Los iluminados

21 de octubre de 2013

Los iluminados

WILDA RODRÍGUEZ

Hay algo de lo que carece la mayoría de los políticos. Se llama decoro. Una vez alguien le insinúa a un pichón de político que puede ser buen candidato a un puesto público, ese animal se mira al espejo y descubre que no es solamente buen candidato, sino que es el candidato idóneo.

El Principe Maquiavelo

El Principe Maquiavelo

De la noche a la mañana surge un titán político que veinticuatro horas antes no sabía un bledo del país, mucho menos de la ciencia que es la política.

Lo peor acontece cuando gana. No entremos en los detalles de cómo gana. Todos sabemos que hay mil maneras de pelar un gato. Vamos a cuando gana. Entonces sí que el milagro es total. Algo baja del cielo y lo ilumina. Se convierte en experto de todo. De golpe y porrazo le entra la sabiduría por algún rotito.

Cualquiera puede gobernar un país. Pues mire que sí. Por lo menos el nuestro lo gobiernan un montón de cualquieras.

Soy bastante inteligente, buena en lo que hago y hábil. Aprendo rápido. Pero no me entreguen un bisturí en la mano para que haga una operación de corazón abierto.

“Dale, tú puedes”. Bomba es. Yo no puedo. Punto. Sin embargo, usted toma un ignorante o un mediocre, le pone el país en las manos y le dice: “Dale, tú puedes”. Y adivinen qué. Se lo cree. Lo agarra y lo fastidia.

Porque le falta decoro. Recato, pudor. No se le ocurre pensar que no está capacitado. Desde el momento que le insinuaron la posibilidad de que podía ser candidato a tener un poco de poder en lo que fuera, perdió la capacidad de evaluarse y medirse a sí mismo. Se miró al espejo y encontró su líder. Su “rock star”.

Y ahí tenemos a un puñado de esos egos bien administrados legislando y gobernando el país. Temerarios, no valientes. En todo caso, soberbios. Hay que ser bien engreído y bien temerario para pretender saber lo que no sabes y actuar sobre ello a nombre de un país y para un país.

Dicen que para ser político hay que tener un ego bien puesto. Estamos de acuerdo, claro que sí. Tampoco es fácil someterse a la lluvia de recomendaciones bien intencionadas de lo que uno tiene que hacer -todas contradictorias- y complacer a todo el mundo.

Pero de eso a creerse mesías predestinado va mucho trecho. No hablo de todos los políticos. Pero podemos contar con los dedos de la mano los que no caen en esta categoría. Y soy generosa.

Ah, me falta algo. Con estos animales vienen otros. Los que los alientan. Por lucrarse. Por un mero empleo. Por sencillamente sentirse cerca del poder. Por adelantar sus propios intereses o proyectos. Algunos por el puro gusto de mangonear y manipular a alguien que saben intelectualmente inferior. Y a sus espaldas se burlan de ellos. Siempre hay sabandijas y parásitos alrededor del animal.

Algunos los alientan por amor. Amor puro y duro. Ciego también. Ésos son dignos de compasión y misericordia.

Y se preguntarán ustedes si no hay mediocres que pueden rodearse de gente que sepa más que ellos. No. Los mediocres no saben distinguir eso. Se rodean de otros mediocres para que no le hagan sombra. Y hacen un combo.

Ustedes probablemente de lo que están hablando es de una persona brillante, bien intencionada y líder natural, imponente no impositiva, inspirada, visionaria, que decide asumir una posición de dirección para reclutar las mejores cabezas hacia la solución de un problema.

Hay de esos, claro que sí. Pero hace tiempo que yo no veo uno. No se si cerraron la fábrica.

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