Lección de macroeconomía aprendida

Lección de macroeconomía aprendida

8 de enero de 2013 – Estados UnidosOpiniónPolítica – 

“Los gastos de inversión que redundan en nueva actividad económica y empleos no dependen tanto de las tasas contributivas o de interés sino más bien de expectativas optimistas sobre el futuro”

Con la reelección de Barack Obama como presidente el pasado 6 de noviembre, nuestros conciudadanos de los 50 estados demostraron que comprenden dos principios básicos de la teoría macroeconómica keynesiana para el manejo de la teoría fiscal; (1) Es mucho más efectivo en términos económicos y fiscales, conceder o mantener rebajas tributarias a personas de ingresos medios y bajos, (2) El conceder o mantener rebajas tributarias a personas de altos ingresos es contraproducente en términos económicos y fiscales. Esto más allá de la consideración de si son justos o no.

Ambos principios han sido parte del progresivo sistema tributario estadounidense desde la presidencia del demócrata Woodrow Wilson en 1913 (quien adoptó el concepto del republicano progresista Theodore (Teddy) Roosevelt) concebido originalmente como una medida de justicia tributaria y social (el que más gana más paga). No es hasta los años 30 que John Maynard Keynes  elabora la racional macroeconómica de dichos dos principios.

Los gastos de consumo de las personas constituyen la mayor proporción (de 66% a 75%) del gasto agregado en una economía. Al estos depender fundamentalmente del ingreso disponible de los individuos, tasas impositivas más bajas para los de ingresos medios y bajos, contribuyen a estimular los gastos de consumo de estas personas, la actividad económica, la creación de empleos y los recaudos del fisco mucho más que reducciones e incentivos tributarios a personas adineradas. Ya que estas últimas al aumentar su ingreso disponible con dichas reducciones impositivas y tener prácticamente todas sus necesidades cubiertas, en lugar de aumentar su gasto de consumo aumentan su ahorro y este último no se usa para financiar nueva actividad económica. Al menos que exista la expectativa de que dicha nueva actividad económica resulte rentable. Como bien postulara Keynes, los gastos de inversión en planta y equipo que redundan en nueva actividad económica y empleos no dependen tanto de las tasas contributivas o de interés sino más bien de expectativas optimistas sobre el futuro.

Este fue el principio que enarboló nuestro presidente Barack Obama durante la pasada campaña presidencial y el que prevaleció en el pacto fiscal entre Casa Blanca y el Congreso que evitó parcialmente el precipicio fiscal.

Las reducciones impositivas aprobadas bajo la presidencia de George W. Bush se mantiene para el 99% de los contribuyentes (los que ganan menos de $400 mil anuales); mientras el 1% de los contribuyentes –aquellos que ganan  más de $400 mil anuales– experimentaron  un aumento en su tasa impositiva de 35 a 39% en vías de aumentar los recaudos del Tesoro federal y reducir los crecientes déficits fiscales. Es una medida no solo de justicia tributaria y social, sino de sabia política macroeconómica.

Ahora, corresponde realizar los debidos ajustes y requeridos recortes en los gastos militares que se consideren superfluos y si se pretende salvar nuestra importante red de seguridad social para las futuras generaciones asumir los correspondientes sacrificios.

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