La peor crisis que haya heredado un gobierno entrante en nuestra historia, la heredó el PNP en enero de 2009. En diciembre de 2008, después de ocho años consecutivos de desgobiernos PPD, las finanzas públicas estaban destruidas. Había $3,300 millones en déficit presupuestario auditado. Ese déficit era una tercera parte del Presupuesto total del Fondo General de Puerto Rico. Así de grave era la situación. Además, había $1,100 millones en cheques sin fondos en las gavetas de Hacienda de pequeños y medianos comerciantes a los que el PPD no les pagaba sus servicios. El PPD tampoco dejó un solo centavo para pagar la nómina de los empleados públicos a partir de enero de 2009. El Índice de Actividad Económica de Puerto Rico estaba en terreno negativo. Las casas acreditadoras de la deuda pública habían planteado la amenaza de degradar los bonos y el crédito si en 90 días la entrante administración del PNP no presentaba un plan presupuestario coherente para la recuperación económica y la reducción de gastos. Durante ocho años los líderes del PPD habían ocultado todos sus desmanes. Cuando llegó la transición de gobierno en diciembre de 2008 no tuvieron otro remedio que admitir todo lo anterior so pena de perjurio. La ley exige que los procesos de transición o cambios de gobierno se realicen bajo juramento de los funcionarios.

Al cabo de cuatro años, en diciembre de 2012, el PNP le entregó al PPD un gobierno sin déficit en el presupuesto corriente. Los cuatro presupuestos diseñados por el PNP estuvieron balanceados en recaudos y gastos. Nunca nos excedimos en la estimación de los recaudos. Los $300 millones de déficit que salieron a relucir durante la transición de gobierno en el 2012 no correspondían a los presupuestos del PNP sino a los $3,300 millones de déficit que nos habían dejado Sila Calderón y Acevedo Vilá. Es decir, en su plan de recuperación económica, el PNP había cuadrado todos sus cuatro presupuestos y también había abonado $3,000 millones de los $3,300 millones en déficit que nos había dejado el PPD en el 2008. Sí, pagamos los gastos de nuestro gobierno y también los del PPD. Como si fuese poco, esos $300 millones que quedaron pendientes durante el cambio de gobierno de 2012, los dejamos asignados con cargo a las contribuciones que impusimos a las corporaciones foráneas dentro de un plan de pagos de cinco años que establecimos para saldar las embrollas del PPD. También entregamos el gobierno con la nómina de los empleados públicos asegurada. Las deudas con suplidores del gobierno eran normales y rutinarias. Colocamos el Índice de Actividad Económica en terreno positivo, en crecimiento. Las casas acreditadoras de la deuda pública habían retirado su amenaza de degradación e, incluso, habían aumentado la clasificación de los bonos de Puerto Rico.

Tan pronto llegaron al poder, los líderes colonialistas cambiaron su tono al discurso de las exageraciones, de las culpas, del “excuseo” de un prometido “gobierno sin excusas” que lleva dos años y medio dando excusas y de todos los cuentos de camino que hemos escuchado. Inflaron artificialmente las proyecciones de los recaudos desde su primer presupuesto para así justificar el derroche de millones de dólares en contratos, arrendamientos, guisos y proyectos para sus “amigos del alma”, masacraron a miles de empleados públicos por ser PNP y los sustituyeron con activistas populares. Ahora alegan que han bajado la nómina. Falso también. La nómina pública no se ha reducido por la prudencia gerencial de este desgobierno popular sino porque legislaron –engañosa y sorpresivamente- reducciones abusivas en los sistemas de retiro que obligaron a decenas de miles de empleados públicos a retirarse prematuramente, con menos beneficios, para proteger sus derechos adquiridos antes de entrar en vigencia esas leyes traicioneras. Hasta dejaron de pagar las deudas del propio gobierno con la AEE hasta llevarla a la quiebra y dirigiendo esos millones a los contratos de los “amigos del alma”. Esos son los únicos que cobran en este desgobierno para que continúen los donativos millonarios a una campaña de reelección de García Padilla, defendiendo en los medios la incapacidad institucionalizada del desgobierno PPD y sembrando falsas expectativas de recuperación con la colonia fallecida.

En menos de dos años el PPD ha tomado $9 mil millones en préstamos para cubrir los déficits que ellos mismos provocaron al aprobar presupuestos con recaudos inflados que sabían nunca obtendrían. No han podido tomar más préstamos porque nadie les quiere prestar. Ellos mismos han destruido la credibilidad de su desgobierno y la economía de Puerto Rico. Han quebrado los dos principales negocios del pueblo de Puerto Rico, el Banco Gubernamental de Fomento y la AEE. Han impuesto más de 80 aumentos en contribuciones y tarifas. Nunca cuadran, no han hecho una sola obra importante y ahora todos los servicios públicos están en total deterioro.

¿Recuerdan aquella primera plana de: “a salvo las finanzas de Puerto Rico”?, En ese momento García Padilla aseguraba que las finanzas estaban cuadradas y que la deuda pública era pagable. Hace unos días dijo todo lo contrario de manera repentina y desesperada. Con eso creyó apretar el botón de la “cañona” para que los mercados financieros le presten más o le hagan un arreglo a las malas con la amenaza de impago. Toda esa exageración es porque a García Padilla lo único que le importa es que los dueños de los $1,300 millones en bonos que vencen este año le pospongan ese desembolso a su gobierno hasta dentro de varios años; para que pague otro. Así creen él y su equipo de quebradores financieros que podrían llegar vivos a las elecciones. Si se liberan de utilizar esos $1,300 millones para pagar esos bonos este año, entonces los utilizarían para los “barriles” de obras, la nómina y los contratos políticos al inicio del año eleccionario. A cambio de ese oportunismo, lanzaron al precipicio el crédito, la credibilidad, la economía y el bienestar de Puerto Rico. Ningún gobierno le había hecho tanto daño a Puerto Rico. En el 2012 lo advertimos: Son demasiado riesgo para Puerto Rico. Esa, es la verdad, monda y lironda.

Esta nota aparece en la edición impresa de El Vocero.