El gobierno de Ciudad de México, ahora conocida como CDMX, se propone impulsar lo que ha denominado como “turismo de barrio”. Es una iniciativa dirigida a convertir los barrios periferales de la ciudad en destinos turísticos. Son áreas de complejidad social y cuyo modelo turístico y creador de actividad económica fue comenzado con evidente éxito en países como Colombia, Brasil y Argentina. El desarrollo incluye la promoción de mercados gastronómicos, carnavales, fiestas patronales, artesanías, agricultores y creadores arraigados en sus barrios.
La Ciudad de México es de las pocas en el mundo con una oferta turística de semejante extensión. Siendo una ciudad cosmopolita y pluricultural, y de manifiesta diversidad, es un museo viviente de lenguas indígenas y culturas ancestrales de tiempos precolombinos y de herencia hispana en tranquila convivencia con las nuevas corrientes globales que allí cohabitan. Todo dentro de un ambiente de mutuo respeto y reconocimiento. Se trata de una diversidad que asombra a los más de catorce millones de turistas que la visitan cada año.
Fundada en 1325 como Tenochtitlan, recientemente seleccionada por la National Geographic como el destino turístico número uno en 2019 y, a su vez, descrita por The New York Times como la “metrópoli que lo tiene todo”, la CDMX se posiciona como la capital cultural de América Latina y sede de sobre quince festivales a celebrarse este año, entre los que se encuentran: Feria Internacional de las Culturas Amigas; Diverso, fiesta de la diversidad y la palabra; Feria de las Ciencias y Humanidades; Feria de Trova y Canción Urbana; Feria de las Culturas Indígenas y Día de Muertos, entre otras.
Dentro de esta extraordinaria y segura ciudad, con un sistema de transportación pública barato, preciso y excelente, hay 154 teatros, sobre cien auditorios y salas de conciertos y 173 museos, lo que la ubica, después de Londres, como la segunda ciudad con más museos en el mundo, que incluye el Museo Nacional de Antropología, el mejor del planeta, y que en un día cualquiera puede ser visitado por sobre 40 mil personas de diversas partes del mundo. Esto sin incluir las cientos de excelentes librerías desparramadas por toda la ciudad lo que evidencia que en el país azteca hay una cultura por el libro y la lectura.
Ciudad de México tiene la distinción de ser sede de cuatro lugares incluidos por la Unesco en la lista de Patrimonio Mundial: el Centro Histórico, Xochimilco, la Casa Estudio Luis Barragán y el Campus de la Ciudad Universitaria. A esto hay que añadirle que en 2010 la Unesco declaró la gastronomía mexicana como patrimonio mundial inmaterial de la humanidad. La gastronomía mexicana es “el resultado de un mestizaje culinario que representa la visión de los mexicanos sobre sus regiones y que manifiesta su identidad frente al mundo.”
Una ciudad que le demuestra al mundo que además del español se hablan decenas de lenguas autóctonas —con una consigna por parte de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México de “68 lenguas mejor que una”— y cuyos hablantes son capaces de cantar música urbana en sus propios idiomas, como recientemente lo hizo uno en su idioma Náhuatl; es una polis con una oferta cultural descomunal como casi ninguna otra en el planeta pudiera ofrecer. Incluso, mejor que hasta la misma España, que un una época se le llamó, tal vez erróneamente, la Madre Patria.
Siendo sede de la catedral más grande del continente, por un lado, y de la Basílica de Guadalupe, por el otro —que es la más visitada en el mundo después de la Basílica de San Pedro en el Vaticano— la CDMX está en la vanguardia dentro del turismo religioso. El turismo, y sus derivados como actividad económica cada uno y en conjunto, ha plantado bandera en esta metrópolis y los resultados ya están a la vista para el disfrute del visitante.
¿Pudiera Puerto Rico crear el turismo de barrio? Las áreas marginales y pobres en nuestra ínsula son talleres de rica cultura popular. Nuestra gastronomía está catalogada de las mejores del mundo y siempre degustada por turistas internos y externos, como puede verse en la calle Loíza con los sobre veinte restaurantes que tiene y que la convierten en una especie de paseo gastronómico. No peco de quijotesco, pero creo que en este caso particular gobierno estatal y municipal pudieran ponernos en el mapa mundial.
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