Prédicas de inspiración

Prédicas de inspiración

2 de enero de 2013 – PolíticaPuerto Rico – 

Discursos inaugurales de gobernadores casi nunca abordan lo que será la agenda concreta de trabajo de la administración entrante.

EL VOCERO / Archivo

Los discursos inaugurales de los gobernadores, la mayor parte de las veces más que definir una agenda real de trabajo, apuntan a una lista de propósitos que son imposibles lograr en cuatro años, pero que es necesario que se sepan públicamente. O al menos, que el Pueblo sepa que el gobernador los conoce. Entonces, el discurso es salpicado de frases inspiradoras porque, a fin de cuentas, el gobernador debe ser la mayor fuente motivacional de un País.

Los discursos inaugurales de los gobernadores, durante los últimos 60 años, tienen su base en el programa político del partido vencedor. Pero, igualmente, las plataformas políticas suelen ser una lista de asuntos a resolver. Son tan generales y amplios dichos programas que la realidad cotidiana se encarga de acumularles el polvo del olvido.

Todos los discursos son puertorriqueñistas, levantan el problema de la violencia criminal y social y abordan el tema del estatus y la economía. Discursos inaugurales de Luis Muñoz Marín, Roberto Sánchez Vilella, Luis A. Ferré y Rafael Hernández Colón se comprometieron a continuar el desarrollo socioeconómico de la Isla. El primero en quejarse agriamente, en un discurso inaugural, que tendría que hablar de reconstruir la economía y las finanzas públicas fue Carlos Romero Barceló en el 1977. La grave crisis del petróleo en los primeros años del 70 (durante la administración de Hernández Colón) demostró la fragilidad y dependencia de la economía de Puerto Rico. Desde entonces, con crisis coyuntural o no, los discursos subsiguientes repitieron lo mismo. Ningún gobierno fue capaz de reconstruirla sobre nuevos cimientos que no fueran el desarrollismo o el consumismo.

Igualmente, el asunto del estatus ha sido una constante en la mayor parte de los discursos inaugurales. El 2 de enero de 1949 Muñoz Marín dijo que “el pensamiento sobre estatus político no puede desarrollarse en un vacío de pensamiento económico o cultural”. Inclusive, cuando fue reelecto en el 1952, y el ELA era una realidad de varios meses, reiteró esos vínculos y que ese estatus no es definitivo, pues “no es tan solo lo que es, sino también lo que puede ser, lo que lleva en su naturaleza misma la potencia y la tendencia de ser”. Desde entonces, en el PPD hay una pugna entre varias tendencias sobre “lo que puede ser” el ELA, y los distintos gobernadores de ese partido han reflejado en sus discursos inaugurales esas distintas inclinaciones, más autonómicas o de mayor acercamiento a las estructuras de gobierno de Estados Unidos.

Luego de 16 años como gobernador, Muñoz Marín le deja en servicio de plata a Sánchez Vilella el mando, y este, con un carácter modernizante y apelando al desarrollo de la economía, habla de la “Nueva Era” en la que “el Pueblo es el protagonista”. El Pueblo confirma el estatus territorial en el 1967, pero el PPD pierde las elecciones del 68 y el nuevo gobernador Ferré Aguayo apela en su discurso a “La Nueva Vida”, que “haga sentir al hombre la dimensión de lo infinito” para que sea capaz de combatir las injusticias sociales. Afirma que la estadidad es el ideal de su partido pero en esas elecciones el estatus no estaba en ‘issue’. Además, promete un plebiscito que no logró llevar a cabo. De hecho, los próximos gobernadores Romero Barceló y Hernández Colón tampoco llevaron consultas al Pueblo. Aunque para todos estos gobernadores, y otros posteriores, el ELA no era un estatus definitivo, poco hicieron, o lo que lograron hacer, nunca culminó en el cambio deseado.

La frase culminante de Hernández Colón el 2 de enero de 1973 fue “el Nuevo Puerto Rico”, hasta que la crisis del petróleo derrumbó la economía. Irónicamente en su discurso dijo que le daría prioridad reafirmar el progreso económico, y mejorar el ELA. Sin embargo, el asunto del estatus pasó prácticamente a mejor vida. Romero Barceló recalca el 2 de enero del 1977 el problema de la economía y la distribución de la riqueza, sin mencionar el estatus, todo en aras de “un Puerto Rico mejor”. Logra imponerle contribuciones a las grandes empresas, aumenta los salarios y logra el salario mínimo federal. Sin embargo, la economía continuaba descansando en un modelo de exenciones contributivas. En su discurso de reelección en el 1981 se ve obligado a apelar al Pueblo para que sanen “las heridas de las luchas”, buscar el consenso y “a tratarnos con dignidad y respeto”, en vista de lo cerrado de las elecciones y la fuerte violencia política que azotaba la Isla. Cuando Hernández Colón regresa el 2 de enero de 1985 acusa a Romero Barceló de haber polarizado al País, y que su meta sería crear empleos y detener la creciente criminalidad, y por tanto no buscaría cambios al estatus. Sin embargo, cuando revalida en el 1988 intenta un plebiscito vinculante con el Congreso, que finalmente no lo aprobó.

En su discurso del 2 de enero de 1993, el gobernador Pedro Rosselló González habla del “camino hacia un nuevo comienzo” y busca cambios radicales para el creciente malestar social, incitando no solo a que cada cual haga un “cambio fundamental” sino que se responsabilicen por el futuro. Es el conocido discurso del “se puede”. Aunque no alude al problema del estatus en ese momento, 10 meses después celebra un plebiscito que no tuvo resultados mayores, aparte de dejar ver un aumento marcado de estadistas. En su campaña reeleccionaria insiste en “buscar una nueva estrella”. La economía logra cierta diversificación pero aumenta la sensación de que bajo el ELA no son posibles cambios fundamentales y celebra un nuevo plebiscito en el 98 en el que finalmente las fuerzas estadistas y estadolibristas se balancean.

El discurso inaugural de Sila Calderón en enero del 2001 se llena de alusiones católicas e hispanistas y prevalecen sus referencias a la salida de la Marina de la isla de Vieques. Mientras que el discurso de Aníbal Acevedo Vilá en el 2005, en vista de las elecciones cerradas, apela a la unidad del Pueblo, y con cierto énfasis en detener el fuerte aumento de la criminalidad, sobre todo en los asesinatos.

Estos discursos inaugurales (que han sido recopilados por el periodista Antonio Quiñones Calderón en su libro Pensando a Puerto Rico), al parecer recogen más las aspiraciones del gobernante que las posibilidades de que se hagan realidad. La economía, la educación, la violencia social y criminal, y el estatus, son problemas que se han ido profundizando en 60 años y los buenos deseos de los políticos no han podido encontrar aun estrategias medianamente efectivas que cambien el rumbo.

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