En el mundo de la política, desde tiempos de España, se habla en Puerto Rico del elemento de identidad. En cualquier lugar del planeta, es un fenómeno múltiple y plural. No es un solo elemento lo que nos define. Lo definitorio en nuestras vidas incluye diversos rasgos identitarios que pueden ir desde lo racial y cultural hasta lo profesional, sin dejar a un lado los aspectos religiosos y políticos.

En nuestro caso, donde el abuso de las palabras, sin medir el poder que ellas tienen, es uso y costumbre en la subcultura de la política, hay ejemplos elocuentes por su falta de precisión en los significados y significantes, por igual.

El racial es el primer elemento de identidad; blanco, negro o amarillo; en éste último, sea indio o asiático. De allí sus derivados en latinoamérica: mulato, mezcla de negro con blanco; mestizo, mezcla de indio con blanco, o zambo; mezcla de indio con negro. En los Estados Unidos estas diferencias comienzan a dibujarse.

Otro elemento de identidad lo es el nacional. ¿Es Puerto Rico una nación? Claramente lo es, pero en el aspecto cultural propiamente. Los rasgos culturales crean un sentido de pertenencia a un grupo en común. Son esos elementos compartidos los que crean una especie de “ciudadanía cultural.” ¿Es Estados Unidos nuestra nación? También lo es, en el aspecto jurídico y político de la palabra. Al tener la ciudadanía americana somos nacionales de la nación. Y ese es otro rasgo de identidad y sentido de pertenencia del puertorriqueño.

La identidad sexual es otro elemento identitario en una persona; masculino o femenino. Sin embargo, vienen otros rasgos identitarios que han ido afianzándose en los últimos años; la identidad de género u orientación sexual. Ser heterosexual, bisexual u homosexual o lesbiana -pertenecer al grupo LGBBT, en estos tres últimos casos-, es otro elemento en la identidad de una persona. Todos, de una manera u otra, poseemos estos elementos de identidad.

Tener una profesión u oficio es otra manera de identificarse y de tener un sentido de pertenencia a un grupo. Los médicos, abogados, contables, como profesionales cada uno y como grupo en general, tienen un sentido de identidad con cada grupo de membresía; dependiendo la pertenencia de cada cual. Igual pasa con los mecánicos, plomeros, electricistas y los que se ganan la vida en trabajos de ebanistería. Todos son elementos de identidad con sentido de pertenencia en el grupo, e inciden sociológicamente.

Los empleados del gobierno, que son un grupo de empleados únicos –por la gran cantidad de beneficios que disfrutan-, tienen un sentido de pertenencia al colectivo que se llama Servidores Públicos.

En el mundo religioso tenemos otro ejemplo. Los católicos y los protestantes de diversas denominaciones tienen un sentido de pertenencia e identidad con la religión que profesan y en la cual han depositado su fe y sus creencias éticas y morales. Igual judíos y musulmanes.

Sin embargo, hay otra forma de identidad que no podemos soslayar; la afiliación política. Es un elemento de identidad que comienza a resquebrajarse. La corrupción, el clientelismo –el obsceno caso de Toa Baja- y la mediocridad han afectado sobremanera este rasgo. Ser apolítico o desafiliado es también un elemento identitario. Por eso me pregunto, ¿no será este fenómeno de desafiliación otro ejemplo de que las culturas están en perpetuo cambio?

Esta nota aparece en la edición impresa de El Vocero.