El éxodo
Puerto Rico está viviendo una crisis humanitaria, lo único que no al estilo de un país en guerra civil, sino de una nación en guerra económica, cuyo efecto puede llegar a ser tan letal como el de las armas de fuego, pues su destrucción no se ve a simple vista, sino que subyace en el ánimo colectivo de la sociedad que la sufre.
Por eso es que se está dando lo que podemos llamar “el éxodo”, mediante el cual miles de boricuas abandonan el país mensualmente en búsqueda de mejores oportunidades para sus familias.
La situación es tan seria que leía el otro día un artículo del diario británico The Guardian que sostenía que al ritmo que vamos hasta dos terceras parte de la población podría abandonar el País en los próximos años. Eso, sin duda alguna, es una crisis en cualquier liga, pues una sociedad que pierda dos tercera partes de su población mediante una forma de exilio forzado no puede enfrentar ningún tipo de desafío colectivo y resolver sus problemas.
Las razones para ese éxodo son conocidas: desempleo, delincuencia, corrupción, impuestos, terribles servicios educativos y de salud, y pobre calidad de vida en general al compararla con el Producto Interno Bruto (PIB). Pero además de esas motivaciones, en los últimos meses se ha sumado una causa que creo es la más dañina de todas y es el sentimiento de hastío.
Por primera vez se puede oler en el aire un sentido de asco generalizado hacia la gestión de la dirigencia política que ha provocado que la gente diga ¡fooo!, ¡ya basta!, ¡nos hartamos de ustedes, de todos, sin importar el color!…
Y cuando se llega a esos extremos detener la ola emigratoria es muy complicado, sobre todo cuando se tiene una válvula de escape hacia la nación más rica el mundo, a la cual podemos llegar y actuar, por lo menos en términos legales, como iguales a los nativos de allí. El problema, sin embargo, es que para nada somos nativos de allí y ahí es que las cosas comienzan a complicarse.
Cuando el boricua sale de la isla a vivir en Estados Unidos no entiende que, aunque tiene los papeles, el trato hacia él siempre va a ser de inmigrante, porque es un tema cultural, simplemente nosotros no somos ideológica y culturalmente iguales a quienes son nativos de Estados Unidos y su sistema de vida, lo cual provoca que se desate la crisis humanitaria de la cual hacemos referencia.
En la historia de The Guardian, explicaba el activista Eduardo González, coordinador del grupo Defensores de Puerto Rico, que la realidad en la zona central de Florida es tan seria que no es nada extraño encontrarse con familias boricuas enteras viviendo en carros o hasta en la calle porque no encuentran trabajo o no se fueron preparados para enfrentar la realidad de vivir como un inmigrante en Estados Unidos. Contaba él que la súbita llegada de un aluvión de puertorriqueños a esa zona está creando serios problemas en los servicios de salud, la disponibilidad de vivienda de bajo costo, la efectividad de programas basados en fondos federales, entre muchos otros. Esa ola migratoria también está impactando seriamente la demografía política del estado y hoy día el que era un bastión republicano ha comenzado a sentir el embate de la llegada de tantos puertorriqueños que, con su amplia costumbre de ejercer su derecho al voto, están generando importantes cambios en el modelo electoral de la zona.
Los más curioso de todo el asunto es que no veo a mucha gente prestándole atención a este problema, el cual evidentemente tiene visos de escándalo. ¿Qué pasaría si dos terceras partes de la población de China continental decide emigrar a Hong Kong por una crisis económica? ¿Qué ocurriría si lo mismo pasara con la población de California, que decida invadir Texas?
Está probado que el principal detonante de una migración masiva, después de la guerra armada, es una economía en crisis y eso es lo que estamos viviendo aquí. Un asunto que no es menor y que debe ser abordado con suma seriedad y urgencia por las autoridades y la sociedad civil en conjunto.
¿Y cuál es el efecto de perder dos terceras partes de la población? Que la tercera parte que se queda tiene que llevar la carga sola y asumir la responsabilidad de pagar la deuda pública y operar el sistema público, a la vez que intenta reactivar la economía, pero con dos terceras partes menos de los recursos.
El efecto también se vería en los tan ansiados fondos federales que nos llegan de Estados Unidos, en la disponibilidad de infraestructura de salud y educación, en la capacidad de generar masa crítica para contar aquí con importantes generadores de transacciones comerciales y por ahí la lista sigue.
Así que decir que vivimos una crisis humanitaria no es nada desproporcionado. No es nada al estilo de Sudán o Siria, claro está, pero para nuestro contexto es un problema de proporciones descomunales que hay que atajar con rapidez y decisión.
¿Cómo se logra detener el éxodo? Pues se dice fácil, pero es un proceso muy complicado. La única salida es una combinación de reactivar la economía, devolver la seguridad a las calles y mejorar la calidad de vida.
Para eso se necesitan recursos, proyectar confianza y tener voluntad de cambiar la realidad sin pensar en el costo político. Desgraciadamente, nuestro liderazgo y nuestra sociedad en colectivo, de la cual ellos emergen, carecen de los tres requisitos.
Por eso hoy confieso que me siento desesperanzado y que siento que no tenemos la capacidad de salir solos de este atolladero, que necesitamos ayuda con urgencia, porque nos hemos hecho tanto daño los unos a los otros por nuestro sectarismo político que hoy día no tenemos idea de cómo sentarnos en una mesa a ponernos de acuerdo para sacar el país hacia adelante.
Si no buscamos quién nos ayude, si no reconocemos que no podemos, el éxodo seguirá y esta crisis humanitaria al estilo boricua se seguirá matizando paradesgracia de todos.
Una vez más, espero estar equivocado.
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