Por: Guillermo Pierluisi Isern

La palabra ‘puertorriqueñidad’, se define como “carácter y condición de puertorriqueño” según la Real Academia Española (RAE). El término fue aceptado en el Diccionario de la Lengua Española durante el VII Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Puerto Rico. Dicha determinación nos valió la ‘Real Orden de Isabel la Católica’ para crear y definir palabras y sus significados, a nuestro antojo y comodidad, bajo nuestra identidad particular. Usemos el ejemplo de ‘magestad’ en vez de ‘majestad’. La palabra ‘magestad’ fue incorporada a nuestro lenguaje nativo de forma espontánea y alegre, refiriéndose al ‘hidróxido de magnesio que ingieren los ejecutivos del Estado para expulsar sus pensamientos a la sociedad internacional’. También se le conoce como ‘magestado’. Fueron los propios reyes de España los primeros en descubrir esta rica aportación a nuestro idioma materno.

En ese contexto, veamos ahora la descripción y significado de dos términos sagrados en la Isla: ‘Autonomía’ e ‘Igualdad’. La autonomía puertorriqueña es un concepto muy utilizado en el folclore de nuestro territorio. La definición de ‘autonomía’ en la RAE sugiere: “potestad que dentro de un Estado tienen municipios, provincias, regiones u otras entidades, para regirse mediante normas y órganos de gobierno propio”. Dentro de la puertorriqueñidad, ‘autonomía’ significa: ‘todo municipio, entidad o gobernanza que dependa de otro municipio, entidad o gobernanza para poder existir’.

Ejemplo de esta es la autonomía universitaria. El Consejo Estudiantil se autodenomina el protector de la nomenclatura lingüística del término. A estos efectos, se producen huelgas cada cuatro años o cada vez que cambia su directiva, y reclaman autonomía universitaria para poder defender la autonomía universitaria, como resultado, la universidad pública dirigida por el Estado convoca una reunión y le dan la dormilona durante la administración del gobierno de turno. Esto se conoce como ‘autonomía cíclica’.

En la gobernanza, la autonomía tiene más alcance, con tres ramificaciones muy comunes: municipios autónomos, autonomía legislativa y autonomía constitucional. En lo sustantivo no varían en nada. Solamente se ve una individualidad en el nombre de la cosa, que es donde radica su autonomía, lo que dignifica una ‘autonomía de encabezado’. Cada una de estas variantes de encabezados tiene su grupo de trabajo interno haciendo escaramuzas entre ellas, las cuales sufren, de vez en vez, de apoplejías que les llaman Asambleas Municipales, Proyectos de Ley, Mensajes de Estado y Órdenes Ejecutivas. Estas normas se alteran dependiendo de la dirección del viento y los equinoccios. Si se tranca el bolo en la gobernanza autonómica constitucional, se ruega la intervención a Su Majestad, Sam 51, señor del feudo. Entonces sometemos la autonomía al ‘cuerpo ultramarino administrador de las autonomías’, luego este nos la devuelve, con la condición de que le prestemos servicios y juremos lealtad. A esto se le conoce como ‘autonomía criolla’.

En lo referente al uso de la palabra ‘igualdad’, en la RAE se define como “conformidad en algo con otra cosa en naturaleza, forma, calidad o cantidad”. En nuestra definición oriunda, significa ‘diferente en naturaleza, forma y calidad, y paridad de cantidad’. Este significado es muy singular ya que el término autóctono se ha tratado de galvanizar por los últimos 118 años en el pueblo, y aún no ha calado hondo. Se diferencia en igualdad de todas las diferentes igualdades, en ‘de igual a igual’. Todavía, nuestra acepción no se comprende en los comités de la metrópolis que establecen el grado de igualdad versus autonomía con la que nos pasamos los puertorriqueños tanto tiempo incorporando puertorriqueñismos y vocablos a nuestro vocabulario.
Puerto Rico es un lugar excepcional, lleno de historias, mitos, leyendas y maravillas; donde acuñamos con creatividad una mágica configuración de expresar nuestra idiosincrasia en el lenguaje, siempre divertido y de ‘glamour’. En resumen, ‘Autonomía e Igualdad’ son dos conceptos que usa indistintamente el pueblo puertorriqueño para expresar lo mismo. Son el magestado territorial. Después de todo, somos nosotros los que definimos nuestro propio destino. O eso creíamos.

Esta nota aparece en la edición impresa de El Vocero.