La privilegiada ubicación geográfica de Puerto Rico como punto de articulación en el Caribe entre Sur y Centroamérica con Norteamérica, así como entre el continente americano y el europeo, desde la época de la conquista española de las Américas, le ha conferido a la isla un valor estratégico militar. Inicialmente en el plano marítimo, pero eventualmente con el desarrollo de la aviación en el plano aéreo. Dicha posición geográfica estratégica militar contribuyó a que fuéramos conquistados y mantenidos como fortín militar de España en el Caribe por cuatro siglos y luego de ser cedidos como botín de guerra, pasaríamos a ser sede de importantes bases militares navales y aéreas de los Estados Unidos desde mediados hasta finales del siglo XX.

Puerto Rico fue ampliamente utilizado por Estados Unidos como base de operaciones militares marítimas y aéreas para reforzar su esfuerzo bélico en el frente europeo durante la Segunda Guerra Mundial y posteriormente durante todo el periodo de la Guerra Fría contra el imperio soviético. Pero la importancia geopolítica de Puerto Rico no se limita a su privilegiada posición geográfica en el plano militar, sino por ser un territorio no incorporado de los Estados Unidos que durante los 116 años de soberanía estadounidense se ha integrado aunque de forma desigual tanto política, sociológica, cultural y económicamente a la nación. A tal punto, que desde 1917 todo nacido en Puerto Rico es ciudadano americano y dos terceras partes de nuestra población reside permanente en uno de los 50 estados. No empece a ello, mantenemos nuestra identidad cultural hispana, latina y caribeña y estrechos vínculos de afinidad con nuestros vecinos caribeños y latinoamericanos, a la vez que valoramos nuestra ciudadanía americana y aspiramos a la plena igualdad ciudadana y a formar parte integral de la gran federación americana.

Los múltiples desafíos críticos que hoy enfrenta Estados Unidos en el plano global (Corea del Norte, Irán, Medio Oriente y Ucrania, entre otros), magnifican la importancia estratégica de Puerto Rico en adelantar su agenda e intereses y defenderse de sus múltiples enemigos en el Caribe y las Américas. La temeraria alianza militar, económica y política de la Cuba castrista y la Venezuela chavista, como la de las gobiernos afectos en Bolivia, Nicaragua, Ecuador y Argentina, con los planes nucleares del régimen fundamentalista iraní, la autocracia mafiosa militarista de Vladimir Putin en Rusia (refiérase mi libro Castrismo y socialismo: Crítica a los fundamentos del socialismo del siglo XXI) y la poco confiable nomenclatura militar y económica china, representan una amenaza de no poca monta para las fuerzas democráticas y los intereses de los Estados Unidos en la región.

En ese contexto geopolítico los Estados Unidos no se pueden dar el lujo de perder a Puerto Rico de su esfera de influencia y entregarle en bandeja de plata a un Puerto Rico independiente al eje castrista-chavista en el Caribe y las Américas, que sirva de plataforma junto a Cuba de futuras operaciones de submarinos nucleares y aviones de combate rusos o chinos, para atacar a los Estados Unidos. Y viene al caso la empatía que tienen dichos enemigos declarados de los Estados Unidos entre el independentismo y el soberanismo local. De ahí, la importancia geopolítica estratégica de que tanto la Casa Blanca y el Congreso atiendan con presteza y justicia los reclamos de igualdad de nuestro pueblo claramente expresados el 6 de noviembre de 2012.

Puerto Rico como 51 estado de la Unión americana, conservaría su importancia en el plano estratégico militar para la seguridad nacional de los Estados Unidos en el Caribe y las Américas, pero además serviría de un estratégico puente comercial, corporativo, financiero, marítimo, aéreo, cultural y diplomático estadounidense para estrechar sus lazos y promover su agenda democrática de defensa de los derechos humanos con sus vecinos latinoamericanos.

Esta nota aparece en la edición impresa de El Vocero.