Ex presidente de la Universidad de Puerto Rico.
Por: Lcdo. Ramón L. Rosario Cortés
Twitter: @discusionPR
Tenemos que empezar por reconocer que la Universidad de Puerto Rico nos pertenece a todos. La UPR es más que sus profesores, empleados, estudiantes actuales, sectores ideológicos o que el gobierno. La UPR es el instrumento para que generaciones puedan aportar en todos los frentes; ya sean artísticos, políticos, sociales, económicos, etc.
Iván, para mí, como para ti, la UPR significó la oportunidad para el progreso. Mi bachillerato y juris doctor se lo debo a la UPR. Por eso, además de ser funcionario del gobierno, me siento aludido cuando se pone en riesgo la Universidad. La Universidad es un patrimonio en riesgo.
En ese contexto, un grupo de funcionarios de la UPR decidieron tirarse del barco que, cogiendo agua, estaba a mitad de ruta en aguas tempestuosas. Con ello, arriesgaron la existencia de nuestra UPR e incumplieron con su deber de guiar la institución en las buenas y en las malas. Los funcionarios “públicos” que esta semana abandonaron el barco por razones político-partidistas, debieron trabajar el plan de reestructuración de la UPR ante la crisis fiscal desde el 3 de marzo de 2014 según la Certificación 74 Serie 2013-2014. Tres años después; se fueron sin cumplir.
No obstante, este no fue el proceder de los miembros de la Junta de Gobierno ni de dos rectores (Humacao y Cayey) que con valentía aceptaron la responsabilidad que ya habían jurado cumplir. Estos, se negaron a entregarle la Universidad a la Junta de Supervisión Fiscal y aceptaron el reto de hacer los ajustes fiscales necesarios.
Por primera vez en mucho tiempo, el gobernador respeta la autonomía universitaria permitiendo a la comunidad manejar sus retos y oportunidades. Ricardo Rosselló firmó la Ley 8-2017 y la Orden Ejecutiva 2017-21 para allegarle a la UPR los ingresos por adiestramientos en el gobierno que antes los recibían empresas privadas. Sí Iván, los fondos que antes recibían empresas como las de Anaudi Hernández para ofrecer adiestramientos laborales.
Honestamente, les deseo el mayor de los éxitos a la nueva presidenta interina y a la Junta de Gobierno de la UPR para que salven la Universidad pública; mi Universidad.
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Lcdo. Iván Rivera
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Ramón, lamentable lo ocurrido en mi Universidad. Esa que me dio la oportunidad a los 30 años de tomar mis primeros créditos para crecer profesionalmente y entender el mundo. La renuncia concertada de ese grupo de personas pone de relieve y manifiesto el sentido de finca familiar y privada que tiene para algunos. Todo por complacer el capricho en el intercambio de favores de los que trafican indulgencias incluyendo las propias.
Por eso, mucho ojo con los que se desgarran las vestiduras autoproclamándose defensores de la Universidad. En realidad, son defensores de sus particulares prebendas. La UPR ha sido rehén por demasiadas décadas de clanes que se mantienen en una constante lucha por el control del poder en esa institución y a su vez el control de los 1,500 millones de dólares de su presupuesto. Con esa cantidad de dinero se compran muchas indulgencias. Los contratos y plazas de profesor se heredan en la UPR o al menos el criterio de mayor valía lo es el ser amigo del amigo de algún amigo del alma. Los trabajadores no docentes son reclutados exclusivamente por los sindicatos que operan al interior de la misma. Las publicaciones auspiciadas por su Editorial no son medidas por su aportación al desarrollo y creación de nuevo conocimiento sino por el apellido del que las solicita.
La resistencia a la reestructuración administrativa, y por ende presupuestaria de la Universidad, no es la resistencia a favor de su futuro; sino la resistencia de cada cual a perder su nicho particular. Y en esa resistencia se unen populares, independentistas y estadistas en unas extrañas relaciones de lealtad. Así que, cuidado con los que pululan por Fortaleza sugiriendo nombres o demonizando a otros.
La Universidad debe transformarse para estar en posibilidad de responder a las exigencias de estos tiempos; debe ser capaz de comprender e interpretar el mismo. De otra manera su transformación no tendría sentido. Es necesario que sus miembros tengan la capacidad de entender, interpretar y valorar en medio de esta crisis el sentido del momento histórico que se vive. Para eso no hacen falta millones sino voluntad.
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