El marco de referencia para la llegada de una junta de control fiscal por orden del Congreso de Estados Unidos para Puerto Rico, se sitúa en las ciudades de Nueva York y Washington D.C., donde junto a la adopción de este mecanismo para manejar crisis fiscales se enfrentó la pérdida -en conjunto- de 75,000 empleos en el sector público.
Aunque se trató de juntas impuestas en contextos históricos diferentes, Nueva York en 1975 y Washington en 1995, en ninguno de los ejemplos se trató de una deuda en los $70 mil millones como es el caso de Puerto Rico, los cuales de llegarse a manejar en un plan de reestructuración, serían la mayor cantidad jamás encarrilada en tal proceso en la historia de Estados Unidos y sus jurisdicciones o territorios.
Ese dato únicamente, en la necesidad de reducir la nómina pública, algo que reiteradamente el gobernador Alejandro García Padilla ha dicho que no hará, plantea claramente cuán “fuerte” podría ser el mecanismo que se active por orden congresional, bajo la cláusula territorial de la constitución de Estados Unidos.
Hasta ahora, nadie puede hablar con certeza de cuáles elementos contendrá la propuesta que se presente antes de concluir el mes de abril, pero la frase repetida por congresistas en sus conversaciones con líderes políticos de la Isla y con economistas es que será una junta fuerte que no agradará a muchos.
“Yo creo que lo que va a terminar sucediendo es una junta de control que a su vez tenga la facultad de reestructurar parte de la deuda, una con mucho más control federal, fuerte, y nada más”, comentó Miguel Soto Class, presidente del Centro para una Nueva Economía (CNE).
Una mirada a las juntas de Nueva York y Washington ya sugiere cómo será el camino. El 8 de abril de 1995 el congreso aprobó legislación para crear la junta fiscal de cinco miembros para el Distrito de Columbia, y de inmediato fue vista por políticos de la ciudad como una “violación a la democracia”.
La junta para Washington, motivada por un déficit anual en el orden de los $722 millones, tuvo amplia autoridad, al punto que podía anular las decisiones del alcalde Marion Barry y esto planteó discusiones toda vez que los constituyentes se encontraban con personas por las cuales no había emitido un voto pero que prácticamente tomaban todas las decisiones. La junta decidía sobre el gasto de la ciudad, ejerció la planificación financiera total, manejó la deuda y estableció a quién se contrataba o no y cuáles contratos se podían firmar.
No solo dejó sin mucho poder a los políticos electos y sus funcionarios, conllevó crear cargos que respondieron a la junta, como personal para dirigir las finanzas, que se asegurara de presupuestos equilibrados por ocho años consecutivos, y hasta un inspector general.
“Los intereses de Estados Unidos es lo que va a llevar esa junta y esa idea de que lo de aquí es malo porque no ha funcionado y de que lo que venga son los salvadores… ahí está el error”, señaló Soto Class, al expresar que muchos ciudadanos dicen favorecer una junta ante la decepción con los políticos locales, pero entiende que en realidad las personas desconocen los alcances del mecanismo que está por surgir.
A diferencia de lo que han advertido congresistas y el gobierno de Barack Obama, de que no habrá asistencia económica para Puerto Rico, porque lo que se legisle no será “un rescate”, en los casos de juntas en Estados Unidos esto sí ha ocurrió. En Washington, donde se perdieron 10,000 empleos públicos, un paquete de reformas hacia 1997 puso fin a un pago anual federal que se le hacía, y en su lugar el gobierno federal asumió las deudas de la ciudad, se hizo cargo de los tribunales y las prisiones, según detalló la prensa en ese momento, pero igual hubo un aumento en reembolsos de Medicaid y asumió las pensiones insolventes de los empleados públicos.
Un reporte del Huffington Post, citó a John W. Hill, quien fue director ejecutivo de la junta de control financiero de Washington de 1995 a 1999, al señalar que previo a la junta, en 1994 “Washington había sufrido varios años con la tasa más alta de homicidios per cápita en el país. Su población estaba disminuyendo. El gobierno de la ciudad también se movía de una manera sumamente lenta. Conseguir una llamada de un miembro del personal de la ciudad podría tomar meses y obtener el permiso de la ciudad para construir o renovar una instalación era un proceso totalmente impredecible”.
Tanto en Nueva York como en Washington, la prensa dio cuenta de cómo el poder de ambas juntas las llevó a tomar las decisiones más antipáticas que los políticos no ejecutaban.
En Nueva York, la junta se creó en septiembre de 1975 y según los estimados, se perdieron 65,000 empleos públicos por la crisis fiscal, mientras que los sindicatos hicieron amplias concesiones y abrieron sus fondos de pensiones para evitar que la ciudad llegara a la quiebra.
“Uno de los grandes poderes (del gobierno) es la política fiscal. En la medida que perdamos injerencia en la política fiscal, es muy poco lo que podamos hacer. El gobierno (local) sería un administrador de las decisiones que toman otros”, anticipó Sergio Marxuach, director de política pública del CNE.
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