuestras instituciones, procesos económicos y al bienestar de cada uno de nosotros que sería un proceso separatista que invalide toda la legislación federal que organiza nuestro comercio, limite nuestro libre comercio y el libre tránsito de nuestros trabajadores a los estados, reduzca hasta llegar a extinguirse los incentivos federales a las empresas locales y se nos imponga una moneda para sustituir el dólar. Sin duda, eso traería la debacle de la economía de la isla, uno de los aspectos de la violencia que sería la independencia. Continúa.

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