Durante décadas se nos dijo que la estadidad nos arruinaría. Ahora resulta que lo que nos arruinó fue la
colonia, el “ela” (sobrenombre que nunca fue aprobado por el Congreso como traducción de “Commonwealth”, al aprobar la Constitución de Puerto Rico). Pues bien, nos arruinó el “ela”. Mucho antes del nombre rimbombante, desde 1948, cuando se lanzó con fanfarria el programa de “Manos A La Obra”, estaba destinado a causar el colapso de nuestra economía y la quiebra del gobierno. Porque el programa de industrialización estaba basado en trampas e injusticias: en que las fábricas de empleos masivos y demás negocios pagarían salarios bajos y en
que las multinacionales no pagarían contribuciones federales: bases temporeras e inestables. Eso fue en 1948 y ahí se quedó detenido el reloj.
No se planificó para el día en que el Congreso extendiera el salario mínimo a Puerto Rico, ni para cuando eliminara los hoyos contributivos: lo que conocimos como Sección 936. Pero al principio de los 80 se incluyó a Puerto Rico en la Ley del salario mínimo federal. Subieron los salarios. Y en los 90, el Presidente Clinton y el Congreso, para cuadrar el presupuesto, eliminaron muchos de esos hoyos y las empresas tuvieron que pagarle al gobierno y a los empleados lo que les correspondía. Lo mismo que pagan en los estados. Como reconoció el gobernador hace poco, el gobierno emplea a tanta gente porque en Puerto Rico se producen pocos empleos privados. El gobierno, para comprar votos, ha padecido de empleo-manía, porque colapsó la economía.
Nuestro reloj se detuvo en 1948: cuando se instaló. Ahora el gobierno no tiene con qué pagar ni su nómina ni su deuda normalmente. Ya no tiene crédito para nuevos préstamos. Así terminan los servicios siendo deficientes y alto el desempleo. Al “ela” le pasó como a la anciana Miss Havisham, personaje central de “Great Expectations”, publicada por Charles Dickens en 1861. La decrépita señorita se quedó miss para siempre, en su casa tenebrosa, telarañosa y con su viejo reloj detenido en la pared a la hora en que el novio la dejó plantada.
Ya se acabó la propaganda fabricada por la jefatura política colonialista y por la oligarquía criolla. La propaganda de que la estadidad nos arruinaría se hizo trizas. La ruina la trajo el “ela” aplastando a la economía y al gobierno y condenando a nuestra gente a abandonar su tierra. Nos arruinó la colonia no la estadidad. Si la estadidad fuera ruinosa la de Hawaii no se habría duplicado en los primeros doce (12) años después de su ingreso a la unión y los Estados Unidos estarían poblados de 250 millones de deambulantes.
Lo que tenemos que hacer es darle a los inversionistas, de adentro y de afuera, seguridad económica y estabilidad política, empleos privados, de servicio y bien pagados, privatizar casi todos los servicios públicos obligándolos a competir en precio y en calidad, bajando así los costos de la energía y tantos otros servicios para uso local y exterior, estimulando así el establecimiento comercial, fabril y de agricultura de vanguardia. Todo ello hará bajar las contribuciones al potenciar la economía para que el gobierno no tenga que albergar tantos empleados y endeudarse tanto y, claro, tener congresistas, senadores y voto presidencial, que velen por nuestros intereses. A ver si superamos nuestro actual ingreso promedio por familia de alrededor $18,000 para por los menos acercarnos al de estado más pobre (Mississippi) que es de $36,000. Tengamos los pantalones de poner en hora nuestro reloj para que no sigamos momificándonos como Miss Havisham.
One Response to Nos quebró el “ela” – Por Orestes Ramos, Abogado –
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