Nos encontramos en una coyuntura histórica única para el movimiento estadista. El ELA territorial-colonial colapsó institucionalmente en todas las dimensiones de gobernanza, economía y sociedad. El 6 de noviembre de 2012, los gobernados le quitamos el consentimiento a la condición colonial y en un ejercicio, libre, justo y transparente de autodeterminación optamos por ponerle fin a la actual condición de subordinación e inferioridad política por medio de la plena incorporación a la federación americana en igualdad de condiciones, responsabilidades y derechos ciudadanos.
A los pocos días, la Casa Blanca por medio de su portavoz, Luis Miranda, emitió un comunicado público donde reconocía que el pueblo de Puerto Rico no quiere continuar con la actual condición territorial y que una clara mayoría se había decantado por la Estadidad, entre las opciones no territoriales. Nuestro comisionado residente en Washington, Pedro Pierluisi, luego de una amplia consulta entre el liderato congresional y los congresistas radicó en la Cámara federal el HR 2000; un proyecto encaminado a iniciar un proceso de admisión de Puerto Rico como el 51 estado de la Unión. El proyecto ha logrado el endoso de 130 congresistas, 12 de ellos republicanos. El senador demócrata por Nuevo México, Martin Heinrich, así como el influyente senador demócrata y presidente de la poderosa Comisión de Finanzas del senado federal, Ron Wyden, radicaron el mismo proyecto en el senado federal.
Como parte del proceso de apropiación del presupuesto federal para el presente año fiscal el presidente Obama hizo una asignación de $2.5 millones para financiar una campaña educativa, sobre las opciones de status que aparecerán en la papeleta de un plebiscito federal con el claro objetivo de resolver nuestra actual condición territorial. Estamos más cerca que nunca de lograr la plena igualdad política y ciudadana.
Es por ello que se requiere del liderato estadista, la máxima prudencia y disciplina patriótica y no dejar que aspiraciones personales a puestos públicos les ciegue el juicio y sin proponérselo terminen minando las condiciones de unidad en el movimiento estadista, esenciales para el triunfo de la causa estadista. Y mucho menos en aras de tales aspiraciones personales, iniciar acciones que de tener éxito ponen en jaque importantes pasos de avance hacia la Estadidad, con el único objetivo de minar los logros del rival al puesto público. Tal imprudencia, ni la historia ni el pueblo, se las perdonaría.
Por otro lado, las elecciones congresionales que se avecinan son decisivas para nuestra lucha por la igualdad. Aunque no participamos en las mismas por nuestra condición de inferioridad política, es menester que le comuniquemos a nuestros familiares y amistades que residen en los estados, que voten por los congresistas que hayan endosado el HR 2000 en la Cámara o su versión en el Senado. Independientemente de lealtades político partidistas nacionales, pues respecto a Puerto Rico somos estadistas primero, y luego demócratas o republicanos. No debemos dejar que nuestras lealtades y pasiones político partidistas nacionales entorpezcan o minen las posibilidades de lograr la Estadidad. Primero tenemos que ganarnos el derecho a participar con plenitud de derechos y poderes en el proceso político nacional, y luego podemos contender entre nosotros en virtud de ser demócratas o republicanos. Pero primero tenemos que ganarnos el derecho a pelearnos entre nosotros en la arena política nacional a la luz de plataformas propuestas y candidaturas contrapuestas. Hasta entonces, somos ESTADISTAS PRIMERO.
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