ExSecretario de la Gobernación y del Trabajo

La Navidad y la llegada de un nuevo año siempre nos invitan a reflexionar, a compartir en familia y a dar gracias a Dios por las bendiciones que nos ha otorgado. Año tras año sentimos cómo ese espíritu navideño nos contagia de alegría y esperanza, a pesar de las vicisitudes por las que hayamos pasado.

No hay mejor época que la Navidad para renovar nuestra esperanza. Para mí, ver la ilusión en los ojos de mi hija Ana Victoria, pensar en su futuro y—lo más importante—renovar mi esperanza de que ella vivirá en un mejor Puerto Rico son la esencia misma de la Navidad.

Cuando reflexiono sobre qué le deparará el futuro a nuestra Isla y los grandes retos que se avecinan, pienso que todos debemos comprometernos con ser entes de cambio, cada cual colaborando como mejor pueda para transformar nuestra sociedad. En mi caso, el servicio público me ha dado la oportunidad de ejercer ese compromiso poniendo en práctica los valores que mi madre me enseñó con su ejemplo: trabajo fuerte, empeño y dedicación para con los demás.

Durante las pasadas semanas, he recorrido todos los rincones de San Juan compartiendo en trullas navideñas con niños y jóvenes de nuestra Ciudad Capital, llevando un poco de alegría en estos momentos de incertidumbre en que vivimos. Muchas personas se me acercaban para narrarme la triste realidad por la que atraviesan y preguntarme cómo entendía que podíamos superar nuestra presente situación.

Ver tantos rostros de desesperación y angustia en nuestro pueblo sanjuanero en plena época navideña ha sido una de las cosas que más me han impactado en la vida. Vivimos tiempos difíciles. Puerto Rico enfrenta problemas serios y profundos. Algunos son históricos, otros son el resultado del mal camino por el que nos están llevando. Solucionarlos requerirá madurez, sabiduría y conocimiento.

Lo ocurrido la pasada semana con los cambios al Sistema de Retiro de los maestros y de la judicatura es un ejemplo del mal camino por el que nos están llevando y no puede volver a suceder. Los momentos de tensión que vivieron no sólo los maestros, sino todo nuestro Pueblo, donde reinó la intransigencia y la improvisación, son ejemplo de los estilos que debemos dejar atrás con el 2013. La presente administración llegó al poder diciendo que este no sería el modo de trabajar, pero ya vemos los resultados.

No solo como exsecretario del Trabajo, sino como presidente que fui del comité para reformar los Sistemas de Retiro bajo la pasada administración, puedo decir con conocimiento, por experiencia propia y con toda franqueza que lo que han hecho con los cambios a los Sistemas del gobierno central, el de los maestros y la judicatura no es la solución para los problemas fiscales que atraviesan los sistemas de pensión de nuestros empleados públicos. En un futuro plantearé las soluciones que pudieron haber sido tomadas, sin afectar de manera tan adversa a los empleados públicos.

Renovar nuestra esperanza de que vendrán tiempos mejores es vital para nuestra supervivencia como sociedad. Un pueblo sin esperanza es un pueblo que no cree en sí mismo. El nuevo año nos traerá un camino lleno de retos, transformaciones y situaciones que nos pondrán a prueba. Confío en que la fe de nuestro pueblo vencerá cualquier adversidad que se nos presente. Está en nosotros así hacerlo.

¡Que la esperanza siempre nos guíe, y que sepamos aprovechar los días que restan en la época navideña para acercarnos más a nuestros seres queridos!