¿Principios o rayas?

¿Principios o rayas?

4 de enero de 2013 – OpiniónPolíticaPuerto Rico – 

“Si en lugar de plantear posiciones extremistas buscamos puntos de encuentro quizás podemos contribuir a resolver muchos de los problemas que nos aquejan”

Puerto Rico es una sociedad marcada por múltiples divisiones. Una de las formas en que se contribuye a ese clima social y político tan negativo es la forma en que se plantean las diferentes controversias. Esto se manifiesta particularmente cuando esbozamos como cuestiones de principios asuntos en que no hay realmente grandes diferencias entre las diversas posiciones y lo que realmente se plantea es cuál es el lugar más adecuado para trazar una raya. Veamos tres ejemplos.

Matrimonio: Muchas personas entienden que el matrimonio debe limitarse a una unión entre un hombre y una mujer. Por otro lado, hay quienes entienden que la definición del matrimonio debe expandirse para incluir la unión de personas de un mismo sexo. Esa controversia tiende a plantearse como un asunto de derechos. Al así hacerlo, se argumenta que al prohibirse los matrimonios de un mismo sexo se le están violando sus derechos a las personas que desean unirse de esa manera. Quienes abogan por el matrimonio entre personas de un mismo sexo, sin embargo, no necesariamente están de acuerdo con permitir otras formas de relaciones humanas que desearían otras personas o que son permitidas en otros países o culturas como, por ejemplo, la poligamia, la unión entre adultos y menores y el bestialismo. Por lo tanto, cuando se debate el matrimonio entre personas de un mismo sexo cabe la duda de si realmente estamos ante un asunto de derechos o si meramente estamos discutiendo dónde debemos tirar la raya en lo que a la definición del matrimonio se refiere.

Privatizaciones: Las posibles privatizaciones de los servicios que ofrece el gobierno provocan agrias discusiones. Quienes se oponen a esos procesos entienden que el gobierno no debe privatizar lo que consideran ‘servicios esenciales’. Por su parte, las personas que favorecen las privatizaciones entienden que el sector privado está más capacitado para proveerle servicios al Pueblo de forma más eficiente. Cuando lo analizamos con más detenimiento, sin embargo, nos damos cuenta de que esa forma de dirimir esa controversia no es la correcta. En primer lugar, en nuestra Isla, muchos son los servicios esenciales que están privatizados como, por ejemplo, la comida, la ropa y la vivienda, que nunca han estado en manos del gobierno ni siquiera parcialmente. Otros aspectos, como es el caso de la Prensa, se consideran tan esenciales, particularmente en un país democrático, que se desea que siempre permanezca en manos privadas. En segundo lugar, hay servicios que son inminentemente públicos y que siempre desearíamos que permanezcan en manos del gobierno. Ejemplos de estos son la policía, los tribunales, el sistema electoral y todo lo relacionado con la hacienda pública. Por lo tanto, argumentar si se deben privatizar o no los servicios, como si fuera un asunto de principios, es una controversia estéril. Lo importante debe ser determinar qué servicios se deben de proveer en la sociedad y, una vez esto se haya dilucidado, tomar la determinación de cuál sector, el público o el privado, es el más idóneo para proveer los mismos. Si la forma más efectiva de proveer algún servicio es mediante la privatización, esto debe hacerse. De lo contrario, estos deben ser ofrecidos por el gobierno. Así se contribuye al desarrollo económico, a la creación de empleos y a una mejor calidad de vida para todos.

Soberanía: La mayor fuente de división entre los puertorriqueños es el estatus. En esencia, esa controversia gira en torno a la soberanía del Pueblo de Puerto Rico. Esa soberanía puede lograrse bajo la estadidad o la independencia, aunque bajo ambas opciones se ejercería de forma diferente.  Bajo la estadidad, parte de la soberanía la ejercería Puerto Rico separadamente y la otra la ejercería de forma compartida junto a los demás estados. Bajo la independencia, Puerto Rico ejercería esa soberanía por su propia cuenta. Aun bajo la independencia, sin embargo, las controversias por la soberanía no terminarían, sino que tomarían forma dentro de las diversas jurisdicciones locales, por ejemplo, entre los municipios y el gobierno estatal. Por lo tanto, la estadidad y la independencia no son fórmulas opuestas entre sí fundamentadas en principios diferentes. La realidad es que ambas son equivalentes, pues las dos le otorgan al Pueblo de Puerto Rico su soberanía. La única diferencia entre ellas estriba en dónde tiramos la raya para ejercer las diversas formas de esa soberanía que ejerceremos por cuenta propia y la que ejerceríamos junto a otros estados igualmente soberanos.

Si en lugar de plantear posiciones extremistas buscamos puntos de encuentro quizás podemos contribuir a resolver, de forma más efectiva, muchos de los problemas que nos aquejan.  De paso, podríamos contribuir también a lograr un mejor Puerto Rico.a lograr un mejor Puerto Rico.

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