La oportunidad de recibir una buena educación hoy se reclama como un derecho. Más universidades, algunas “diploma mills”, ofrecen más programas, más fáciles, de menos duración, con menos requisitos, para que más estudiantes se aprovechen y logren graduarse. El bachillerato hoy se ha facilitado para que sea accesible en seis años y no tenga que completarse en cuatro como era costumbre en antaño, cuando estudiantes con talento y buen tesón a veces los lograban en tres. La maestría también se puede lograr en menos tiempo, y hasta sin tener que someter una tesis. Hasta el doctorado en algunos casos se ha tornado menos riguroso y puede que no requiera el tener que hacer una “contribución al saber humano”, un descubrimiento o un postulado nuevo, como era requerido en la disertación doctoral. Se ha aumentado el ofrecimiento de becas, muchas aprovechando fondos federales, para que más estudiantes puedan estudiar sin limitaciones económicas. Con el buen respaldo económico ofrecido por el contribuyente estadounidense gracias a las Becas Pell y otras dádivas, más universidades pueden beneficiarse de mayores poblaciones estudiantiles con sus matrículas cubiertas por los Caballeros del Norte. ¡Claro!

Pero también más universidades buscan aumentar sus poblaciones estudiantiles facilitando el ingreso de candidatos y facilitando la graduación del candidato ingresado. Secreto a voces es que muchos vienen a buscar un diploma que les beneficie en su estatura de empleo, con grados académicos de mayor jerarquía, certificados por diplomas de mayor rango. Como el patrono del egresado casi nunca se molesta en ver el expediente académico de su empleado o su candidato a empleo y se conforma con ver el diploma que certifique el grado que el candidato alega ostentar, lo verdaderamente importante es el poseer el diploma, sin interesarle a nadie los conocimientos que el diploma certifique. Por lo tanto, algunos estudiantes buscan diplomas, no conocimientos. El estudiante defiende a brazo partido el haber satisfecho sus requisitos de graduación, nada de los conocimientos que deba tener. Pelea por notas, no por educación. Si las notas no le satisfacen, hasta sus padres se presentan al recinto a pelear con los profesores, especialmente cuando uno de sus padres es abogado. Buscan excusas si han fallado en algo, tales como “se me enfermó el nene”, “mi mamá esta en condición terminal”, y otras, y a veces buscan ampararse bajo la norma de que se le otorgue un “acomodo razonable”. Hay quien ha tenido la osadía de pedir un “acomodo razonable” por tener que faltar a un examen final porque la fecha del examen conflige con sus planes de llevar los nenes a Disney World. Es lamentable decir que esa clase de estudiante no vino a aprender. Vino a buscar un diploma. Claro, no son todos. Siempre hay sus excepciones en los que de veras buscan aprender.

Se pueden escribir tragedias y comedias. Pero lo cierto es que el diploma es lo que preponderantemente se busca en la mayoría de los casos. La importancia del conocimiento ha sido relegada a un segundo plano. ¿Educación superior? Búsquela usted. ¿Desarrollo del intelecto? ¿Con qué se come eso? ¿Centros de excelencia académica? ¿Dónde? ¿Intelectuales brillantes? En la enciclopedia hay. Nuestra era del conocimiento culmina con ser experto en gugulear porque ahí es donde está todo el conocimiento. Y lo porta cada cual en su teléfono inteligente o su tablet o su Laptop.