EL VOCERO / Archivo

No es un secreto que la UPR enfrenta tiempos difíciles. Son múltiples los factores que inciden en el mayor de sus problemas; el fiscal. Sin embargo, como cualquier cambio que no guste a algunos grupos puede tener repercusiones políticas, algunos gobiernos, como lo es el de turno, prefieren posponer cualquier alternativa que alivie y solucione la falta de dinero en las arcas del mayor centro docente del país.

Los tiempos difíciles afectan la matrícula de las universidades. En tiempos difíciles los estudiantes son dados a no matricularse o ya matriculados a no seguir los estudios. Esto es una ley universal, prácticamente. Y la UPR no está exenta de este fenómeno. La actual crisis económica ha trastocado a la población universitaria en general y la universidad del estado ha sido, tal vez, la más afectada. La crisis ha sido de tal magnitud que hasta una universidad con costos al alcance del bolsillo para el puertorriqueño promedio ha visto como su matrícula ha mermado.

La emigración ha sido otro factor que ha incidido en la salud fiscal de la UPR. Por concepto de becas Pell recibe millones de dólares anuales. A menor cantidad de estudiantes matriculados, menor el ingreso por este concepto. El grueso de la emigración en Puerto Rico por los pasados cinco o seis años, según las estadísticas del Censo, pertenece a personas en plena edad productiva.

Otro factor a analizarse como elemento que incide en toda esta vorágine lo es el dinero proveniente de las tragamonedas en los casinos. Los recaudos en los últimos tres años se han caído estrepitosamente. Por la fórmula establecida en la misma Ley de Juegos de Azar la cantidad que recibe la Universidad tiene que haber mermado bastante. La crisis económica y la reducción por ley de vida en la población envejeciente que asiste a las salas de juegos, y que no son sustituidas por miembros de la generación siguiente que tienen otras maneras de entretenimiento, son factores que explican este ángulo de la crisis fiscal de la UPR.

La percepción en la población estudiantil, en general, de que la UPR es un lugar inestable con un ambiente hostil para adquirir una profesión o un grado académico es otro factor que ahuyenta a ese mismo estudiantado. Esto, aunque se vivan tiempos de recuperación económica.

Gran parte de esa imagen de inestabilidad son las huelgas acaecidas organizadas por grupos de fanáticos que levantan la bandera de sus prejuicios e intolerancia contra todo aquello que no sea igual a sus creencias o intereses políticos. Durante estos eventos, la Universidad se convierte, no en un campo de discusión de ideas políticas, sino en un campo de batalla campal entre una facción política minoritaria en el electorado, e intolerante en su esencia, que desea a toda costa imponer su criterio y una mayoría silente que ve a la Universidad como un lugar para la investigación científica y el desarrollo y discusión de las ideas y el conocimiento.

El más grande y antiguo centro docente en Puerto Rico está en crisis, ni sus teléfonos funcionan. Cinco de seis extensiones, en una oficina a la que llamé recientemente, no funcionan. La otra extensión está siempre ocupada. Por eso pienso, que en toda esta crisis la Universidad tal vez sea un Puerto Rico en miniatura.