En esta semana, hace cincuenta años –el lunes pasado, para ser precisos-, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos decidió el caso de Loving v. Virginia. Mildred Delores Loving, mestiza, por ser hija de indio y negra, aunque negra para los estándares del gobierno de su estado, y Richard Perry Loving, de raza blanca, decidieron ir a Washington D.C. a casarse porque el estado de Virginia tenía entre sus estatutos la prohibición del matrimonio interracial. Luego de la boda regresaron.

Una noche, mientras dormían, la policía irrumpió en su hogar y llegaron hasta el cuarto donde estaba la pareja. Alumbrando con una linterna, uno de los policías preguntó: “¿Quién es ella?” El esposo, Richard Perry Loving, contestó: “Es mi esposa”. La reacción de los policías intrusos fue que ambos estaban violando una ley del estado que prohibía el matrimonio entre personas de razas distintas. Fueron arrestados y detenidos en el cuartel de la policía, próximo a su hogar, para el inicio del procedimiento criminal correspondiente. La ley que prohibía ese tipo de matrimonio en el estado era de carácter penal. Fue durante la vista inicial que la pareja se comprometió irse del estado y residir fuera por un espacio de tiempo de veinticinco años, o de lo contrario, ser sentenciados a un año de cárcel.

Plataforma del GOP del 2016

Regresaron al lugar donde se casaron, la capital federal. Allí Richard trabajó en lo que siempre había hecho: albañil. Fue en uno de esos días de rutina laboral y familiar, mientras Mildred estaba en la cocina preparando la comida para cuando su esposo regresara, que vio en la televisión una entrevista al procurador general de Estados Unidos, Robert Kennedy. Se armó de valentía y, en manuscrito, le envió una carta narrándole todo el sufrimiento por el que habían pasado desde el momento en que se casaron. Para su sorpresa, varias semanas después, recibe una llamada de la American Civil Liberties Union (ACLU), donde un abogado de esta entidad le indica que su caso les fue referido por el mismo Robert Kennedy. Es en ese momento que comienza la historia legal de este interesantísimo caso que estableció jurisprudencia y cuyos ecos sociolegales se siguen escuchando hoy.

Toda esa vorágine devino en que hoy, según el Censo de 2010, 24% de los niños adoptados en los Estados Unidos fue por un padre racialmente distinto. Un aumento de un siete por ciento comparado con el Censo de 2000. Sin embargo, lo revelador de las estadísticas, según un informe del Pew Research Center, es que casi un 17% de los nuevos matrimonios y un 20% de las parejas que conviven son de razas distintas. El 91% del pueblo americano entiende, según el estudio, que el matrimonio interracial es lo mejor que les puede pasar. A nuestro juicio, se trata del mestizaje de los Estados Unidos, que aunque llegó tardío con respecto al mestizaje iberoamericano, ha llegado para quedarse. Creando, en unos casos, una hispanidad en el sentido cultural, aunque se reafirme en el idioma de Shakespeare.

Sobre este fenómeno sociológico que se está dando en los Estados Unidos, es lectura obligada el reciente libro de Sherill Cashin, Loving: Interracial Intimacy in America and the Threat to White Supremacy, donde, con enjundia histórica y legal, describe este nuevo fenómeno en la sociedad americana. Un mestizaje, no solo racial, sino cultural que se ha posicionado a través de dos elementos definitorios: la música y la comida. Ambos creando una metamorfosis social en la primera potencia mundial.

Un hecho evidente que el nuevo paisaje de la cultura americana ya tiene un fuerte acento mestizo.