Para todo cristiano de honda fe, vivir cerca del cielo, es vivir siempre al lado de Dios. La tenencia de la tierra, de un hogar, es de un valor inestimable desde tiempos inmemoriales. Por los pasados diez años un grupo de residentes del sector Cerca del Cielo, de Ponce, vienen sufriendo los daños a sus hogares por un deslizamiento a consecuencia de la inestabilidad de los terrenos sobre los que están construidos. Para ellos, como para cualquiera, esto es una catástrofe con graves consecuencias sicológicas. En la gravedad del asunto han contribuido la incompetencia gubernamental, la burocracia de nuestro sistema de justicia y la ramplonería de rábulas de turno que pilotan el sufrimiento y la confianza de otros hacia sus mezquinos intereses inmediatos.

Durante un prolongado tiempo los vecinos de Cerca del Cielo se han tenido que conformar con seguir viviendo en hogares agrietados, donde las inclemencias del tiempo y los aguaceros se convierten en martirios; transformando sus hogares en piscinas de aguas estancadas y, lo más inaudito, la constante amenaza de que un día puedan quedar enterrados bajos los escombros de sus propias viviendas como secuela de los continuos desprendimientos que amenazan sus vidas y las de sus hijos. Es como si el eterno retorno de la historia se evidenciara en su tragedia, pues queda en la memoria un suceso dantesco ocurrido hace más de treinta años en la conocida comunidad de Mameyes, también en Ponce.

La estructura filosófica administrativa del PNP es Los Humildes Primero

En 2007, Aníbal Acevedo Vila firmó la Orden Ejecutiva 2007-43 que, supuestamente, asignaba sobre $8 millones para compensar económicamente a unos 70 vecinos del lugar. Para asombro de muchos, era una Orden Ejecutiva llena de buenas intenciones, pero vacía en la acción y sin el dinero necesario para darle el cabal cumplimiento a lo que debió ser una generosa iniciativa. Cuando la complejidad del problema le fue referido al siguiente gobernador, Luis Fortuño, este asignó $10 millones, igualmente mediante Orden Ejecutiva. Luego de una diversidad de peripecias, dilaciones y hasta tasaciones de las residencias, finalmente la Administración de Manejo de Emergencias determinó la compensación a otorgarse a cada uno de los afectados. Lo insólito es que hasta esta fecha no se le ha remitido pago alguno a los damnificados, ni mucho menos se han relocalizados para salvaguardar sus propias vidas y las de sus familias.

Para el asombro de estos ciudadanos, una demanda civil incoada por ellos contra el Gobierno, y las agencias correspondientes que concedieron los permisos para la construcción de las viviendas, atraviesa los interminables procedimientos burocráticos por los que se caracteriza la Rama Judicial. Incide en este escabroso camino los intereses personales piloteados por el abogado de marras, a su vez, testaferro de una de las partes, que ayuda como recodo inmisericorde a evitar que el caso llegue al Tribunal Supremo de Puerto Rico. A esta fecha el Gobierno aún no cumple con su mandato en ley de compensar justamente a los residentes de Cerca del Cielo. El Gobierno tiene una obligación en ley, y moral, de devolver la paz y tranquilidad de estos seres humanos para que puedan disfrutar con sus familiares en la tierra prometida que se merecen. Estos ciudadanos viven ahora en un infierno. Las condiciones del lugar pueden ser su sentencia de muerte. Estos ciudadanos, ponceños todos, solo buscan el justo derecho de vivir en un mejor lugar, que de verdad sea Cerca del Cielo, y muy lejos de las penurias infernales que los rodean.

Esta nota aparece en la edición impresa de El Vocero.