“El triunfo no autoriza a ser canalla”.
– Luis Muñoz Marín

Los grupos lésbicos y homosexuales ganaron una batalla en la Legislatura de Puerto Rico para hacer valer lo que, según ellos, son sus derechos. Este grupo aprovechó que un candidato a gobernador, en su habitual oportunismo, necesitaba votos de todos los sectores para poder ganar las elecciones y encontraron espacio en el partido de este maleable camaleón político; el PPD, colectividad únicamente de brújula electoral más no de justicia social ni de igualdad de derechos. Lograron incluir sus aspiraciones en el Programa de Gobierno de dicho partido.

Sin embargo, como sucede con todo programa muchas de las cláusulas de lo incluido en el documento no son divulgadas apropiadamente y, además, no necesariamente están escritas en piedra. A la hora de la verdad cada legislador argumenta a favor o en contra, de acuerdo a sus principios morales o a sus particulares intereses políticos. Dependiendo del caso.

La aprobación en Cámara y Senado de los proyectos que declaran como discrimen el trato desigual por orientación sexual es un ejemplo de que cuando los ciudadanos se unen pueden obtener victorias políticas como la lograda por el grupo LGBTT.

El principal argumento de estos grupos para hacer valer lo que ellos entienden es un derecho, es la alegada intolerancia que existe hacia ellos en diversos sectores de la sociedad puertorriqueña. Por eso su discurso se basó en la equidad, arma moral y jurídica para combatir el discrimen y el odio hacia ellos, según argumentaron sus principales exponentes.

En cambio, luego de la aprobación de los proyectos en la Cámara de Representantes, el LGBTT desenvainó el aguijón del odio y comenzó a vertir su mortal veneno hacia toda persona o grupo, sea religioso o cívico, opuesta –todos en su derecho constitucional a hacerlo–, por las razones que fueran, al proyecto que el grupo mismo apoyó. La yihad del LGBTT comenzó la semana pasada, y entramos en la era de la intolerancia gay.

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Para asombro de muchos, los discriminados son ahora los que discriminan. Todo el que discrepe del LGBTT recibirá el odio y el veneno que este grupo ha demostrado poseer. Sin misericordia alguna y practicando lo que critican, la emprendieron contra la pastora Wanda Rolón y el sacerdote Carlos Pérez. Este último demostró en su ponencia, citando jurisprudencia y estudios serios, los erróneos argumentos esbozados por los LGBTT. Ambos líderes religiosos se distinguen como propulsores de la unidad familiar y del mejoramiento del orden social. Que sepamos, el Arzobispo permaneció escondido en su matorral ideológico y no los defendió.

Me pregunto, ¿estaremos entrando, en anuencia con el PPD, en la era del ojo por ojo, diente por diente?

Comentarios a: marioramosmendez@yahoo.com