(horizontal-x3)
Durante esta etapa en Puerto Rico, Carrión puso en pausa su carrera profesional por unos años,los que aprovechó para estudiar historia. (Teresa Canino)

Cuando María Elena Carrión obtuvo su bachillerato en finanzas en 1986, la entretuvo por un breve momento la idea de irse a estudiar historia, pero muchas de sus amistades estaban mudándose a Nueva York, estrenándose en sus primeros trabajos, y ella optó por seguir ese camino. Al fin y al cabo, era el que se había trazado desde adolescente, cuando su padre, banquero, la convenció de que, en la vida, no habría “techos de cristal” que ella no pudiera romper.

Con 21 años, comenzó a abrirse paso en un mundo repleto de hombres, el de las inversiones, y después de tres lustros viajando de Europa a Asia y de Asia a América Latina, como parte de sus responsabilidades para distintas firmas de inversión en mercados emergentes, se encontró de vuelta en la Isla tras su matrimonio con un abogado de Guaynabo que, unos años antes, había sido secretario de Justicia.

Ahora son también 15 los años que lleva en Puerto Rico, y en este tiempo tampoco ha parado de viajar, aunque los desplazamientos sean, en su mayoría, entre San Juan y la capital estadounidense, donde, además del trabajo de su esposo, están algunas amigas –“demócratas y republicanas”– que ha ido conociendo durante los ocho años en los que Pedro Pierluisi se ha desempeñado como comisionado residente en Washington.

Durante esta etapa en Puerto Rico, Carrión puso en pausa su carrera profesional por unos años –en los que aprovechó para estudiar historia– y luego emprendió un negocio  que comenzó a dar frutos a la vez que su esposo hacía las maletas para llegar al Congreso.

Usted fundó su negocio, la firma de inversiones Multicultural Ventures, en noviembre de 2008, el mismo mes y año en que su esposo resultó electo. ¿Por qué esa coincidencia?

–Porque estaba a punto de cerrar una transacción, porque tú te incorporas cuando vas a generar ingresos, y yo estuve trabajando en una transacción en 2007 y 2008, y estaba a punto de cerrar, y es mucho más eficiente (cerrar la transacción) cuando eres una corporación que estar por tu cuenta.

¿O sea, que no tuvo nada que ver con el cambio que se avecinaba en su vida?

–No tuvo nada que ver. Es que lo que yo hago no tiene nada que ver con gobierno, ni Congreso, ni Pedro, ni nada.

¿En qué consiste su trabajo?

–Yo lo que hago es traer inversión a proyectos y compañías privadas en Puerto Rico… Yo no trabajo con el tipo de capital de corto plazo que invierte en bonos del Gobierno, ese capital que quizás lo estás viendo ahora. El tipo de capital con que yo trabajo es el capital que viene a comprar una compañía y un proyecto a muy largo plazo, y un capital al que tengo que convencer de que hay luz al final del túnel, de que las cosas van a mejorar, porque este capital es a muy largo plazo, y las noticias últimamente no han sido nada positivas.

En abril, el periódico The New York Times vinculó algunos de sus clientes con gestiones de cabildeo en el Congreso y con Pierluisi, pero usted aseguró que no existía ningún conflicto de interés entre su trabajo y el cargo público que ocupa su esposo.

–Absolutamente, no existe ningún conflicto, y te explico por qué. Es que la premisa (del artículo del Times) es errónea. Mi marido es la persona que está proponiendo básicamente un proceso de reestructurar la deuda de Puerto Rico. Esto, primero, impacta a miles y a miles de bonistas. Segundo, comento lo que es obvio: esto es un proceso que no es nada amistoso para los bonistas… Tercero, yo no trabajo con bonistas. Los bonistas invierten en bonos del Gobierno u otros bonos; yo lo que hago es traer inversión para invertir en compañías y proyectos privados, y no hago nada que tenga que ver, en mi trabajo, con la gestión de Pedro en el Congreso y tampoco nada que tenga que ver con bonos del Gobierno de Puerto Rico. O sea, que no hay nexo alguno.

El nexo que encontró el New York Times es que ciertos fondos de inversión que son sus clientes también cabildean en el Congreso.

–Cuando yo trabajo con un fondo de capital privado, este fondo de capital privado puede ser parte de un conglomerado financiero que puede tener muchos grupos operativos. Con el grupo operativo que yo trabajo, son los fondos de capital privado que típicamente tienen grupos gerenciales particulares, que tienen estrategias de inversión de siete a 10 años. Típicamente, tienen su inversionista diferente a otros grupos operativos que puedan existir bajo la misma sombrilla corporativa.

¿Pero, en efecto, algunas de esas firmas que aparecen en gestiones de cabildeo son sus clientes?

–La realidad es que, si alguna afiliada u otra firma de algún cliente mío han invertido en China, en Puerto Rico, en bonos derivativos, no tengo idea. Yo veo la gente que invierte en bonos de Puerto Rico cuando sale en el periódico… No es algo que es relevante a mi trabajo y es algo que me entero cuando lo leo en el periódico.

¿Cuál es su plan profesional si su esposo llega a La Fortaleza? ¿Continuará con su negocio?

–Como todas las mujeres puertorriqueñas, trabajadoras, que tienen no uno, típicamente tienen dos y tres trabajos, yo puedo dar el máximo como primera dama y seguir ejerciendo mi carrera profesional. Es organización, es dedicación, y las mujeres sabemos cómo hacer eso.

¿Las parejas de los funcionarios electos deben involucrarse obligatoriamente en la vida pública y en la vida política?

–Yo creo que cada cual debe ser real a lo que cada cual puede aportar, y entiendo que diferentes parejas pueden tener diferentes intereses. Yo creo que lo que el servicio público te da es una gran oportunidad de servir a Puerto Rico en su peor momento, y yo no quiero desperdiciar esa oportunidad. Yo pienso que puedo ofrecer mucho a Puerto Rico, y me entusiasma mucho hacerlo.

¿Desde la Oficina de la Primera Dama? ¿Usted cree que esa oficina debe existir?

–Pienso que sí, que puede ser un instrumento de cambio social poderoso, y tengo ideas específicas que creo que se pueden ejecutar por el bienestar social de Puerto Rico.

Tengo ideas concretas que me gustaría desarrollar, por ejemplo, me gustaría mucho impulsar –de verdad– la igualdad para la mujer puertorriqueña. Eso se trata de dos cosas: la mujer puertorriqueña no está participando en la fuerza laboral. Ese es un problema que sufrimos a nivel de (todo) Puerto Rico, una baja participación laboral; pero en el caso de la mujer, 32% de las mujeres que pueden trabajar, trabajan… Pienso que los problemas son (la falta de) el cuido de niños pequeños, ese “gap” que existe cuando se acaba la escuela y no se ha acabado todavía la jornada laboral. Muchas veces las mujeres no solo cuidamos a los hijos, sino también cuidamos a los padres envejecientes, y nos hace falta tener ese apoyo para poder entrar a la fuerza laboral. Tener esos buenos empleos, con sus buenos beneficios. Pienso que, una vez que llegamos a la fuerza laboral, tenemos que tener igualdad. Y no quiere decir el por ciento de mujeres que trabajan en esta empresa, es en posiciones de poder, en posiciones gerenciales.

¿Y cómo se puede alcanzar esa igualdad?

–Tenemos que ver, como en todo tipo de proyecto: las leyes que tenemos, ¿funcionan? Qué podemos hacer en términos de legislación, qué podemos hacer en términos de alumbrar el problema. Creo que, por ejemplo, el tema del mismo pago por el mismo trabajo: ¿cómo se logra eso? Tenemos leyes que dicen que se supone que esto sea lo correcto, lo que hay que hacer, pero tenemos que tener más transparencia para que tú sepas lo que tu compañero gana en tu empresa. Que la información de salario se comparta libremente, que no sea un secreto.

¿Usted es feminista?

–Pues claro que sí. La pregunta es por qué no serlo. Alguien que te diga que no lo es, pregunta por qué. El feminismo es igualdad para la mujer; Pedro es feminista también, y con mucho orgullo. Él es sumamente pro mujer. La diferencia más grande, hablando del tema cultural, es cómo tú crías a tus hijos y a tus hijas, y ahí yo te digo que hay que quitarse el sombrero con mi marido.

 ¿Esa igualdad de la que habla aplica para las personas homosexuales, las personas transgénero, por ejemplo?

–Claramente. Yo creo en la igualdad para todo el mundo, y me opongo al discrimen contra cualquier persona. Eso es lo que define el civismo.

¿Comparte usted la opinión de su esposo de no acatar la directriz del gobierno federal para que los estudiantes transgénero puedan ir al baño de la escuela según su identidad sexual y no necesariamente su sexo?

–Aunque simpatizo con los derechos y la igualdad para todo el mundo, también pienso que es importante respetar las creencias y los derechos de los padres que tienen a sus niños en las escuelas. Entonces, pienso que es importante que los padres tengan envolvimiento en los temas de valores y de crianza. No sé, yo creo que nuestras políticas públicas tienen que reflejar quiénes somos como Puerto Rico, quiénes somos como puertorriqueños.

¿Y en qué sentido esto refleja a los puertorriqueños?

–Pues, hay que ver si la mayor parte de la gente quiere que los niños y las niñas usen baños iguales o diferentes. La percepción de Pedro –y tu pregunta era sobre la posición de Pedro– es que la mayoría de los puertorriqueños quieren que los niños vayan a los baños de los niños y las niñas, a los baños de las niñas.

No. Mi pregunta era si usted comparte la posición de su esposo.

–Pienso que sí, que es lo que refleja la sociedad puertorriqueña hoy en día, pero, al mismo tiempo, te repito que creo en la igualdad para todo el mundo y me opongo a cualquier tipo de discrimen.