El 2016 nos traerá el desenmascarar burdos engaños. El “calentamiento global” tuvo sus principales portaestandartes en Rajendra K. Pachauri, durante trece años líder del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas, y Al Gore, una vez vicepresidente de los Estados Unidos. Estos interpretaron en el cambio climático un cambio en temperatura que quisieron destacar como provocado por la mano del hombre rico y poderoso, quien debería compensar a los países pobres con indemnizaciones multibillonarias por el atropello ambiental supuestamente provocado.

Esto podría atribuírsele al (1) egocentrismo prevaleciente y (2) la miopía que hay respecto al mar. Para algunos, el hombre sigue siendo el centro del universo y culpable de todo lo que pueda ocurrir en el planeta Tierra. El mar es un cuerpo de agua salada que cuando se torna tormentoso hace mucho daño a nuestra humanidad costera y mejor sería, según algunos, dejarlo quieto y mirar para el otro lado.

El furor del calentamiento global atribuye este efecto al aumento de gases de invernadero, predominantemente el bióxido de carbono (CO2) provocado por la quema de combustibles fósiles para la generación de energía eléctrica, la industria y la transportación, todas actividades de gran impacto económico. Claro, hay otros gases de invernadero, pero no tan famosos. ¿Y el mar? ¡Muy bien, gracias!

Lo cierto es que de todo el CO2 que se emite a nuestra atmósfera, el 45.6% proviene del mar y menos del 3% de la quema de combustibles fósiles. La respiración humana emite el 1.25% del CO2 total o casi la mitad de lo que emite la quema total de combustibles fósiles.

En el mar, que cubre el 70% de la faz de la Tierra, hay quizás más vida que la que hay en tierra. En el metabolismo normal se consume oxígeno y se libera CO2. Nuestra Tierra es una pelota caliente cuyo centro ronda en los 6,000°C, que es la temperatura de la superficie del Sol. La corteza terrestre es gruesa en las masas continentales, pero muy fina en el lecho marino, y permite que magma caliente venga en contacto con agua de mar y se formen fumarolas —“deep-sea vents”— donde surja agua a más de 480°C. Aunque el agua hierve a 100°C a una atmósfera de presión, a la profundidad de esas fumarolas la presión puede ser de 250 atmósferas. Algunas fumarolas emiten burbujas de CO2 que, al llegar a la superficie, son volúmenes inmensos.

Las primeras fumarolas fueron descubiertas por el submarino experimental ALVIN, de Woods Hole Oceanographic institution, en 1977, y las primeras fumarolas caribeñas fueron descubiertas en 2009 y 2010. El R/V FALKOR, tras una expedición de 28 días en el área de las Marianas en noviembre de 2015, donde se conocían tres fumarolas, descubrió cuatro fumarolas adicionales. También descubrió flujos de lava en el fondo. ¡Casi ayer!

En el fondo de los océanos hay lagos de metano líquido y formaciones de metano helado (clatratos). Cuando ese metano es desplazado hacia aguas más llanas, donde la temperatura y presión no pudiera ya retenerlo en su fase líquida o sólida, subirá burbujeando hacia la superficie donde contribuirá, en su fase gaseosa, a los gases de invernadero ya en la atmósfera. El metano es un gas de invernadero 20 veces más efectivo que el CO2.

En la Cumbre Climática de París de 2015, el acuerdo fue que del 2020 al 2025 los países ricos darán cien mil millones ($) al año a los países pobres. Antes del 2025, esa dádiva se revisará al alza.

¿Y el mar? ¡Muy bien, gracias!