“Ha hecho lo que nadie se ha atrevido en décadas; fundar un partido de y para los trabajadores”

En Puerto Rico es raro ver a intelectuales y académicos en la política partidista. Eso, prácticamente, es campo ocupado por el ciudadano común. Hasta los abogados, antaño mayoritarios en el quehacer político, están siendo desplazados en este ambiente zoológico nuestro.

En el pasado vimos a reconocidos académicos que dejaron huella indeleble en el pensamiento intelectual puertorriqueño, desempeñando papel protagónico en la palestra pública de las ideas y las acciones políticas. Bolívar Pagán, miembro del Partido Socialista de Santiago Iglesias Pantín y sustituto de este como comisionado residente en Washington, fue miembro de la Academia Puertorriqueña de la Historia, y un historiador prolífico. Autor de la Historia de los Partidos Políticos en Puerto Rico, libro escrito como testimonio y como testigo presencial que fue de los acontecimientos de su época.

José Agustín Balseiro, hombre de vasta cultura, fundador de la Academia Puertorriqueña de la Lengua, profesor, escritor y crítico literario, ampliamente reconocido en el mundo hispano, estuvo como líder activo dentro del movimiento estadista. Fue senador por el Partido Unión Republicana y aspiró a su presidencia. De Balseiro, como de otros estadistas contemporáneos suyos con orientación académica, podemos decir que enfilaron “su norte al nuevo modelo norteamericano mientras las letras reclaman su lugar en la larga tradición hispánica”. (Véase María Elena Rodríguez Castro, ‘Ley y Letras en el senado de Puerto Rico’. En Ensayos de Historia Institucional).

El filósofo, médico, erudito y legislador Rafael Arrillaga Torrens tuvo labor destacada en la década del 40. Cuando Luis Muñoz Marín le dijo al Pueblo: “¡Hace falta un hombre”; de inmediato ingresó al Partido Popular Democrático. Fue autor de un libro sobre la filosofía griega, publicada por la Editorial Revista de Occidente en España, y miembro de la Academia Puertorriqueña de la Lengua hasta su muerte en 2006.

También protagonizó altos vuelos en las refriegas políticas de los años 40 y 50, Manuel Méndez Ballester; escritor y dramaturgo entre sus obras estánTiempo Muerto y Las Turbias Aguas del Pasado. Poseía un dominio impresionante del cinismo fino en la prosa periodística. Luego de salir del trajín político fungió como columnista y analista político en varios periódicos.

En las últimas décadas son escasos los académicos e intelectuales participando dentro del fragor político. Los pocos casos los hemos visto, mayormente, en la candidatura a la gobernación. Algunos vinieron de la Academia y se quedaron en la política, otros regresaron. Antonio J. González salió de la Academia para aspirar a la gobernación por el Partido Independentista Puertorriqueño en las elecciones de 1968 y por el Partido Unión Puertorriqueña en 1972.

Rubén Berríos Martínez ha estado entre la Academia y la política por muchos años, y por casi igual número de años ha presidido su partido. Ha sido senador en tres ocasiones y candidato a gobernador en cinco. Sigue como profesor de Derecho en la Universidad de Puerto Rico. Fernando Martín es otro académico que ha incursionado en el campo político. Igual que Rubén ha sido senador y aspirante a la gobernación en dos ocasiones por el Partido Independentista Puertorriqueño. Sigue como Catedrático de Derecho Administrativo en la UPR.

Pedro Rosselló también vino de la Academia. Fue profesor de Medicina en la facultad de dicha disciplina en la UPR y se distinguió por sus escritos e investigaciones en el aspecto científico. Fue gobernador de Puerto Rico por ocho años. Igualmente de la Academia vino Carlos Pesquera. Fue profesor de ingeniería en el Recinto Universitario de Mayagüez y aspiró a la gobernación por el Partido Nuevo Progresista en 2000.

Ahora incursiona Rafael Bernabe. Autor y profesor destacado, y un pensador crítico y de profundidad. Entre sus múltiples publicaciones están: Respuestas al Colonialismo, La Maldición de Pedreira y Puerto Rico in the American Century. Este último en coautoría con César Ayala. Rafael Bernabe, junto a otros –intelectuales y sindicalistas, como Felix Córdova Iturregui y Eva Ayala, respectivamente–, ha hecho lo que nadie se ha atrevido en décadas; fundar un partido de y para los trabajadores. Que todos lo somos, por supuesto. Como lo es, incluso, el que vende periódicos en el semáforo.

El discurso de Bernabe es claro y lo ejecuta con brillantez y honestidad. Su proyecto se dirige a ocupar un espacio político como trinchera de defensa de los trabajadores. Lo que no ha hecho ninguna unión obrera ni ningún partido político. Rafael Bernabe y el Partido del Pueblo Trabajador son un fenómeno político y sus efectos están por verse. De quedar inscritos influirían sobremanera en toda legislación obrera que se presente.

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