A zafarse del colonialismo

NR – Hay que rebuscar como aguja en un pajar para que en los rotativos FR aparezca algo positivo a favor de la Estadidad. Ahora se dedican a publicar criticas rebuscadas y pequeñeces para mantener viva la campana de AGP cuando lo han tenido que esconder de nuevo al enterarse el Pueblo de Puerto Rico que no piensa, sini repite lo que alguien desconocido le dicta mediante TeleTonter o por AudioTonter. Pero en nada sobre los viajes de AGP que son Mil Veces peor al de Héctor Martínez a quien El Nuevo Día y Primera Hora lincharon con una docena de primeras páginas y miles de pulgadas columnares. Es que el odio de Albi a su Abuelo es inconmensurable.

A zafarse del colonialismo

ANTONIO QUIÑONEZ CALDERÓN     5 de octubre de 2012

Dije en la columna anterior que, de verdad, la elección general del próximo 6 de noviembre es la más importante de nuestra historia electoral. Al menos, de nuestra historia electoral moderna.

Dos razones abonan a esa realidad. La primera, porque como nunca antes están en competencia dos visiones de gobierno diametralmente opuestas. Una, la que se enfoca en unas políticas de responsabilidad fiscal, de austeridad y apuntalamiento efectivo de una correcta escala de prioridades de obras y servicios y en la participación del sector privado en las estrategias de desarrollo social y económico que sustituyan el viejo patrón del Estado paternalista. Así como en un concepto idóneo de gobierno, no a base de poner el oído en tierra para ver cómo sopla el viento para actuar en consecuencia, sino a base de la implantación de las medidas medulares, que aunque políticamente odiosas y costosas, deban tomarse para el bien colectivo del presente y el futuro.

En efecto, decía César Andreu Iglesias que “es característica del político actuar con el oído en tierra. Según soplan los vientos, así marcha el político. Y eso es lo que explica sus votos. Pero también da su medida”.

La otra visión en competencia es la de la administración de un estado-patrono, la que ve y administra el presupuesto del Estado como el de una oficina de empleos en agencias y departamentos -a más empleos en la nómina gubernamental, más fuerte será el respaldo electoral-, que para los políticos de tal visión, es lo que cuenta. Aunque lleve a la quiebra al gobierno al extremo de tener que cerrarlo, como ocurrió en 2006, y se quede la administración sin dinero inclusive para financiar los programas más puntuales para el pueblo. Es la visión que castra el orgullo del ciudadano de saberse útil y mengua su responsabilidad personal en la forja de su propio porvenir. Es como la mano extendida del pedigüeño.

Alrededor de esas visiones en conflicto abundaré en otra ocasión. Ahora me atengo a la otra razón que evidencia la importancia histórica de la convocatoria a las urnas el 6 de noviembre próximo.

Por primera vez en más de medio siglo -en 519 años exactamente, es decir, desde nuestro surgimiento como pueblo-, los puertorriqueños tendremos la primera oportunidad en nuestras vidas de responder a una pregunta vital que va al tuétano de la dignidad personal de cada uno y de la dignidad colectiva del territorio no incorporado que habitamos desde 1898: ¿deseas continuar viviendo bajo el oprobio de la colonia que nos ha menguado como pueblo a lo largo de nuestra historia, o deseas sacudirte del humillante y castrante coloniaje transferido en 1898 de la corona española al águila estadounidense?

Nunca antes se nos había hecho la pregunta. No se nos hizo en 1898 cuando fuimos conquistados como botín de guerra. No se nos hizo en 1917 cuando se nos atosigó la Ley Jones, cuya ignominia colonial quedó intacta, sin quitarle una sola coma ni un solo punto en sus alcances políticos, con la aprobación en 1952 del llamado estado libre asociado, que ya desde su nombre, adoptado por sus propulsores, constituye un oxímoron político.

Aún con los defectos que plantea la consulta de estatus del 6 de noviembre -el primero: es una vergüenza que a un pueblo haya que consultarle si quiere mantener su régimen colonial; en nuestro caso, la barbarie política del estado libre asociado a la altura del tercer milenio de la humanidad-, la oportunidad debe ser aprovechada para decirle al mundo que ha cesado la colonia más antigua del mundo.

Y a partir de ahí, respondiendo a la segunda pregunta de la consulta, expresar la preferencia entre las tres opciones permanentes, no coloniales y no territoriales en disputa: la estadidad, la independencia o la libre asociación, que en la papeleta del 6 de noviembre -es otro de los defectos- se describe como “Estado Libre Asociado Soberano”, esto es, un pocillo de independencia.

Desde mi perspectiva personal, lo primero es lo primero: acabar con la colonia el 6 de noviembre.

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