Nuestro pueblo es un pueblo creyente con profundas tradiciones familiares, sociales, culturales y religiosas. Esas características de nuestra identidad puertorriqueña son muy importantes a la hora de encaminar la visión de un gobierno que responda a las necesidades y las aspiraciones del pueblo.

En esta Semana Santa se pone de manifiesto la importancia de que Dios esté presente en nuestras vidas y de que sea parte integral de la obra y las gestiones de nuestro gobierno. El concepto de la separación de Iglesia y Estado no está diseñado para rechazar a Dios o eliminar del gobierno los valores que nos caracterizan. Por el contrario, lo que busca es que el Estado garantice la libertad de culto de nuestros ciudadanos al no imponer o favorecer una religión en particular.

Escudo Puerto Rico

Ahora bien, lo que sí hace falta en Puerto Rico es una alianza entre la iglesia y el estado, en vez de una cultura de confrontación.  Los funcionarios del gobierno tienen que reconocer la obra social del tercer sector, incluyendo las organizaciones de base de fe, y debemos trabajar unidos a favor del Puerto Rico que todos queremos, un Puerto Rico próspero, seguro y con igualdad de derechos.

Hoy más que nunca, en momentos de gran crisis económica y tensión social, debemos comenzar el día encomendándonos a Dios y pidiéndole la fortaleza y la sabiduría necesarias para superar nuestros retos. Por eso, es indispensable que mantengamos la costumbre de comenzar los actos y funciones oficiales del gobierno con una invocación.  De igual manera, debemos restablecer la práctica de los cinco minutos de reflexión en nuestras escuelas, e incorporar en el currículo escolar la enseñanza de valores tales como el respeto, la responsabilidad, la solidaridad y el civismo. Ambas prácticas no pretendenimponerle creencias religiosas a nadie, sino más bien buscan propiciar la paz y la sana convivencia.

Por otro lado, es esencial que resaltemos el valor de la familia como la unidad principal de nuestra sociedad, ya que en la medida en que fortalecemos a nuestras familias fortalecemos a Puerto Rico.  A fin de cuentas, son los padres los primeros que son llamados a darle el mejor ejemplo y el mayor apoyo a sus hijos, y es en los hogares donde principalmente debe residir la enseñanza de valores.  Por consiguiente, la educación de nuestros estudiantes en temas tan delicados como la perspectiva de género y las relaciones sexuales tiene que llevarse a cabo con la mayor claridad y transparencia, pues los padres tienen el derecho de saber y consentir a lo que se le enseña a sus hijos.

Quizás lo más importante que tenemos que reconocer es que, como dice nuestra Constitución, la dignidad del ser humano es inviolable. Tenemos que aspirar a un Puerto Rico con cero discrimen por raza, género, edad, creencias, orientación sexual, y condición social o física.  También debemos propiciar un ambiente en el que dejemos de etiquetar a las personas, aprendamos a respetar las diferencias y no criminalicemos la disidencia. Estar en desacuerdo, promover o rechazar un estilo de vida, aceptar o rebatir una posición o una idea, no debe dar pie para el insulto, el desprecio o la violencia. Esos derechos son para todos porque hay espacio para todos.  Necesitamos orden de vida, es decir, que nuestros ciudadanos ejerzan sus derechos y libertades dentro del marco de la ley y del respeto.

En esta semana en que muchos conmemoramos el sacrificio y amor del hijo de Dios, todos tenemos la oportunidad de reflexionar sobre los valores que nos unen como pueblo. Vamos a aprovecharla.