Algunos ciudadanos la podrían considerar como una de las vías más peligrosas de Puerto Rico, aunque los riesgos que incurre el conductor cada vez que transita por la carretera  869 de Cataño no tienen nada que ver con su diseño ni la incidencia criminal en la zona.

Los semblantes y la pose asumida por los conductores dicen mitad de la historia. Muchos aprietan los dientes y fruncen el ceño antes del golpe. Otros transeúntes trincan los brazos sobre el volante en espera de un salto que podría provocar daños a sus vehículos.

Pero hay que mirar a la superficie de la la carretera para entender la verdadera gravedad del asunto. Las llantas se sumergen de un zarpazo en los charcos que se extienden por los carriles de la zona industrial del barrio Palmas. Muchos de los ciudadanos se ven obligados a conducir encima de las aceras para evitar huecos que cada día asumen un aspecto más ominoso y siniestro.

“Llevamos tres o cuatro semanas con este problema y se ha ido agravando”, sostuvo el soldador Miguel A. Sabalier, mientras señalaba algunos de los cráteres más profundos y anchos.

Pero otros residentes de Cataño subrayaron que el problema lleva años. Los baches se cubren de manera preventiva y cualquier lluvia arruina el relleno.

“Ya mismo Cataño se parte por la mitad”, gritó un camionero desde la cabina de su vehículo.