La frustración y desasosiego de los puertorriqueños, como resultado de la crisis socioeconómica que sigue empeorando y azotando a la Isla, se manifiesta de diversas maneras. Ejemplo de ello es la generalización de expresiones de desahogo colectivo como “hay que empezar desde cero” o “hay que ‘implosionar’ a Puerto Rico” para solucionar los problemas de fondo que impiden nuestro desarrollo y que provocan, entre otras cosas, que los puertorriqueños sigan abandonando la Isla.

Y ciertamente no es para menos. Las cosas en la Isla no van bien y al gobierno de turno se le han salido de las manos y ha empeorado los problemas que prometieron resolver ‘sin excusas’. Así las cosas, nuestro futuro luce incierto porque la presente administración carece de un plan, de transparencia, credibilidad, liderazgo y de voluntad para afrontar retos, para terminar nuestra condición territorial-colonial bajo el ELA rechazada en las urnas y responsable de nuestros problemas de fondo, y en fin, para aprovechar las oportunidades que traen consigo las crisis.

Ahora bien, en la recuperación de Puerto Rico, no necesariamente tiene que pensarse que “hay que comenzar desde cero” o que “hay que ‘implosionarlo’ para hacerlo de nuevo”. Esto porque ya nuestra Isla cuenta con instituciones, recursos, capital humano e infraestructura social y física subutilizados o mal manejados, que pueden ser instrumentales en el esfuerzo multisectorial necesario para paliar nuestra crisis. Lo que falta entonces es que la Isla cuente con las herramientas, poderes y el liderazgo para potenciarlas y aprovecharlas, quitando por ejemplo trabas que impone nuestro presente estatus político, que precisamente implosionó hace mucho y que resulta ser una camisa de fuerza para la transformación de Puerto Rico en una economía vibrante y líder en nuestra región.

Por ejemplo, las organizaciones del Tercer Sector, entiéndase las entidades no gubernamentales, como las comunitarias y las de base de fe, pueden ser importantes aliadas en la recuperación de Puerto Rico. Éstas, pueden continuar estableciendo alianzas para asumir roles que tradicionalmente han realizado el Gobierno Central y los municipios, para prestar así servicios y administrar programas que atiendan por ejemplo necesidades de vivienda y la prevención y manejo de la violencia doméstica y contra menores.

Cabe destacar, que la importancia del Tercer Sector en la recuperación de Puerto Rico trasciende la función social con que se le asocia principalmente, ya que puede ser también un pilar para nuestro desarrollo económico. Esto porque además de crear empleos, puede generar otras actividades que contribuyan al crecimiento y desarrollo económico de la Isla.

De igual manera, Puerto Rico cuenta con infraestructura física que finalmente debe aprovecharse y desarrollarse, como por ejemplo los terrenos de la antigua base militar Roosevelt Roads y el megapuerto de Las Américas en la Ciudad de Ponce. Estos proyectos estratégicos regionales necesitan encaminarse como corresponden para tomar ventaja de nuestra localización estratégica en el Caribe, atraer inversiones, desarrollar centros de innovación y posicionar a la Isla como un importante ecosistema de negocios.

De hecho, mientras en la Isla siguen replanteándose y retrasándose estos tipos de proyectos y revirtiéndose iniciativas de desarrollo económico exitosas, por motivaciones políticas o por falta de capacidad y de un plan estratégico, nuestros vecinos caribeños y en otras partes del hemisferio siguen desarrollando infraestructura portuaria, energética y tecnológica que les permite crecer y posicionarse como actores importantes del nuevo escenario global.

En fin, Puerto Rico lo que necesita es voluntad, un plan, liderazgo y las herramientas y poderes que permitan aprovechar, fortalecer y maximizar los recursos y el potencial de nuestra Isla, que incluye también a su gente y nuestro sector privado, para encaminar nuestro desarrollo sostenible.

Esta nota aparece en la edición impresa de El Vocero.