Puertorriqueño comparte su duro proceso de rehabilitación (horizontal-x3)
La Coalición de Personas sin Hogar brinda ropa, aseo y servicios de salud a individuos sin un techo seguro. (GFR Media)

El menosprecio de la gente, en términos generales, lo sintió Ángel Pagán por muchos años mientras estuvo en la calle.

“Eso me impulsaba a seguir consumiendo (drogas)”, dijo el hombre de 40 años, quien era adicto a la heroína y la cocaína.

Contó que, en un momento dado, cuando se le diagnosticó diabetes llegó a pensar que moriría en una esquina y sumido en la adicción. Ese fue el campanazo que le hizo encarrilar su vida. Hoy día, Pagán lleva cuatro años fuera de las calles, las que eran su hogar.

El viernes participaba de los servicios que le ofrecía la Coalición de Personas sin Hogar, al que está adscrito el Departamento de la Familia. Los participantes del evento, viven o vivían en la calle, algunos usuarios de drogas. Durante el evento, recibían ropa, aseo y servicios de salud, entre otros.

Pagán dijo que desde los 17 años comenzó a consumir drogas. Eso lo llevó a tener problemas con su familia que, poco a poco, le retiró la confianza. El Nuevo Día

Pagán ansiaba tener alguien que le hablara para así dejar la calle, dijo.

“Porque en realidad uno se cansa de vivir en la calle, de que lo humillen, de pasar hambre, de estar días sin bañarse. Uno se cansa de todas esas cosas. Mientras uno está en la calle, consumiendo sustancias, uno siempre está pidiéndole a Dios que lo saque del hoyo en el que uno se encuentra. Todos los días se lo pedía a Dios: ‘Dios búscame un sitio, ayúdame. Sacame del lugar en el que estoy metido’”, recordó.

“La gente ve a uno más bien como un estorbo”, manifestó Pagán.

Precisamente, un día algo cambió y representó la diferencia para Robert Morales, quien también deambuló por muchos años. Una mujer, que no conocía y que nunca ha vuelto a ver, se le acercó y, contrario, a lo que solía escuchar, le habló de las cosas bonitas de la vida y de lo que se  estaba perdiendo. Después de estar 18 años deambulando y 30 en la adicción, nadie le había hablado de ver el mar o de disfrutar del cine.

“Fue lo más sencillo que escuché que hizo efecto en mi corazón”, dijo.

“Comencé a la edad de nueve años a consumir (drogas). Llevo siete años limpio. Comencé tras ser víctima de acoso escolar, de ser abusado física y sexualmente. Eso me causaba mucho dolor. Decidí tomar la peor decisión de mi vida. Empecé con marihuana y terminé con ‘crack’. Cuando caí en la calle ya era porque era un adicto crónico. A la edad de 12 años vendía drogas en la calle”, contó el hombre que ahora está en su tercer año de estudios universitarios con la intención de obtener un bachillerato en trabajo social con una concentración en sicología.

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Hoy día, frecuenta el terminal de guaguas de Río Piedras no para buscar un rincón en donde dormir sino para toparse con gente que no lo reconoce porque su aspecto físico era otro mientras deambulaba. “La mayor parte de la gente que te mira, ve cómo estás y menosprecian a uno. Pero no ven el trauma que te llevó ahí”, afirmó.

Preguntado de cuál fue la clave para retomar su vida, Morales respondió que enfrentó toda situación dolorosa que lo motivó a sumirse en las drogas y a deambular.

“No es fácil. Es un proceso de perdón con todos los que te hicieron daño y contigo mismo. Ahora trabajo en el Hogar Buen Pastor, tengo mi casa y oriento a los demás que estaban como yo. No es fácil. No voy a mentir, pero se puede”, puntualizó.