Durante su vida Luis Muñoz Marín siguió pensando de igual manera sobre la ciudadanía americana
El 20 de marzo de 1917, a sus 19 años y poco después de haber muerto su padre, Luis Muñoz Marín escribe desde Nueva York para La Democracia, lo que nos revela su visión política del momento:
La nación americana es la que, hoy en día, representa el progreso más avanzado del orbe, ya que las naciones del mundo viejo se están dejando destrozar por las garras de Marte. ¡Y compatriotas! Es nuestro deber sagrado, tanto por patriotismo como por gratitud saber ostentar erguidos la ciudadanía que representa el más alto grado de civilización que hoy sobre la tierra existe: la civilización americana”. Es un artículo descubierto recientemente por mera casualidad.
La ciudadanía americana siempre ha gozado de alta estima para el puertorriqueño. Efrén Rivera Ramos, en su extraordinaria obra The Legal Construction of Identity, así lo reconoce al plantear que esta figura jurídica tiene un valor simbólico en nuestra isla, apreciado por un número altísimo que rebasa, tal vez, el 95% de la población. Fue el intelectual Arcadio Díaz Quiñones quien señalara que la expresión “ciudadano americano” es parte del acervo cultural del puertorriqueño. En ningún lugar del mundo ni en Estados Unidos se escucha esa expresión.
El filósofo francés Etienne Balibar, en su seminal libro Ciudadanía, plantea que “pasando del poder constituido (el derecho a los derechos resulta de la pertenencia a una comunidad política existente, en particular un Estado-nación) al poder constituyente: se trata de la capacidad activa de reivindicar derechos en un espacio público, o, mejor, dialécticamente, de la posibilidad de no ser excluido/a del derecho a luchar por sus derechos”. Por otro lado, “aunque entendida como una categoría formal de derecho, la ciudadanía puede ser un factor poderoso para la identidad social. Los estados no comprenden con facilidad a los seres humanos como individuos o grupos, sino que los reconocen por su estatus dentro de tales categorías”. Y esa es la ciudadanía. (Véase T. Alexander Aleinikoff y Douglas Klusmeyer, Ed.; Citizenship Today: global perspectives and practices).
La ciudadanía es una figura que crea inclusión e igualdad jurídica dentro de las fronteras de un estado. En nuestro caso particular la doctrina, todavía vigente, de Balzac v. Porto Rico, resuelto por el Tribunal Supremo de los Estados Unidos en 1922 y último de los casos insulares, establece que es la localidad la que crea un déficit de derechos sobre ese ciudadano americano que vive en Puerto Rico. La movilidad de un lugar a otro cambia de inmediato su realidad jurídica, y eso lo vemos a diario cuando un puertorriqueño se muda a los estados.
Durante su vida Luis Muñoz Marín siguió pensando de igual manera sobre la ciudadanía americana. Para él era algo consustancial con ser puertorriqueño y, por ende, con la esencia política de su pensamiento. El 25 de julio de 1956, en el cuarto aniversario del ELA y para divulgar el concepto de “unidad dentro de la diversidad”, su discurso fue un homenaje a esta figura con un título sugestivo: El hondo significado de la ciudadanía de Estados Unidos. Cinco años después, en vistas congresionales para otorgar el derecho al voto presidencial a los ciudadanos de Washington D.C., el fundador del Partido Popular apoyó ese derecho para todos los ciudadanos americanos sin importar su lugar de residencia, incluyendo Puerto Rico. El 25 de julio de 1979 reafirmó su creencia en la ciudadanía americana y la Unión Permanente. Sin embargo, fue a partir de los ochenta que su partido comienza a desdibujarse ideológicamente hasta convertirse en lo que es hoy: un esqueleto político ausente de propósitos y dirección.
You must be logged in to post a comment Login