“Tras que las cosas estaban malas, se han puesto peor, pues no basta con el castigo de la pérdida de ingresos y empleos”.

Como si fueran poco los 13 años que llevamos de letargo económico (6 de estancamiento y 7 de contracción), para colmo de males asoma la fea cara el fenómeno de la inflación. A los males y sufrimientos asociados a una economía que perdió su capacidad de crecimiento –tales como el cierre de empresas, el marcado aumento en el desempleo y la pobreza, la fuga de talento, el aumento en las quiebras y el alza en la ola delictiva– ahora hay que sumarle el efecto corrosivo sobre el poder adquisitivo de empresas y familias del alza desmedida en los precios.

Es decir, que a la situación nada grata de que las ganancias de muchas empresas se tornen en pérdidas, así como que mucha gente pierda tanto sus empleos como sus salarios y hasta sus casas, hay que sumarle, en el caso de las empresas, el alza en los costos de transportación para aprovisionarse de insumos, el pago del IVU por servicios de seguridad y bancarios (entre otros). Mientras, en el caso de las familias tener que pagar mucho más por llenar el tanque del carro, hacer la compra en el supermercado y proveerse de cualquier servicio. Y tanto las empresas como las familias, enfrentan un alza sustancial en su factura de agua y en su ya asfixiante factura de luz.

Tras que las cosas estaban malas, se han puesto peor, pues no basta con el castigo de la pérdida de ingresos y empleos. El castigo es doble, pues también hay que sufrir la perdida de poder adquisitivo de nuestros menguados ingresos y salarios nominales. Como hacía tiempo (desde finales del 80) que no experimentábamos el odioso fenómeno de la estanflación, hemos perdido la noción de lo que conlleva y la aptitud para hacerle frente, lo que lo hace mucho más doloroso para todos.

Al desgate institucional del ELA, se le suma la politiquería e incapacidad de la presente Administración de gobierno, más la inestabilidad de Medio Oriente y ahí la tenemos: la tormenta perfecta económica. Un monstruo con dos feas cabezas que nos atormentan por cada flanco. Por un flanco nos quita los empleos y los ingresos y cuando pensamos que lo peor pasó, por el otro flanco se chupa lo poco que nos queda con el alza en los precios. Si además tenemos en cuenta que persiste la posibilidad de que degraden a ‘chatarra’ los bonos del ELA ¡Que Dios nos coja confesados!